jueves, 14 de marzo de 2013

Con la mirada de un niño

Cuando un niño empieza a preguntarse por el porqué de las cosas, lo hace con una mirada nueva, pura, casi mágica. Descubre las cosas con auténtico interés y curiosidad. Ésa es también la mirada del filósofo. Cuando de mayores algo nos interesa realmente, si lo tratamos de ese modo, con esa curiosidad auténtica, pueril, pura y cristalina, ese algo nos atrapará irremediablemente.

Cuento esto porque he estado varios años metida en una especie de cascarón. Un cascarón cómodo y confortable, el del instinto mamífero, el de la crianza, el de la teta y los arrumacos, el de la entrega pura a mis hijas. Y he dejado escondido en el fondo de mi ser un aspecto de mí al que antes le daba mucha importancia. Lo he dejado agonizar, despacito, durante todos estos años. Y no deja de ser paradójico que, precisamente los años en los que he estado dedicada a mis niñas, sean aquéllos en los que no he sido capaz de mirar las cosas con curiosidad e interés.

Y resulta que con la formación que estoy haciendo de asesora de lactancia, poco a poco, ha vuelto a renacer ese gusanillo...

De lo que estoy hablando es del gusto por el estudio. He dejado aparcada todos estos años mi parte intelectual, hasta un punto que hoy se me antoja insufrible. ¿Cómo no me he podido dar cuenta? Mi parte instintiva me ha embriagado de tal modo que mi mente se ha ido de vacaciones, sin más. Y ahora clamo porque vuelva a casa.


También ha influido mi breve experiencia empresarial. Mi ex compañera no tenía ninguna inquietud intelectual. En realidad, no teníamos absolutamente nada en común. Y claro, contrasta con mi trabajo habitual (del cual estoy de excedencia), porque aunque ahí hay zotes como en todas partes, quien más quien menos ha estudiado una carrera y tiene su culturilla. Vamos, que hasta se pueden mantener conversaciones más allá de Gran Hermano y similares programas que ni he visto ni veré jamás.

Así que he decidido retomar el doctorado. O más bien él ha decidido retomarme a mí. El problema es que este paréntesis de años de crianza con una reforma educativa de por medio ha hecho que me caduque todo lo que tenía hasta la fecha. Al principio me sentó fatal, ¡todo para nada! Pero voy a respirar. Voy a disfrutar. No es el título lo que me interesa. Lo que quiero es volver a encontrarme, porque una parte de mí se perdió por el camino. Lo que quiero es recuperar la mirada asombrada de los niños, la mirada que tienen mis hijas cuando aprenden algo nuevo que les interesa. La mirada que se escondió tras mis párpados pero que desea volver a salir y disfrutar cada día como si fuera el primero. Como si fuera el único.

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