jueves, 25 de julio de 2013

De paradojas y puritanismos

El otro día fue célebre la noticia de una pareja joven que cenaba tranquilamente en un restaurante chic de Nueva York y que fue humillada y tratada como un comando terrorista, con un despliegue policial digno de un telefilm casposo de Antena 3. ¿Su crimen? Amamantar a su bebé, ¡oh dioses!, en medio de ese templo esnob de glamour y canapés. Independientemente de la noticia en sí, que no me extraña a estas alturas (un país donde rige tamaño puritanismo es lo que tiene, que se dan estas nefastas paradojas, que las armas son guays y la desnudez es tabú, porque la sociedad patriarcal despunta, y con ello la competitividad, y a mayor competitividad menor afectividad, y a menor afectividad más se separa a los niños desde que nacen, con sus nefastas consecuencias y su perpetuación del círculo vicioso infinito... pero bueno, ésa es otra historia, que me voy).

Lo que me sorprende, lo que me indigna, son los comentarios del artículo en cuestión.

Y es que no aprendo. Hace tiempo que me prometí a mí misma no leer esos comentarios ignorantes y repletos de prejuicios que surgen como setas en cualquier rincón de internet, tipo Menéame (reducto de quinceañeros pajilleros que se atreven a opinar de todo lo que se mueve, ¡ea, no hay miseria!), forocoches, y demás indicadores del profundo saber popular de nuestro país.

Pero vuelvo a caer una y otra vez. Y acabo leyendo los comentarios de los artículos y abriendo perpleja la boca con asombro infinito ante cómo las personas sólo se atreven a expresar lo que realmente piensan bajo el anonimato virtual. Y esas opiniones son muchas, demasiadas, veces aterradoras.


Desde quien dice que "sólo las gitanas y personas con poca educación" dan el pecho en público (curioso que en Escandinavia, países donde las tasas de lactancia son las más altas, sea también donde la educación es la mejor del mundo), hasta quien opina que dar teta en público es sólo propio de "progres" y "exhibicionistas", o quien equipara el alimentar a tu vástago con hacer tus necesidades en público ("yo no cago en público, a ver por qué tienen que dar el pecho delante de todo el mundo"), pasando por quien compara EEUU con países como Afganistán ("seguro que si estuviera en Afganistán no se habría atrevido a amamantar en público"... ¿pero EEUU no era la tierra de la libertad?).

Cuando das teta a tu bebé (porque fíjate tú, los bebés no entienden de horarios, convenciones sociales, ni demás superficialidades que no pintan nada en la mera supervivencia), la cabeza tapa el pecho (sí, aún no he visto ningún niño transparente), con lo cual sólo "se ve algo" si "te esfuerzas" en verlo. Vamos, que no es tan obvio. Tienes que estar observando atentamente para pillar el segundo exacto en el que el pequeño suelta el pezón y la mamá se lo tapa. Y desde luego, si hay alguien esperando ese instante, me parece cuando menos enfermizo. Desde luego, si la queja de los escandalizados comensales iban encaminadas a evitar el micro instante fatídico de la visualización del trozo de pezón... apaga y vámonos.
El burka tetil para un restaurante viene fenomenal, así además te ahorras ponerte la servilleta...

¡Que esas exhibicionistas descaradas, maleducadas y progres se vayan a amamantar al baño, entre dulces olores la mar de acogedores! ¡O que se pongan un burka de ésos de dar teta! Quizás quienes damos el pecho tendremos que quedarnos encerradas en casa haciendo calceta, no sea que nos sorprenda un pezón furtivo el hipócrita de turno que luego tiene escondido bajo el colchón un arsenal de revistas porno... Aaah, pero es que ahí los pechos cumplen su función de objeto sexual y cuando amamantan no. ¿No irán por ahí los tiros? ¡Qué miedo, una mujer dueña de sus tetas, que la detengan, que se me descoloca todo y eso hace pupa!

Y lo peor de todo, como siempre, son los comentarios de mujeres. Terribles. Dolorosos. Tristísimos. Y una muestra como cualquier otra de lo poco madura que aún está nuestra sociedad. Tenemos tanto, tantísimo, que aprender. Tenemos tanto, tantísimo, que reaprender. Tenemos tanto, tantísimo, que desaprender...