martes, 14 de agosto de 2012

Un año en la luna

Esta madrugada va a hacer un año de uno de los momentos más dulces de mi vida, y quiero compartir lo que escribí entonces...

El 14 de Agosto de 2011 empecé a tener alguna contracción suelta por la tarde. No le di mucha importancia, porque llevaba ya varias semanas con pródromos que iban y venían, así que sólo bromeé con Jaime sobre qué mal nos vendría ponerme de parto justo esa noche, ya que al día siguiente teníamos un montón de cosas que hacer. Aparte, yo llevaba varios días mustia, con una ciática que no me dejaba ni caminar, y hacía mucho calor y los últimos días de embarazo son siempre agotadores. Fifí se acostó a las 10 de la noche, y me dijo que había decidido que no la despertáramos hasta que naciera Luna, que no quería ver el parto porque prefería dormir. Parece que lo presentía... Jaime y yo estuvimos un rato viendo la tele, pero a las 11 de la noche me entró un sueño atroz, no sabía qué me pasaba, así que decidí irme a la cama, no me enteraba de nada de la película que estábamos viendo. Intenté dormir pero no lo conseguía, y de repente, pasadas las 12, me noté algo mojada, pensé que sería sudor porque hacía mucho calor, pero al incorporarme de la cama, vi que seguía mojando. Encendí la luz y en el suelo había un charco, aguas claras, no era mucha cantidad, no sabía si me había hecho pis o se había roto la bolsa. Avisé a Jaime, me apreté la tripa un poco y como vi que seguía saliendo, efectivamente deduje que era la bolsa. Decidimos no llamar a Emilio hasta ver si se desencadenaba el parto. A la 1 de la noche, empecé a tener contracciones cada vez más regulares y cada vez más fuertes. Yo estaba en el jardín, hacía muchísimo calor y sólo me sentía cómoda ahí. Había luna llena, y la miraba hechizada en cada contracción. En algún momento dado Jaime me preguntó unas tablas de multiplicación o algo así y como vio que no era capaz de contestarle, dedujo que la cosa estaba en proceso, así que llamó a Emilio. Me senté en la pelota de pilates pero no estaba cómoda, sólo me encontraba bien apoyándome en la mesa de fuera. Jaime se puso a llenar la piscina en el salón, montando un jaleo tremendo con la manguera, el agua y no sé qué más. Yo ahí ya empecé a perder la noción de la realidad totalmente, me metí en mi mundo...

Una hora después, a las 2 o así, debió llegar Emilio. Yo le sentí llegar antes de que llamara, estaba medio hechicera o en trance o fuera de mí o no sé muy bien cómo explicarlo, se lo dije a Jaime y a los pocos segundos sonó el timbre. Emilio y Jaime siguieron llenando la piscina, me dejaron tranquila en el jardín. Estaba totalmente enloquecida, en un estado de borrachera extraña. A las 3 de la mañana las contracciones se pusieron más duras, así que decidí meterme en la piscina, y ya no salí de ahí... Notaba todo mucho más, los olores, los sonidos, las sensaciones. En el agua me sentía en mi lugar. Me hacía más llevaderas las contracciones, aunque en las últimas cinco o seis creo que grité tan fuerte que se enteraron en el pueblo de al lado. Menos mal que los vecinos estaban de vacaciones. En las últimas contracciones, las de los gritos espeluznantes, fue cuando quise empujar. Metí mi mano y noté cómo bajaba la cabeza cada vez más, y eso me daba ánimos. No abrí los ojos, necesitaba sentirlo todo totalmente a oscuras, con los ojos cerrados, metida sólo en mí. Por fin, noté que la cabeza estaba a punto de salir. Entonces empujé y sentí cómo salió. Escuché a Jaime llorando por detrás, flipando totalmente con lo que estaba viendo. Y a Emilio diciéndome que no tuviera prisa. Pero yo pensé “¿cómo que no? ¡esto me lo ventilo yo ahora mismo!”. Luna abrió los ojos dentro del agua y movía la cabeza como una loca, era una sensación rarísima, no se quedaba quieta como en los vídeos de partos en el agua que había visto. A la siguiente contracción, empujé con todas mis fuerzas, ¡y ahí estaba Luna! Despierta, activa, mirándolo todo con ojos de plato. Apgar 10 y Emilio dijo que jamás había visto a un recién nacido tan despierto. 

Jaime subió a por Fifí, que no sé cómo no se despertó en toda la noche, con la escandalera sobre todo de la última hora. Bajó Fifí y conoció a su hermanita aún en la piscina, con el cordón sin cortar, buscando ya el pecho, al que se enganchó espontáneamente. Ya no me sentía cómoda en un agua tan sucia, así que me pusieron unos empapadores sobre el sofá, cortaron el cordón -que ya no latía- y nos salimos. A los 20 minutos alumbré la placenta sin ninguna dificultad. No necesité ningún punto. Luna nació a las 4 de la madrugada del 15 de agosto, tras sólo tres horitas de parto, en su casa, con su familia. Decir que ha sido de las experiencias más increíbles de mi vida se queda corto. Ha sido salvaje, animal, pero al mismo tiempo sencillo, es algo que tenía dentro sin saberlo, una sabiduría instintiva que normalmente acallamos y a la que sólo hay que dejar salir para fluir con ella. Menos mal que al final, casi en el último momento, me decidí a parir en casa. Si no, me hubiera perdido algo poderoso e inmenso. He sido la dueña de mi parto, he sabido hacerlo, nadie me ha dicho qué tenía que hacer o cómo, cuándo empujar o dónde ponerme... Y me hace gracia ver en el vídeo del parto la cara que pongo cuando saco a Luna del agua. No es de ternura, ni de alegría, ni de miedo. Es de puro asombro. He recuperado la confianza en mi cuerpo, y he visto que sí, que YO TAMBIÉN PUEDO. 

5 comentarios:

  1. precioso, increíble, mágico.... me quedo sin palabras al leer algo así! Es sencillamente, perfecto!!
    Enhorabuena y muchísimas felicidades por este primer año lleno de amor y de luz!!

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  2. Qué relato tan hermoso de tu parto. No he podido evitar soltar una lagrimita mientras lo leía. Felicidades.

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  3. Después de un año vuelvo a leer tu relato y vuelvo a emocionarme...precioso Eva...Felicidades a Lunita!

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  4. Lo leí hace un año y disfruté cada parte, y te envidié mucho... Qué bueno que haya mujeres que pueden sentirse mujeres, como debe ser, empoderadas.

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