viernes, 27 de junio de 2014

La indiferencia es la peor forma de violencia

Una de las cosas que más me cuesta desde siempre es callarme. Muchas veces, me tengo que morder la lengua hasta el infinito y más allá cuando escucho la típica perorata salpicada de ignorancia, prejuicios, u opiniones sin fundamentar en general.
En relación a la maternidad, sé que no hay que juzgar, así que intento callarme con todas mis fuerzas. Pero muchas veces se me llevan los demonios. Me resulta muy difícil.

Y creo que, con diferencia, en el tema del embarazo/parto/lactancia y demás, lo que más me fastidia es la actitud del "me da igual". Porque una cosa es ser una persona sin la posibilidad de informarte, y otra cosa muy diferente es tener toda la información del mundo al alcance de la mano... y aun así, despreciarla.

Creo que, principalmente, se juntan tres factores:

- La autoridad. Seguimos pensando que los profesionales de la salud tienen la última palabra, como si no fuéramos mujeres maduras con la suficiente capacidad para responsabilizarnos de nuestra propia salud. Por ello, dejamos que el embarazo y el parto caigan en el saco de lo patológico, y sean tratados como una enfermedad. Así que, si son una enfermedad, qué menos que dejarse manipular por los médicos, "que son los que saben".

- La normalidad. Nos da miedo "ser diferentes", ser "pioneras", y es que "si siempre se ha hecho así, por algo será". Así, y casi como corolario del primer punto, el de la autoridad, nos quedamos calladitas, no damos guerra, no vamos a ser más que la vecina, no queremos dar la nota, no queremos destacar. Y nos dejamos hacer, nuevamente, para no molestar, para no ser "raras".

- El miedo. Y éste es, quizás, el más importante. Y el que muchas veces deja que los dos primeros puntos se produzcan, casi con alivio. Estamos tan desconectadas de nuestros cuerpos, de la vida en general, que tenemos miedo. Miedo a parir. Miedo a amamantar. Miedo a sujetar un bebé. Miedo a ser lo que somos: mamíferas. ¡Tenemos, sencillamente, miedo a ser! Esta desconexión es terrible, porque no sólo supone desconectarse de nuestra sabiduría instintiva que subyace dentro de todos nosotros, sino sobre todo desconectarse totalmente de nuestra propia esencia. Así que nos dejamos llevar, porque tenemos miedo a encontrarnos con nosotras mismas. A descubrirnos, ahí, debajo de todas esas capas de modernidad, internet, maquillajes, piercings y sofisticaciones. Tenemos terror al dolor, terror a vernos como criaturas que gimen, gritan, sangran, y entran en un trance sinigual, animal, como nunca antes habíamos experimentado. Así que mejor ponernos anestesias y todo tipo de parches para no abandonarnos en esa locura, tan poco racional, tan extraña... tan incontrolable y, por ende, temible. La pasividad como método de controlar el terror.



Y así nos va. A años luz de otros países en cuanto a la atención en el embarazo y parto. Con toda la información a nuestro alcance... pero nos da igual.
Y se suceden los episodios de violencia obstétrica sin que nadie diga ni mu: inducciones cuando el cuerpo no está preparado, maniobras de Kristeller, separación de membranas, tactos "porque sí", posiciones impuestas, enemas, rasurados, fórceps, ventosas, cesáreas innecesarias. Pero no nos quejamos, no nos informamos, no buscamos. Y hablo con la gente y mi experiencia en los partos no tiene nada que ver con lo que otras personas me cuentan. Y la diferencia está en algo muy sencillo: la información de la madre. El criterio. La capacidad de informarse, leer, decidir, y sobre todo, desarrollar una actitud crítica. (Actitud que, por cierto, sería deseable tener en todos los aspectos de la vida para progresar como persona... aunque ésa es otra cuestión.)

Pero luego, cuando pasan esos partos, esas mujeres no se sienten mal, no encuentran a faltar nada, no se sienten violentadas. Es decir, a veces sí; algunas veces, un tiempo después, repasan lo sucedido y comprenden cómo fue lo que realmente pasó. Pero por desgracia, la inmensa mayoría sale de estos procesos totalmente indiferentes, porque se han visto en el hospital cuando sentían que estaban en un proceso patológico, y como tal se han dejado hacer, se han dejado "curar". Porque así fue también en el caso de su vecina. Porque así se hace siempre. Porque no quieren ser diferentes. Porque los médicos son los que saben. Y porque... ¡qué miedo, eso de sentir dolor en tu cuerpo!

Y si no se dan cuenta, la violencia obstétrica puede seguir adelante, como si nada, como otra arma más de control del patriarcado sobre los cuerpos de las mujeres.

Porque la indiferencia es, quizás, la forma más terrible de violencia.

martes, 24 de junio de 2014

Una pequeña gran victoria

A veces, los pequeños gestos sirven de algo. A veces, ponerse pesada y ofrecer argumentos REALES, también.

Se puso en contacto conmigo Miriam (http://www.mipediatravegetariano.com/, página altamente recomendable para quienes tengáis niños vegetarianos), interesándose por lo que había pasado con los bancos de leche. Le conté toda la historia, que se puede leer aquí:

Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche
Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (II)
Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (III)
Las madres desnutridas no producen peor leche... las madres veganas, TAMPOCO

Y cuál no sería mi sorpresa cuando, tras hablar ella con el banco de leche del Hospital 12 de Octubre, le contestan diciendo que han revisado los protocolos, y que las madres veganas correctamente suplementadas ya pueden donar.



Estoy muy feliz de haber aportado un granito de arena para llegar a esto, que además ha costado.

Muchas gracias, Miriam, por este comienzo de día tan estupendo :)