domingo, 26 de agosto de 2012

Yo no hablo del efecto Compton, tú no hables de pañales de tela

Con la inminente subida del IVA dentro de menos de una semana, muchos medios de comunicación están tratando el tema de los pañales de tela. Porque los pañales desechables tendrán un 21% de IVA, esto es, no se considerarán un artículo de primera necesidad, de ahí que cada vez será más habitual el que muchos padres recurran a los pañales de tela no sólo (o no tanto) por motivos ecológicos, sino también económicos.

Hasta ahí, todo bien. Lo que me llama poderosamente la atención de esto son los comentarios. En todos los periódicos digitales donde se ha hablado de pañales de tela, los comentarios bajo la noticia no tienen desperdicio. No sólo por el inmenso número de personas sin hijos que se atreve a opinar de un tema que ni les va ni les viene (véase el "Menéame", guarida de veinteañeros geeks que de pañales poquito saben, pero que se atreven con eso, con la lactancia... ¡olé, qué más da!), sino por el inmenso número de personas que no tiene ni idea de lo que es un pañal de tela. Ni repajolera idea, vamos. Y allá que van, soltando parrafadas sobre un tema o sobre otro, el caso es opinar. Como el día en que yo me meta en un foro de física cuántica, hala, a soltar cuatro frescas. No tendré ni idea del tema, pero y qué más da, qué a gusto me voy a quedar. ¿La constante de Planck? ¡Menuda chorrada, hombre, que no tenéis ni idea! ¿La paradoja EPR? ¡Eso lo soluciono yo en dos minutos!

Por supuesto que no estoy comparando ambas materias en cuanto a profundidad o importancia. Sólo es un ejemplo como cualquier otro de lo curioso que resulta escuchar a personas hablando sobre temas que no sólo no dominan, sino de los cuales no tienen absolutamente ninguna idea.

Y éstos son los prejuicios más arraigados sobre pañales de tela:

- Son antihigiénicos y poco saludables. El suponer que un trozo de plástico sea más higiénico y saludable que la tela por el simple hecho de que el primero sea desechable no sólo es falaz, sino además peligroso. Los pañales desechables usan una enorme cantidad de productos químicos, entre ellos blanqueantes, que no son precisamente lo mejor para la delicada piel del bebé. Por no hablar de los tóxicos como el poliacrilato de sodio. ¿Tú qué preferirías, usar ropa interior de celulosa o de tela? Pues esto es igual. Mis dos hijas tienen dermatitis, y gracias a haber usado tela con ambas, no tuvieron el culete como un mandril, según dijo el propio pediatra. Cuando los pañales de tela se lavan, desaparecen todos los microbios que pudieran contener. ¿Eso no es más saludable para una piel delicada que usar un derivado del petróleo repleto de tóxicos?

- Representan una vuelta al pasado. Pero vamos a ver, ¿esto qué quiere decir exactamente? Porque hasta donde yo sé, si nos equivocamos con algo y concluimos que lo de antes era mejor, ¿rectificar no era algo de sabios? A partir de los años 80 y 90, todo empezó a ser desechable. No ya sólo los pañales, es que yo recuerdo de pequeña ir al supermercado a devolver los cascos de las botellas, comprar el pan con una bolsa de tela y muchas cosas así. Y de repente, no sé cómo, bolsas y bolsas de plástico en el supermercado, envases y envases de plástico de un solo uso, galletas envueltas de manera individual en otro envase general, latas de aluminio, derroche, desperdicio, despilfarro. Eso ni es sostenible ni es ecológico. Y ahora, cada vez más personas van a la compra usando bolsas de tela, carro de la compra, o intentan evitar los envases superfluos en la medida de sus posibilidades, por ejemplo. Pues esto es lo mismo. Si volver al pasado es volver a las cosas que estaban bien hechas, no le veo mayor problema. Lo diabólico es quienes identifican los pañales de tela con la España de la posguerra y cosas así de bizarras que he leído. No consigo comprender la conexión, lo siento.

- Son un engorro. Uy sí, aún hay gente que se cree que los pañales de tela se lavan en el río. Que dan un trabajo inmenso, que nos pasamos horas y horas frotando pañales con un pie atado con una cadena al lavadero (sí, quienes usamos pañales de tela tenemos lavadero, y nos ponemos una cofia en el pelo). Ni se plantean que los pañales de tela se lavan en la lavadora (¡oh mágico invento!), junto al resto de la colada. Ése es el trabajo que dan. ¿Qué supone eso a la semana? Yo lavo pañales cada dos días. Y considero que me dan poquísimo trabajo. ¿Diez minutos montando pañales cada dos días? Es que ni me doy cuenta.

No son ecológicos. Palabra de honor que hay gente que dice que el agua que se emplea para lavar los pañales de tela, y los detergentes, invalida el argumento de que sean ecológicos. Un pequeño cálculo rápido: un niño que use seis pañales desechables al día durante dos años y medio, gastará la friolera de unos 5000 pañales en toda su vida (infantil, al menos, que luego en la senectud habrá que ver), y eso es tirando por lo bajo y por dejarlo en números redondos. Cada pañal desechable usa un vaso entero de petróleo en su producción. El proceso de fabricación de un solo pañal desechable consume tres veces la cantidad de agua que se usa para lavar ¡500 veces! un solo pañal ecológico. No hace falta ser un genio para sacar conclusiones. Claro que realizar pañales de tela consume agua también, pero al no llevar blanqueantes y ser de producción ecológica, ésta es muchíiiisimo menos. Los pañales de tela se lavan con poquísimo detergente, por cierto. No podemos decir lo mismo de la cantidad de blanqueantes que se usa con los desechables. Cada niño que usa pañales desechables, utiliza diez veces más agua que un niño que use tela. En Estados Unidos, se generan 82.000 toneladas de plástico y se talan 250.000 árboles cada año para hacer pañales desechables. Anualmente,18.000 millones de pañales terminan en la basura, y sólo el 40% de este material es biodegradable. Y ojo, incluso los pañales desechables ecológicos no son totalmente biodegradables: hoy por hoy, sólo existen ecológicos capaz de biodegradarse en un 65%. Esto quiere decir que tardan cinco años en vez de 400, lo cual no está mal. Pero no son 100% biodegradables tampoco.

- Son feos. Este argumento ya me tira por los suelos de la risa. Una vez más, quienes así opinan no han visto un pañal de tela actual jamás en la vida. Lo mismo se imaginan un trozo de trapo del polvo anudado con un imperdible. Los pañales de tela son preciosos. Muchísimo más bonitos que los desechables, tan blanquitos, tan sositos. Los hay de todos los colores, materiales, estampados... Los culetes con tela están mucho más graciosos.

- Son caros. Claro, hay pañales de tela que valen 25 euros la unidad, y si sólo te quedas con ese dato, parecen carísimos. Pero en primer lugar, aunque compremos pañales caros, se acaban amortizando (y más si, como yo, usas los mismos pañales con varios hijos). Pero también hay soluciones mucho más económicas, o se puede recurrir a comprar de segunda mano. Usar tela supone un ahorro de unos 1000 euros por hijo. O incluso más. En mi caso, por ejemplo, que estoy usando los pañales de su hermana mayor, estoy ahorrando mucho más.

- Absorben poco y mal. Es verdad que los pañales de tela absorben menos que los desechables. Pero es que los desechables para absorber usan productos químicos (poliacrilato de sodio, lo cual combinado con ácido acrílico, colorantes, perfumes y dioxinas, hacen que como tu hijo sea alérgico o sensible, verás qué diversión con los desechables), con lo que no le veo el sentido. El bebé nunca se sentirá mojado, es verdad, lo cual, por cierto, dificultará el abandono del pañal. Con los pañales de tela, el control de esfínteres se realiza antes. En cualquier caso, los pañales de tela hoy por hoy absorben muchísimo. Por ejemplo, yo a mi hija le pongo por la noche un pañal especial de bambú que dura hasta doce o trece horas sin una sola fuga. A lo mejor un pañal desechable dura veinte, pero... ¿quién va a tirarse veinte horas sin cambiarle el pañal a su bebé, por favor?

En fin, que leer todas esas opiniones ha sido un poco como un festival del humor. Que cada uno es libre de expresarse y de decir todas las sandeces que le vengan a la mente, sin firewall de por medio, ¡claro que sí! Pero madre mía, qué pena dan quienes opinan así, tan a la ligera, sin haber leído ni siquiera un poquito del tema. Yo soy una apasionada de los pañales de tela, y menos mal, porque al haber tenido a mis dos nenas con dermatitis... ¡no quiero ni imaginarme cómo hubiera sido la cosa sin tela!

¿A qué esperas para decidirte? ¿A que suban el IVA al 50%? Los pañales de tela son la opción del futuro, no del pasado. Son más económicos, más ecológicos... ¡y muchísimo más bonitos!

martes, 14 de agosto de 2012

Un año en la luna

Esta madrugada va a hacer un año de uno de los momentos más dulces de mi vida, y quiero compartir lo que escribí entonces...

El 14 de Agosto de 2011 empecé a tener alguna contracción suelta por la tarde. No le di mucha importancia, porque llevaba ya varias semanas con pródromos que iban y venían, así que sólo bromeé con Jaime sobre qué mal nos vendría ponerme de parto justo esa noche, ya que al día siguiente teníamos un montón de cosas que hacer. Aparte, yo llevaba varios días mustia, con una ciática que no me dejaba ni caminar, y hacía mucho calor y los últimos días de embarazo son siempre agotadores. Fifí se acostó a las 10 de la noche, y me dijo que había decidido que no la despertáramos hasta que naciera Luna, que no quería ver el parto porque prefería dormir. Parece que lo presentía... Jaime y yo estuvimos un rato viendo la tele, pero a las 11 de la noche me entró un sueño atroz, no sabía qué me pasaba, así que decidí irme a la cama, no me enteraba de nada de la película que estábamos viendo. Intenté dormir pero no lo conseguía, y de repente, pasadas las 12, me noté algo mojada, pensé que sería sudor porque hacía mucho calor, pero al incorporarme de la cama, vi que seguía mojando. Encendí la luz y en el suelo había un charco, aguas claras, no era mucha cantidad, no sabía si me había hecho pis o se había roto la bolsa. Avisé a Jaime, me apreté la tripa un poco y como vi que seguía saliendo, efectivamente deduje que era la bolsa. Decidimos no llamar a Emilio hasta ver si se desencadenaba el parto. A la 1 de la noche, empecé a tener contracciones cada vez más regulares y cada vez más fuertes. Yo estaba en el jardín, hacía muchísimo calor y sólo me sentía cómoda ahí. Había luna llena, y la miraba hechizada en cada contracción. En algún momento dado Jaime me preguntó unas tablas de multiplicación o algo así y como vio que no era capaz de contestarle, dedujo que la cosa estaba en proceso, así que llamó a Emilio. Me senté en la pelota de pilates pero no estaba cómoda, sólo me encontraba bien apoyándome en la mesa de fuera. Jaime se puso a llenar la piscina en el salón, montando un jaleo tremendo con la manguera, el agua y no sé qué más. Yo ahí ya empecé a perder la noción de la realidad totalmente, me metí en mi mundo...

Una hora después, a las 2 o así, debió llegar Emilio. Yo le sentí llegar antes de que llamara, estaba medio hechicera o en trance o fuera de mí o no sé muy bien cómo explicarlo, se lo dije a Jaime y a los pocos segundos sonó el timbre. Emilio y Jaime siguieron llenando la piscina, me dejaron tranquila en el jardín. Estaba totalmente enloquecida, en un estado de borrachera extraña. A las 3 de la mañana las contracciones se pusieron más duras, así que decidí meterme en la piscina, y ya no salí de ahí... Notaba todo mucho más, los olores, los sonidos, las sensaciones. En el agua me sentía en mi lugar. Me hacía más llevaderas las contracciones, aunque en las últimas cinco o seis creo que grité tan fuerte que se enteraron en el pueblo de al lado. Menos mal que los vecinos estaban de vacaciones. En las últimas contracciones, las de los gritos espeluznantes, fue cuando quise empujar. Metí mi mano y noté cómo bajaba la cabeza cada vez más, y eso me daba ánimos. No abrí los ojos, necesitaba sentirlo todo totalmente a oscuras, con los ojos cerrados, metida sólo en mí. Por fin, noté que la cabeza estaba a punto de salir. Entonces empujé y sentí cómo salió. Escuché a Jaime llorando por detrás, flipando totalmente con lo que estaba viendo. Y a Emilio diciéndome que no tuviera prisa. Pero yo pensé “¿cómo que no? ¡esto me lo ventilo yo ahora mismo!”. Luna abrió los ojos dentro del agua y movía la cabeza como una loca, era una sensación rarísima, no se quedaba quieta como en los vídeos de partos en el agua que había visto. A la siguiente contracción, empujé con todas mis fuerzas, ¡y ahí estaba Luna! Despierta, activa, mirándolo todo con ojos de plato. Apgar 10 y Emilio dijo que jamás había visto a un recién nacido tan despierto. 

Jaime subió a por Fifí, que no sé cómo no se despertó en toda la noche, con la escandalera sobre todo de la última hora. Bajó Fifí y conoció a su hermanita aún en la piscina, con el cordón sin cortar, buscando ya el pecho, al que se enganchó espontáneamente. Ya no me sentía cómoda en un agua tan sucia, así que me pusieron unos empapadores sobre el sofá, cortaron el cordón -que ya no latía- y nos salimos. A los 20 minutos alumbré la placenta sin ninguna dificultad. No necesité ningún punto. Luna nació a las 4 de la madrugada del 15 de agosto, tras sólo tres horitas de parto, en su casa, con su familia. Decir que ha sido de las experiencias más increíbles de mi vida se queda corto. Ha sido salvaje, animal, pero al mismo tiempo sencillo, es algo que tenía dentro sin saberlo, una sabiduría instintiva que normalmente acallamos y a la que sólo hay que dejar salir para fluir con ella. Menos mal que al final, casi en el último momento, me decidí a parir en casa. Si no, me hubiera perdido algo poderoso e inmenso. He sido la dueña de mi parto, he sabido hacerlo, nadie me ha dicho qué tenía que hacer o cómo, cuándo empujar o dónde ponerme... Y me hace gracia ver en el vídeo del parto la cara que pongo cuando saco a Luna del agua. No es de ternura, ni de alegría, ni de miedo. Es de puro asombro. He recuperado la confianza en mi cuerpo, y he visto que sí, que YO TAMBIÉN PUEDO. 

viernes, 10 de agosto de 2012

Soy vegana porque soy madre

Muchas personas se sorprenden al enterarse de que soy vegana. Se sorprenden porque no voy por ahí intentando adoctrinar a nadie, ni busco confrontaciones o discusiones fervorosas y vehementes sobre si el ser humano es omnívoro o si ha nacido para comer alfalfa. Supongo que la gente tiene unas ideas preconcebidas sobre todo en la vida, y una desde luego es sobre el veganismo. Así que me pongo a pensar en por qué soy vegana... y me vienen a la mente las típicas razones.

1. Porque comer carne es insostenible. En efecto, la cría intensiva de la ganadería tal y como se conoce hoy en día, con el número de cabezas de ganado existente, es demencial. No sólo el gas metano que emite el ganado contamina más que los vehículos (suena a guasa, pero es cierto), sino que además las vacas, por ejemplo, comen mucho más que los humanos (bueno, o que la mayoría jejeje). Si los cereales con los que se alimenta al ganado se repartieran entre los humanos, el hambre del mundo no se extinguiría, pero estaría mucho más cerca. Comer productos animales es lo menos ecológico que hay.

2. Porque comer productos animales no es sano. No hace falta explicar las enormes manipulaciones que sufren los productos animales (y muchos otros, es verdad) antes de llegar a las estanterías del supermercado. Para que la carne siga siendo rosa (y no gris, que es color que adquieren los cadáveres, un color nada apetitoso) hay que añadirle químicos. Y hay que suministrar hormonas a las vacas y un montón de antibióticos para que las pobres sobrelleven las chorromil mastitis por las que pasan en su intensa explotación. Medicinas a las gallinas, que viven en condiciones de vida insalubres, hacinadas. Por lo hablar del estado higiénico de las piscifactorías...

3. Por querer perder peso. Esto es además una falacia como un pino, pero mucha gente aún se piensa que eliminando todo rastro animal, se perderá peso. Y esto se piensa porque aún se opina que la comida sin carne o pescado, o sin huevos, o sin queso... no es comida. Vamos, que si eres vegano te mueres de hambre, porque sólo comes lechuga. Esto no sólo es falso, sino que me da la risa. La comida vegana no sólo es más sabrosa, precisamente por eso hay que tener cuidado con no desmadrarse...

4. Por ser "alternativo". Sí, hay gente que considera que esta postura no es sino una moda, una especie de "guayez" autorregodeante, para sentirnos únicos o hippies o raros o qué sé yo.

5. Por ahorrar. Y esto es cierto. Cuesta mucho más un paquete de pechugas de pollo que un kilo de lentejas. Pero ojo, no cuesta todo lo que debería costar. El precio de la comida comparativamente a otros productos (coches, electrodomésticos, vivienda) apenas ha subido si echamos la vista atrás, lo que produce cada vez más explotación en peores condiciones, para sacar más beneficio con menos inversión. Engordes más rápidos, con piensos de peor calidad, en lugares más pequeños. Y muertes no desprovistas de sufrimiento precisamente... todo por ahorrar. Que esto es un negocio.

Y no. Todas estas cosas están ahí. Pero mi motivo principal no. Y es sencillamente que, desde que soy madre, soy más empática. Y mi empatía no sólo es para los humanos. Desde que soy madre, he aprendido a amar a los demás. Y sólo de imaginarme cómo le quitan a una vaca a su ternero recién parido para robarle su calostro y su leche... y sólo de imaginarme cómo viven los animales de granja, o en los zoos, o en los circos... cómo viven las gallinas ponedoras... cómo viven y cómo mueren millones de animales de tierra y de agua... sólo de intuir cómo son asesinados, despellejados vivos, mutilados y torturados tantísimos seres vivos que sólo quieren sobrevivir, como todos los humanos... sólo por eso, NO QUIERO FORMAR PARTE.

Por eso, yo no soy vegana para discutir con los demás. No quiero concienciar a quien no desea escuchar, porque no merece la pena. Me dan igual los argumentos tan mañidos que me han escupido mil veces esperando una reacción que no llega, ante la clara decepción de mis interlocutores (el de que las plantas también sienten ya me produce risa... porque en el colegio se aprende que para sentir dolor hace falta cerebro y sistema nervioso).

Sencillamente, soy vegana porque mi conciencia no me deja ser otra cosa. Soy vegana porque mi moral, mi ética, así me suplica. Soy vegana porque soy más empática que antes. Soy vegana porque soy madre.