jueves, 7 de febrero de 2013

Soy una señorita, y estoy bien calladita

El otro día me preguntaron "¿señora o señorita?". Sí, año 2013. Sí, aún hay gente a quien no conozco de nada que juzga que el saber si estoy casada y desvirgada es algo importante para rellenar un formulario o para hacer cualquier gestión.

La palabra "señorita" es una de tantas que en castellano tiene una serie de connotaciones totalmente diferentes a las de su equivalente masculina. Porque así como un "señorito" es un pijo, hombre adinerado, o similar... "señorita" quiere decir "virgen". Como suena, sin más. Otro reflejo más de la sociedad patriarcal son estas constantes connotaciones sexuales en tantísimos vocablos aplicados a las mujeres.


Una señorita es una virgen, porque no se ha casado (porque claro, una mujer "de bien" ha de llegar virgen al matrimonio, esto ni se cuestiona). Pues eso: ¿cómo a día de hoy a nadie le extraña que siga existiendo un término tan absolutamente despectivo hacia la mujer, hacia su privacidad, hacia su sexualidad, y hacia la noción misma de igualdad?

Si yo tengo que aclarar si soy virgen o no para rellenar un formulario, algo raro pasa.

Y daría para un post aparte el hablar de las tantísimas otras palabras que existen (insultos, en su mayor parte) relacionadas con la mujer con connotaciones ineludiblemente sexuales. Porque como todo el mundo sabe, las mujeres no somos más que objetos. Las señoritas somos así.

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