domingo, 30 de diciembre de 2012

De adopciones y más

Estos días he estado leyendo el libro "Venida de la lluvia. Historia de una adopción internacional", porque el tema de la adopción me atrae cada vez más por diversos motivos. La cuestión es que es un libro muy interesante porque se acerca a la adopción desde un punto de vista autobiográfico, contando cómo fue su proceso personal, lo cual resulta plenamente emotivo y esperanzador. Del libro me ha gustado sobre todo cómo separa la adopción con la mañida idea de "caridad": es que, aunque parezca mentira, muchas personas aún creen que adoptar un hijo se hace por caridad, o solidaridad, para el caso es lo mismo. Y es muy triste pensar de ese modo, ya que una adopción por esos motivos siempre estará ligada a una idea intrínseca de "agradecimiento" por parte del hijo. En plan "mira todo lo que he hecho por ti, recogiéndote de la miseria, debes estarme agradecido por ello". No digo que haya padres que pronuncien estas palabras. Pero esa sensación estará ahí, latente, para quienes vean en la adopción una especie de tarifa plana con el cielo o algo por el estilo.

La maternidad no tiene nada que ver con la solidaridad. Quienes deseen ser solidarios, sólo tienen que apuntarse a una ONG, hay muchas maneras de colaborar con los más necesitados. La maternidad sólo tiene que ver con el amor, y el amor es darse, sin más, sin esperar nada a cambio. No se busca ningún agradecimiento, ninguna respuesta. El amor es un sentimiento puro que, simplemente, brota, y ya no hay quien lo pueda parar. La solidaridad es un acto puntual, no puede mantenerse una relación de por vida basada en dicho sentimiento.


Por otro lado, no me ha gustado nada del libro la manera de criar que tiene la autora. Resulta sorprendente que una doctora en filosofía tenga tan poco pensamiento crítico. Se queja continuamente de dolor en los brazos al llevar a su hija (¿por qué no usó un portabebés?) y habla de malcriar, de niños tiranos, de que "los expertos recomiendan dejar al niño en la cama y marcharse antes de que se duerma". ¿Pero qué expertos son ésos? ¿Cómo puede ser que una persona que asumo que investigó durante años sobre crianza -puesto que, por desgracia, son siempre años hasta que se consigue tener al bebé entre tus brazos- sólo se quede con lo fácil? De hecho, los niños adoptados arrastran consigo una terrible mochila, una historia de abandono, soledad y traumas. ¿Cómo se puede hablar de "malcriar" a un niño que apenas ha recibido ninguna muestra de cariño en toda su vida? Eso me ha chocado hasta la absoluta perplejidad.

Y me hace pensar en cómo serán los psicólogos que evalúan a los futuros padres para la obtención del certificado de idoneidad: ¿será por pura suerte, según sea la manera personal de pensar y los prejuicios e ideas de cada profesional, o seguirán unos criterios establecidos y anticuados de "educación jerárquica"?

Es un mundo que no conozco nada, y hablo desde la más absoluta ignorancia. Pero me gustaría comprender cómo es ese proceso, por qué se juzga que una persona sí vale para ser madre y otra no.

Todo esto me ha hecho recordar que, este verano, estaba en el banco haciendo cola para realizar una gestión, y entró una mujer con dos niños, uno biológico y una niña china adoptada. Bueno, pues la señora se dedicó a chillar a los niños todo el rato que estuvimos ahí, a darles azotes sin parar... porque los pobres habían cometido el terrible pecado de ser niños, de querer correr y jugar en vez de estarse sentaditos en una aburrida silla (¡lógicamente!). Y en ese momento me lo pregunté: ¿cómo pudo esta señora obtener el certificado de idoneidad?

Me gustaría comprenderlo.

lunes, 24 de diciembre de 2012

No es lo mismo

El otro día me hablaba mi marido de una compañera de trabajo que acaba de tener un bebé y que opina que éste únicamente necesita "calor humano", sin importar de quién, con lo cual da igual darle el pecho o el biberón, puesto que sólo quiere estar "en contacto con otro cuerpo", sin importar si es el de la madre o el del revisor de la caldera. Quien así habla es una persona con estudios superiores, dos ingenierías, matrículas de honor por todas partes, inteligente y culta. Quiero decir que no es una pobre boba ignorante ni mucho menos. ¿Cómo puede ser? A mí la verdad es que estas cosas me dejan de piedra. No ya por un mero "quien puede leer debe informarse", sino por cómo determinados prejuicios están tan sumamente arraigados en la sociedad que incluso personas con buenas capacidades no son conscientes de ellos.

Y me da mucha pena.

No sé si esa mamá le dará el pecho a su bebé, no se trata de eso. Quizás finalmente se sienta conquistada y el instinto consiga salir a flote, como tantas veces ocurre. Pero lo más probable es que, por desgracia, pase lo de siempre: que los prejuicios son tan fuertes que desista antes de intentarlo siquiera. Porque ni se le pase por la cabeza que su hijo lo que quiere es estar con ELLA, el único ser humano que conoce, el único olor familiar, el único regazo plenamente tranquilizador.

Claro que un bebé puede calmarse en contacto con otro cuerpo (y sí, necesita estar en contacto con alguien, y si no es la madre, pues se conformará, mejor eso que estar tirado solo en una cuna muerto de miedo a que venga un depredador a por él, el instinto de supervivencia es lo único que tiene). Pero en un mundo ideal, donde se tenga en cuenta la condición mamífera de dicho bebé (porque no es un renacuajo ni un lagarto ni una serpiente de cascabel), lo natural es que quiera estar pegado a su madre. Y es que la crianza, en los primeros meses, es cosa de la madre. Sólo hay que mirar a cualquier otra hembra mamífera. Al bebé humano le trae sin cuidado que estemos en una sociedad moderna, porque él sólo tiene sus instintos, y éstos son los mismos que el de un ternero o el de un lechón.

Por supuesto que habrá momentos en los que la madre necesite descansar, y para eso está el padre, o la abuela, o la tía de Murcia. Eso es lógico y no somos heroínas. Pero negarle por sistema, y desde el mismísimo principio, la teta al bebé, con la excusa de que "mientras esté con alguien, qué más da teta o biberón", me resulta cuando menos asombroso.

Asombroso porque ya hay tantísimos estudios demostrando la idoneidad de la leche materna frente a la artificial, que una persona podría quedar literalmente sepultada por éstos. Pretender desde un primer momento que es igual una que otra se me antoja no sólo surrealista, sino peligroso. Asombroso porque la gente que pretende tener un hijo como quien tiene un muñeco me hace abrir los ojos hasta el infinito. Asombroso porque no comprendo cómo una persona con formación científica niegue estos hechos y se quede tan ancha.

Y sí, cada mujer debe decidir si da el pecho. Es que no se trata de eso. Lo que yo quiero constatar es que, si alguien decide no darlo, debe de ser con pleno conocimiento de lo que está haciendo. Pero ocultar la verdad bajo un montón de prejuicios, arraigados a saber a través de quién y por qué, al final únicamente perjudica al más desvalido en toda esta historia, al que no podrá decir esta boca es mía y pagará el pato, a la víctima de todas estas historias: el bebé.


sábado, 24 de noviembre de 2012

El apego, también por la noche

Mi hija tiene quince meses y se despierta todas las noches cada hora más o menos. Además, está toda la noche tomando teta sin parar, lo que me obliga a permanecer en posturas rarísimas y me levanto con la espalda hecha un ocho. Y aun así, a pesar de todo, creo que merece la pena.
Muchas personas se escandalizarían con esto, por dos motivos:
- en primer lugar, porque mi hija siga tomando el pecho con quince meses
- en segundo lugar, porque durmamos juntas.

En este mundo absurdo y competitivo, se nos ha olvidado el saber primordial, lo llevamos dentro pero muchas personas deciden callarlo a manotazos, por el qué dirán, por miedo, por inseguridad, por pura vaguería... Hemos olvidado escuchar a nuestra intuición de mamíferas.

Yo jamás he visto a una mamá gorila que obligue a dormir a su pequeño lejos de ella. Ni a una mamá gata, ni a ninguna mamá mamífera de ningún tipo. ¿Que somos más "sofisticados" que todos esos animales? ¿Qué quiere decir eso exactamente? Efectivamente, tenemos más capacidades intelectuales, un raciocinio mucho mayor... pero eso no tiene NADA QUE VER con la crianza. A ver, ser inteligente es estupendo y leer libros, resolver ecuaciones de segundo grado, o complejos problemas, está fenomenal... pero al bebé eso le trae sin cuidado. Le importa tres pepinos, porque el bebé cuando nace sólo tiene sus intuiciones para sobrevivir, su instinto de succión, y la necesidad constante de estar con un cuidador. Sólo así garantiza su supervivencia.


La independencia se alcanza de manera gradual, nosotros no podemos imponer esa independencia a nadie. Un bebé no nace dependiente y de repente, mágicamente, al cumplir tres meses, cuatro días, siete horas y quince segundos ya está capacitado para todo. Somos seres altriciales, somos bebés mucho tiempo, y necesitamos a mamá cerca muchos años. El bebé irá "despegándose" poco a poco, pero jamás podemos forzarlo. Forzar ese desapego sólo conseguirá tener niños inseguros a los que les ha faltado "algo" en su primera infancia.

Nunca he comprendido esa manía de "criar sólo durante el día". Es decir, una es mamá durante el día, y por la noche, como hay "que descansar", pues hala, el bebé en su habitación y la mamá en la suya, con un intercomunicador encendido por si se despierta, en los mejores casos. Y vamos, que estoy segura de que cuando inventen el bebé-tamagochi, que se puede apagar de noche, éste hará las delicias de los tantísimos cuidadores de mando a distancia que existen. ¿Y qué pasa? Pues que los pobres padres se pasan la noche como sonámbulos por los pasillos, de un lado a otro sin parar. Y al final la cosa se da la vuelta: es imposible descansar así. Y el siguiente paso es el temido método Estivill, copia del método Feber (este último se arrepintió del metodito, pero el mal ya estaba hecho), que produce unas secuelas psicológicas espantosas.

¡Pero por favor, si es todo mucho, mucho más sencillo que eso! Un bebé no necesita carísimos cochecitos, ropa pija, mil y un gadgets absurdos. Un bebé sólo necesita teta, calor, amor, cariño, compañía. Y claro que criar con apego puede ser muy cansado. Pero como lo es en los restantes mamíferos. Tener hijos es cansado, eso hay que tenerlo claro desde el principio. No podemos apagar al bebé cuando nos aburra. No podemos pasar de él cuando estemos cansados. Y no debemos dejarlo llorar para que "aprenda" a dormir. Respetar la necesidad de dependencia de nuestros hijos, y acompañarla, nos ofrecerá años después a niños más seguros de sí mismos, y con un apego bien establecido.

martes, 16 de octubre de 2012

Conclusiones por las ramas

Acabo de leer en el periódico la siguiente noticia:

Un perro salva la vida a un bebé de nueve semanas 

Duke, que fue adoptado hace seis años por la familia de la pequeña, alertó a sus dueños de que algo malo le ocurría 

Barcelona. (Redacción).- Duke no es un perro cualquiera, es un auténtico héroe que ha salvado la vida de un niña de nueve semanas en Connecticut. El perro, que fue salvado de un refugio de animales hace seis años, pagó la deuda con creces el pasado domingo a la familia que lo adoptó. 


El matrimonio Brousseau se había ido a la cama cuando Duke les despertó y empezó a moverse de forma descontrolada, según informa The Huffingtonpost. Esta acción sorprendió a Jenna, la dueña, porque jamás se había comportado de esa manera. Cuando fueron a la habitación de su hija Harper, de nueve semanas, se dieron cuenta de que no respiraba. Rápidamente llamaron a la ambulancia y la pequeña se recuperó en el hospital. 

"Él es el perro perfecto. Nació para ser nuestro, y de nuestra hijita", asegura Jenna. La familia ha querido compartir su historia con la prensa a ver si otras personas se animan a adoptar perros.
Después de esto, me quedo muda. Muda porque la conclusión que sacan los padres es que a ver si más gente se anima a adoptar perros (y por cierto, cuando se adopta, el animal no tiene ninguna deuda, porque se adopta sin esperar nada a cambio). Adoptar perros es maravilloso, efectivamente. Pero lo que personalmente no comprendo es cómo se puede dejar sola en una habitación durante toda la noche a un bebé de sólo nueve semanas. Y cómo después de lo sucedido los progenitores no concluyen otra cosa que cae por su propio peso.

Menos mal que la pequeña Harper tenía a su lado a ese maravilloso perro. Si no, no lo cuenta.

lunes, 8 de octubre de 2012

Celebrando lo que debería ser normal

Ayer terminó la semana de la lactancia y hoy empieza la semana internacional de la crianza en brazos. Y me pasa lo de siempre, que me pongo a pensar si creo en celebrar según qué cosas o no. ¿Por qué hay un día del orgullo gay, por qué hay un día de la mujer trabajadora, por qué se celebran cosas que deberían de estar absolutamente normalizadas?

Es que el día del orgullo gay se me antoja un carnaval y poco más. No veo ya reivindicación por ningún lado. Y nunca he comprendido por qué hay que estar orgulloso de ser gay, o de ser heterosexual, o de tener los ojos verdes. Uno es lo que es, ¿por qué hay que estar orgulloso de algo que va más allá de la mera elección? ¿Por qué estar orgulloso de ser gay es guay pero estar orgulloso de ser blanco es racista, por ejemplo? No lo comprendo. Y si es así, ¿no debería celebrarse el orgullo todos los días? Lo mismo pasa con el día de la mujer trabajadora. Las mujeres siempre hemos trabajado, siempre, y muchísimo. Que de un tiempo a esta parte se nos pague por ello (menos que al hombre, ¡faltaría más!), ¿no quiere decir que celebrar el día de la mujer nos permite expresarnos un día al año en plan pataleta? ¿No quiere decir que el propio día de la mujer nos coloca nuevamente por debajo, ya que no hay un día del hombre?

Pues con estas cosas me pasa un poco lo mismo. Somos mamíferos. La crianza es en brazos, el alimento es por la teta. Fin de la historia. ¿Por qué hay que celebrar algo que es lo normal? Yo no celebro el día de la evacuación por el esfínter, el día del pelo que crece o la semana internacional de los oídos que escuchan.


Por otro lado, comprendo que estas celebraciones se realizan en pos de la visibilidad y todo eso... ¿pero eso no debería de ser un trabajo diario? Yo me saco la teta donde sea si mi hija tiene hambre. Yo llevo en brazos a mi bebé así se hunda el mundo o la vecina del quinto diga todas las chorradas que le dé la real gana. No necesito que sea en una celebración, al igual que jamás necesité una sala de lactancia porque a mí me da igual amamantar en la sala de espera del dentista que en la sección de congelados del Mercadona.

Y por eso yo me pregunto... ¿qué estamos celebrando, exactamente? ¿Que hemos perdido nuestra esencia mamífera? ¿Que hemos perdido la capacidad de respetar, y por eso tenemos que volver una y otra vez a analizar lo obvio? ¿O que lo que hacemos NO es lo normal y por eso necesitamos de una celebración para mostrarnos al mundo? ¿En qué momento dejó de ser normal, por qué, cómo podemos trabajar de modo que nunca más haya que celebrar nada así, puesto que no resaltará de ningún modo?

Supongo que lo normal y lo habitual no son las mismas cosas, y me entristece.

domingo, 26 de agosto de 2012

Yo no hablo del efecto Compton, tú no hables de pañales de tela

Con la inminente subida del IVA dentro de menos de una semana, muchos medios de comunicación están tratando el tema de los pañales de tela. Porque los pañales desechables tendrán un 21% de IVA, esto es, no se considerarán un artículo de primera necesidad, de ahí que cada vez será más habitual el que muchos padres recurran a los pañales de tela no sólo (o no tanto) por motivos ecológicos, sino también económicos.

Hasta ahí, todo bien. Lo que me llama poderosamente la atención de esto son los comentarios. En todos los periódicos digitales donde se ha hablado de pañales de tela, los comentarios bajo la noticia no tienen desperdicio. No sólo por el inmenso número de personas sin hijos que se atreve a opinar de un tema que ni les va ni les viene (véase el "Menéame", guarida de veinteañeros geeks que de pañales poquito saben, pero que se atreven con eso, con la lactancia... ¡olé, qué más da!), sino por el inmenso número de personas que no tiene ni idea de lo que es un pañal de tela. Ni repajolera idea, vamos. Y allá que van, soltando parrafadas sobre un tema o sobre otro, el caso es opinar. Como el día en que yo me meta en un foro de física cuántica, hala, a soltar cuatro frescas. No tendré ni idea del tema, pero y qué más da, qué a gusto me voy a quedar. ¿La constante de Planck? ¡Menuda chorrada, hombre, que no tenéis ni idea! ¿La paradoja EPR? ¡Eso lo soluciono yo en dos minutos!

Por supuesto que no estoy comparando ambas materias en cuanto a profundidad o importancia. Sólo es un ejemplo como cualquier otro de lo curioso que resulta escuchar a personas hablando sobre temas que no sólo no dominan, sino de los cuales no tienen absolutamente ninguna idea.

Y éstos son los prejuicios más arraigados sobre pañales de tela:

- Son antihigiénicos y poco saludables. El suponer que un trozo de plástico sea más higiénico y saludable que la tela por el simple hecho de que el primero sea desechable no sólo es falaz, sino además peligroso. Los pañales desechables usan una enorme cantidad de productos químicos, entre ellos blanqueantes, que no son precisamente lo mejor para la delicada piel del bebé. Por no hablar de los tóxicos como el poliacrilato de sodio. ¿Tú qué preferirías, usar ropa interior de celulosa o de tela? Pues esto es igual. Mis dos hijas tienen dermatitis, y gracias a haber usado tela con ambas, no tuvieron el culete como un mandril, según dijo el propio pediatra. Cuando los pañales de tela se lavan, desaparecen todos los microbios que pudieran contener. ¿Eso no es más saludable para una piel delicada que usar un derivado del petróleo repleto de tóxicos?

- Representan una vuelta al pasado. Pero vamos a ver, ¿esto qué quiere decir exactamente? Porque hasta donde yo sé, si nos equivocamos con algo y concluimos que lo de antes era mejor, ¿rectificar no era algo de sabios? A partir de los años 80 y 90, todo empezó a ser desechable. No ya sólo los pañales, es que yo recuerdo de pequeña ir al supermercado a devolver los cascos de las botellas, comprar el pan con una bolsa de tela y muchas cosas así. Y de repente, no sé cómo, bolsas y bolsas de plástico en el supermercado, envases y envases de plástico de un solo uso, galletas envueltas de manera individual en otro envase general, latas de aluminio, derroche, desperdicio, despilfarro. Eso ni es sostenible ni es ecológico. Y ahora, cada vez más personas van a la compra usando bolsas de tela, carro de la compra, o intentan evitar los envases superfluos en la medida de sus posibilidades, por ejemplo. Pues esto es lo mismo. Si volver al pasado es volver a las cosas que estaban bien hechas, no le veo mayor problema. Lo diabólico es quienes identifican los pañales de tela con la España de la posguerra y cosas así de bizarras que he leído. No consigo comprender la conexión, lo siento.

- Son un engorro. Uy sí, aún hay gente que se cree que los pañales de tela se lavan en el río. Que dan un trabajo inmenso, que nos pasamos horas y horas frotando pañales con un pie atado con una cadena al lavadero (sí, quienes usamos pañales de tela tenemos lavadero, y nos ponemos una cofia en el pelo). Ni se plantean que los pañales de tela se lavan en la lavadora (¡oh mágico invento!), junto al resto de la colada. Ése es el trabajo que dan. ¿Qué supone eso a la semana? Yo lavo pañales cada dos días. Y considero que me dan poquísimo trabajo. ¿Diez minutos montando pañales cada dos días? Es que ni me doy cuenta.

No son ecológicos. Palabra de honor que hay gente que dice que el agua que se emplea para lavar los pañales de tela, y los detergentes, invalida el argumento de que sean ecológicos. Un pequeño cálculo rápido: un niño que use seis pañales desechables al día durante dos años y medio, gastará la friolera de unos 5000 pañales en toda su vida (infantil, al menos, que luego en la senectud habrá que ver), y eso es tirando por lo bajo y por dejarlo en números redondos. Cada pañal desechable usa un vaso entero de petróleo en su producción. El proceso de fabricación de un solo pañal desechable consume tres veces la cantidad de agua que se usa para lavar ¡500 veces! un solo pañal ecológico. No hace falta ser un genio para sacar conclusiones. Claro que realizar pañales de tela consume agua también, pero al no llevar blanqueantes y ser de producción ecológica, ésta es muchíiiisimo menos. Los pañales de tela se lavan con poquísimo detergente, por cierto. No podemos decir lo mismo de la cantidad de blanqueantes que se usa con los desechables. Cada niño que usa pañales desechables, utiliza diez veces más agua que un niño que use tela. En Estados Unidos, se generan 82.000 toneladas de plástico y se talan 250.000 árboles cada año para hacer pañales desechables. Anualmente,18.000 millones de pañales terminan en la basura, y sólo el 40% de este material es biodegradable. Y ojo, incluso los pañales desechables ecológicos no son totalmente biodegradables: hoy por hoy, sólo existen ecológicos capaz de biodegradarse en un 65%. Esto quiere decir que tardan cinco años en vez de 400, lo cual no está mal. Pero no son 100% biodegradables tampoco.

- Son feos. Este argumento ya me tira por los suelos de la risa. Una vez más, quienes así opinan no han visto un pañal de tela actual jamás en la vida. Lo mismo se imaginan un trozo de trapo del polvo anudado con un imperdible. Los pañales de tela son preciosos. Muchísimo más bonitos que los desechables, tan blanquitos, tan sositos. Los hay de todos los colores, materiales, estampados... Los culetes con tela están mucho más graciosos.

- Son caros. Claro, hay pañales de tela que valen 25 euros la unidad, y si sólo te quedas con ese dato, parecen carísimos. Pero en primer lugar, aunque compremos pañales caros, se acaban amortizando (y más si, como yo, usas los mismos pañales con varios hijos). Pero también hay soluciones mucho más económicas, o se puede recurrir a comprar de segunda mano. Usar tela supone un ahorro de unos 1000 euros por hijo. O incluso más. En mi caso, por ejemplo, que estoy usando los pañales de su hermana mayor, estoy ahorrando mucho más.

- Absorben poco y mal. Es verdad que los pañales de tela absorben menos que los desechables. Pero es que los desechables para absorber usan productos químicos (poliacrilato de sodio, lo cual combinado con ácido acrílico, colorantes, perfumes y dioxinas, hacen que como tu hijo sea alérgico o sensible, verás qué diversión con los desechables), con lo que no le veo el sentido. El bebé nunca se sentirá mojado, es verdad, lo cual, por cierto, dificultará el abandono del pañal. Con los pañales de tela, el control de esfínteres se realiza antes. En cualquier caso, los pañales de tela hoy por hoy absorben muchísimo. Por ejemplo, yo a mi hija le pongo por la noche un pañal especial de bambú que dura hasta doce o trece horas sin una sola fuga. A lo mejor un pañal desechable dura veinte, pero... ¿quién va a tirarse veinte horas sin cambiarle el pañal a su bebé, por favor?

En fin, que leer todas esas opiniones ha sido un poco como un festival del humor. Que cada uno es libre de expresarse y de decir todas las sandeces que le vengan a la mente, sin firewall de por medio, ¡claro que sí! Pero madre mía, qué pena dan quienes opinan así, tan a la ligera, sin haber leído ni siquiera un poquito del tema. Yo soy una apasionada de los pañales de tela, y menos mal, porque al haber tenido a mis dos nenas con dermatitis... ¡no quiero ni imaginarme cómo hubiera sido la cosa sin tela!

¿A qué esperas para decidirte? ¿A que suban el IVA al 50%? Los pañales de tela son la opción del futuro, no del pasado. Son más económicos, más ecológicos... ¡y muchísimo más bonitos!

martes, 14 de agosto de 2012

Un año en la luna

Esta madrugada va a hacer un año de uno de los momentos más dulces de mi vida, y quiero compartir lo que escribí entonces...

El 14 de Agosto de 2011 empecé a tener alguna contracción suelta por la tarde. No le di mucha importancia, porque llevaba ya varias semanas con pródromos que iban y venían, así que sólo bromeé con Jaime sobre qué mal nos vendría ponerme de parto justo esa noche, ya que al día siguiente teníamos un montón de cosas que hacer. Aparte, yo llevaba varios días mustia, con una ciática que no me dejaba ni caminar, y hacía mucho calor y los últimos días de embarazo son siempre agotadores. Fifí se acostó a las 10 de la noche, y me dijo que había decidido que no la despertáramos hasta que naciera Luna, que no quería ver el parto porque prefería dormir. Parece que lo presentía... Jaime y yo estuvimos un rato viendo la tele, pero a las 11 de la noche me entró un sueño atroz, no sabía qué me pasaba, así que decidí irme a la cama, no me enteraba de nada de la película que estábamos viendo. Intenté dormir pero no lo conseguía, y de repente, pasadas las 12, me noté algo mojada, pensé que sería sudor porque hacía mucho calor, pero al incorporarme de la cama, vi que seguía mojando. Encendí la luz y en el suelo había un charco, aguas claras, no era mucha cantidad, no sabía si me había hecho pis o se había roto la bolsa. Avisé a Jaime, me apreté la tripa un poco y como vi que seguía saliendo, efectivamente deduje que era la bolsa. Decidimos no llamar a Emilio hasta ver si se desencadenaba el parto. A la 1 de la noche, empecé a tener contracciones cada vez más regulares y cada vez más fuertes. Yo estaba en el jardín, hacía muchísimo calor y sólo me sentía cómoda ahí. Había luna llena, y la miraba hechizada en cada contracción. En algún momento dado Jaime me preguntó unas tablas de multiplicación o algo así y como vio que no era capaz de contestarle, dedujo que la cosa estaba en proceso, así que llamó a Emilio. Me senté en la pelota de pilates pero no estaba cómoda, sólo me encontraba bien apoyándome en la mesa de fuera. Jaime se puso a llenar la piscina en el salón, montando un jaleo tremendo con la manguera, el agua y no sé qué más. Yo ahí ya empecé a perder la noción de la realidad totalmente, me metí en mi mundo...

Una hora después, a las 2 o así, debió llegar Emilio. Yo le sentí llegar antes de que llamara, estaba medio hechicera o en trance o fuera de mí o no sé muy bien cómo explicarlo, se lo dije a Jaime y a los pocos segundos sonó el timbre. Emilio y Jaime siguieron llenando la piscina, me dejaron tranquila en el jardín. Estaba totalmente enloquecida, en un estado de borrachera extraña. A las 3 de la mañana las contracciones se pusieron más duras, así que decidí meterme en la piscina, y ya no salí de ahí... Notaba todo mucho más, los olores, los sonidos, las sensaciones. En el agua me sentía en mi lugar. Me hacía más llevaderas las contracciones, aunque en las últimas cinco o seis creo que grité tan fuerte que se enteraron en el pueblo de al lado. Menos mal que los vecinos estaban de vacaciones. En las últimas contracciones, las de los gritos espeluznantes, fue cuando quise empujar. Metí mi mano y noté cómo bajaba la cabeza cada vez más, y eso me daba ánimos. No abrí los ojos, necesitaba sentirlo todo totalmente a oscuras, con los ojos cerrados, metida sólo en mí. Por fin, noté que la cabeza estaba a punto de salir. Entonces empujé y sentí cómo salió. Escuché a Jaime llorando por detrás, flipando totalmente con lo que estaba viendo. Y a Emilio diciéndome que no tuviera prisa. Pero yo pensé “¿cómo que no? ¡esto me lo ventilo yo ahora mismo!”. Luna abrió los ojos dentro del agua y movía la cabeza como una loca, era una sensación rarísima, no se quedaba quieta como en los vídeos de partos en el agua que había visto. A la siguiente contracción, empujé con todas mis fuerzas, ¡y ahí estaba Luna! Despierta, activa, mirándolo todo con ojos de plato. Apgar 10 y Emilio dijo que jamás había visto a un recién nacido tan despierto. 

Jaime subió a por Fifí, que no sé cómo no se despertó en toda la noche, con la escandalera sobre todo de la última hora. Bajó Fifí y conoció a su hermanita aún en la piscina, con el cordón sin cortar, buscando ya el pecho, al que se enganchó espontáneamente. Ya no me sentía cómoda en un agua tan sucia, así que me pusieron unos empapadores sobre el sofá, cortaron el cordón -que ya no latía- y nos salimos. A los 20 minutos alumbré la placenta sin ninguna dificultad. No necesité ningún punto. Luna nació a las 4 de la madrugada del 15 de agosto, tras sólo tres horitas de parto, en su casa, con su familia. Decir que ha sido de las experiencias más increíbles de mi vida se queda corto. Ha sido salvaje, animal, pero al mismo tiempo sencillo, es algo que tenía dentro sin saberlo, una sabiduría instintiva que normalmente acallamos y a la que sólo hay que dejar salir para fluir con ella. Menos mal que al final, casi en el último momento, me decidí a parir en casa. Si no, me hubiera perdido algo poderoso e inmenso. He sido la dueña de mi parto, he sabido hacerlo, nadie me ha dicho qué tenía que hacer o cómo, cuándo empujar o dónde ponerme... Y me hace gracia ver en el vídeo del parto la cara que pongo cuando saco a Luna del agua. No es de ternura, ni de alegría, ni de miedo. Es de puro asombro. He recuperado la confianza en mi cuerpo, y he visto que sí, que YO TAMBIÉN PUEDO. 

viernes, 10 de agosto de 2012

Soy vegana porque soy madre

Muchas personas se sorprenden al enterarse de que soy vegana. Se sorprenden porque no voy por ahí intentando adoctrinar a nadie, ni busco confrontaciones o discusiones fervorosas y vehementes sobre si el ser humano es omnívoro o si ha nacido para comer alfalfa. Supongo que la gente tiene unas ideas preconcebidas sobre todo en la vida, y una desde luego es sobre el veganismo. Así que me pongo a pensar en por qué soy vegana... y me vienen a la mente las típicas razones.

1. Porque comer carne es insostenible. En efecto, la cría intensiva de la ganadería tal y como se conoce hoy en día, con el número de cabezas de ganado existente, es demencial. No sólo el gas metano que emite el ganado contamina más que los vehículos (suena a guasa, pero es cierto), sino que además las vacas, por ejemplo, comen mucho más que los humanos (bueno, o que la mayoría jejeje). Si los cereales con los que se alimenta al ganado se repartieran entre los humanos, el hambre del mundo no se extinguiría, pero estaría mucho más cerca. Comer productos animales es lo menos ecológico que hay.

2. Porque comer productos animales no es sano. No hace falta explicar las enormes manipulaciones que sufren los productos animales (y muchos otros, es verdad) antes de llegar a las estanterías del supermercado. Para que la carne siga siendo rosa (y no gris, que es color que adquieren los cadáveres, un color nada apetitoso) hay que añadirle químicos. Y hay que suministrar hormonas a las vacas y un montón de antibióticos para que las pobres sobrelleven las chorromil mastitis por las que pasan en su intensa explotación. Medicinas a las gallinas, que viven en condiciones de vida insalubres, hacinadas. Por lo hablar del estado higiénico de las piscifactorías...

3. Por querer perder peso. Esto es además una falacia como un pino, pero mucha gente aún se piensa que eliminando todo rastro animal, se perderá peso. Y esto se piensa porque aún se opina que la comida sin carne o pescado, o sin huevos, o sin queso... no es comida. Vamos, que si eres vegano te mueres de hambre, porque sólo comes lechuga. Esto no sólo es falso, sino que me da la risa. La comida vegana no sólo es más sabrosa, precisamente por eso hay que tener cuidado con no desmadrarse...

4. Por ser "alternativo". Sí, hay gente que considera que esta postura no es sino una moda, una especie de "guayez" autorregodeante, para sentirnos únicos o hippies o raros o qué sé yo.

5. Por ahorrar. Y esto es cierto. Cuesta mucho más un paquete de pechugas de pollo que un kilo de lentejas. Pero ojo, no cuesta todo lo que debería costar. El precio de la comida comparativamente a otros productos (coches, electrodomésticos, vivienda) apenas ha subido si echamos la vista atrás, lo que produce cada vez más explotación en peores condiciones, para sacar más beneficio con menos inversión. Engordes más rápidos, con piensos de peor calidad, en lugares más pequeños. Y muertes no desprovistas de sufrimiento precisamente... todo por ahorrar. Que esto es un negocio.

Y no. Todas estas cosas están ahí. Pero mi motivo principal no. Y es sencillamente que, desde que soy madre, soy más empática. Y mi empatía no sólo es para los humanos. Desde que soy madre, he aprendido a amar a los demás. Y sólo de imaginarme cómo le quitan a una vaca a su ternero recién parido para robarle su calostro y su leche... y sólo de imaginarme cómo viven los animales de granja, o en los zoos, o en los circos... cómo viven las gallinas ponedoras... cómo viven y cómo mueren millones de animales de tierra y de agua... sólo de intuir cómo son asesinados, despellejados vivos, mutilados y torturados tantísimos seres vivos que sólo quieren sobrevivir, como todos los humanos... sólo por eso, NO QUIERO FORMAR PARTE.

Por eso, yo no soy vegana para discutir con los demás. No quiero concienciar a quien no desea escuchar, porque no merece la pena. Me dan igual los argumentos tan mañidos que me han escupido mil veces esperando una reacción que no llega, ante la clara decepción de mis interlocutores (el de que las plantas también sienten ya me produce risa... porque en el colegio se aprende que para sentir dolor hace falta cerebro y sistema nervioso).

Sencillamente, soy vegana porque mi conciencia no me deja ser otra cosa. Soy vegana porque mi moral, mi ética, así me suplica. Soy vegana porque soy más empática que antes. Soy vegana porque soy madre.

martes, 31 de julio de 2012

La lactancia no es sino la prolongación del embarazo


Si mañana inventaran una máquina para llevar a cabo la gestación o para que ésta se repartiera con el compañero, ¿cuántas mujeres la usarían? Porque existen grupos de mujeres pertenecientes a ese feminismo rancio y acartonado llamado "de la igualdad", que aún pretenden ser iguales a los hombres, ignorando las diferencias físicas, para lo cual renunciar a la lactancia materna es un modo estupendo de compartir la alimentación del bebé al cincuenta por ciento con el marido.

Pero claro, como el embarazo sólo puede llevarlo a cabo la mujer, nadie diría que "estar embarazada es machista". Sin embargo, sí se escucha por doquier que la lactancia materna esclaviza, que es machista, que hace que sólo la mujer se dedique a la crianza, etc...

¿Alguien le ha preguntado al bebé qué opina él de todo esto?

Cuando nace un bebé de cualquier especie, está indefenso. Cuando nace un bebé humano, está MUY indefenso. La inteligencia que otorga la bipedestación es lo que tiene: los humanos somos más listos, pero nacemos aún fetos y vulnerables. Y con los instintos a flor de piel, que es lo único que nos garantiza la supervivencia. Uno de estos instintos es precisamente el de succionar el pezón de la madre. Porque la madre lo es todo para el bebé, y la lactancia materna no es sólo alimento, es absolutamente el centro de la vida de cualquier bebé mamífero.

¿Alguien ha visto a una leona que no dé el pecho porque se caiga, a una perra que diga que dar el pecho es machista, o a una cebra que prefiera ir a pilates?

Dar el pecho en nuestra sociedad es muy difícil. Los propios profesionales ponen mil y una zancadillas a las mamás que decidan meterse en esta lucha testaruda. Las leches artificiales son poderosas, años y años de campañas de márketing y de dinero a mansalva gastado en promocionarse han conseguido darle la vuelta a la tortilla. Las leches artificiales tienen una función muy específica, y resulta estupenda en según qué casos. Pero cuando una madre quiere dar el pecho, cuando una madre decide escucharse y escuchar a su bebé, cuando una madre decide ser la mamífera que es y no la supuesta "mujer liberada" que debería ser... que se prepare porque empiezan los problemas.

¿Qué significa "mujer liberada"? ¿A quién hay que liberar, de qué, y por qué? ¿Y no es más libre quien decide escuchar a su naturaleza a pesar de los inconvenientes que -sin duda alguna- eso le traerá? No sólo es más libre, es que es sencillamente más valiente.

Decidir dar teta es tener que leer mucho. Tener que informarse mucho. Tener que, la mayor parte de las veces, saber más que muchos médicos. Tener que hacer oídos sordos de enfermeras, suegras, amigas cotillas, vecinas del quinto, señoras de la limpieza, profesoras de peluquería, y toda clase de opinólogos que aparecen al darle una patada a una piedra. Tener que pelear con percentiles, supuestos horarios de tomas, succiones no nutritivas y tantas otras cosas.

Decidir dar teta es entregarse. Pero es recibir mucho, muchísimo  más de lo que se espera. Esas miradas de satisfacción, esa manita que acaricia... Esas sonrisas furtivas. Ese dormirse con cara de felicidad.

¿Cuántas mujeres querrían esa máquina de gestación artificial si pudieran? ¡Y cuánto se perderían de las maravillas del embarazo, al igual que se pierden muchísimo quienes deciden no dar el pecho en pos de un biberón supuestamente liberalizador!

Lo que esas mujeres no comprenden es que la lactancia es una prolongación del embarazo. Viene en el lote. El embarazo no acaba al dar a luz, acaba con el destete. Es una pena que exista aún tanta desinformación en un mundo donde existe tantísima información al alcance de la mano. Es una pena que las mujeres no se atrevan a escucharse.

Feliz semana mundial de la lactancia materna 2012.

martes, 26 de junio de 2012

Rompiendo la cadena del maltrato: Estivill, eso es caca.


Todos arrastramos nuestros traumas. Es inevitable y por mucho que intentemos proteger a nuestros hijos, antes o después, sucederá algo que les hará sufrir. Muchos de nosotros no tuvimos un apego seguro de pequeños, no nos sentimos especialmente queridos o vimos que algo faltaba, que la disciplina sin más no es sino una cáscara vacía y que tener muchos vestidos no era nada comparado con un abrazo fuerte y sentido. Y después te haces mayor. Y entonces, tú también tienes hijos. En ese momento, puedes tomar dos decisiones: o cortar por lo sano con la crianza-tamagochi (tener un hijo como quien tiene una mascota virtual, que puede apagarse con mando a distancia cuando uno se cansa) y decidir estar ahí para tu retoño día y noche, o perpetuar una larga cadena de maltrato directo o indirecto.

Sí, maltrato. Porque el dejar que tu hijo, el ser que (supuestamente) más quieres del mundo llore hasta vomitar, con desesperación, con auténtico pavor, ignorándolo a propósito para "acostumbrarlo" a dormir (vamos, para no renunciar tú a tu vida anterior... ¿para qué tuviste un hijo entonces?)... ¿cómo se llama esto, si no es un maltrato en toda regla? ¿Cómo puede justificarse algo así, por mucho que esté dentro de la privacidad del hogar? Hemos conseguido, poco a poco, erradicar la violencia de los profesores en las escuelas, ya no está permitido que un profesor se tome según qué libertades con los alumnos en aras de una supuesta disciplina educativa o como quiera uno llamarlo. Pero en el hogar, un progenitor puede ejercer un auténtico abuso de poder dejando impunemente que un bebé de pocos meses llore durante doce horas sin atenderle, y eso no sólo no está considerado maltrato, sino que encima hay profesionales que lo aplauden.

¿Cómo puede un médico o cualquier otro profesional recomendar una práctica no sólo espantosa desde el punto de vista del apego, sino peligrosa médicamente hablando? ¿Cómo puede un bebé estar seguro totalmente solo en una habitación sin que nadie le haga el más mínimo caso durante toda la noche? ¿Y cómo todo esto puede estar recogido (que no documentado, el autor siempre omite las supuestas referencias científicas en las que se basa... sencillamente, porque no existen) en un libro, siendo además un éxito de ventas?

Vivimos en una sociedad cada vez más frenética y despiadada. Así, el tener un hijo se mete en el mismo cajón que el resto de las obligaciones del día a día. Y claro, por la noche, eso de no dormir puede resultarle a uno terriblemente desesperante... Y si de noche dejamos de trabajar, ¡dejemos también de tener un hijo, que es más cómodo!

Pues no, es que eso es imposible. Un hijo no es un tamagochi. Un hijo no puede criarse con mando a distancia, apagándolo y encendiéndolo a voluntad. Dejando de lado el que por la bipedestación, el bebé humano nace muchísimo más desvalido que el resto de bebés mamíferos, es que aunque se tratara de un niño de cinco años, eso, sencillamente, no se hace. No se puede amar a un niño de día y odiarlo de noche. No se puede besar a un niño por las mañanas y torturarle nocturnamente. No se puede hacer todo esto sin crear una bomba de relojería emocional que, tarde o temprano, explotará.

¿De verdad merece la pena?

¿De qué tienen miedo los padres que no se atreven a compartir el lecho con sus hijos? Se me ocurren las típicas razones...

- "Es que jamás se irá de mi cama." ¿De verdad piensas que tu hijo querrá dormir contigo toda tu vida? Ayyy, siento decepcionarte (sí, porque luego se echa mucho de menos). Tu hijo irá reclamando la independencia que por naturaleza le corresponde reclamar, y se acabará marchando a otro cuarto, al igual que más adelante querrá vivir en otra casa. Es ley de vida, ¡qué le vamos a hacer! Los niños a los que se les permite ser dependientes (sí, es que los niños son dependientes, no "saben" dormir solos ni conducir ni hacer la declaración de la renta, ¡fíjate tú qué cosas!) cuando les toca, serán luego lógicamente mucho más independientes que aquellos que tienen una dependencia no saciada.
- "Me van a criticar por consentir a mi hijo, por malacostumbrarle." ¿Y no es "malacostumbrar" acostumbrar a un niño al mal, al sufrimiento de sentir que nadie le hace caso? ¿No es más sano un niño que sabe que sus padres le protegen día y noche, como hacen los restantes mamíferos?
- "Es que entonces perderé la vida sexual." ¡Qué poca imaginación, hay que ver! ¡Pues anda que no hay sitios donde poder darse un buen meneo más allá de la cama!
- "Me preocupa el incesto." Si alguien piensa en esto, que vaya al psicólogo YA.
- "Es que el método funciona." Sí, es verdad. Funciona. También funciona pegarle a tu perro con un zapato. Pero funcionar no quiere decir que esté éticamente bien. Si mi vecino me molesta con el taladro y le mato, funcionará, el ruido ya no volverá. Pero evidentemente no es ético.
- "Tengo miedo de aplastar al bebé." A menos que peses 300 kilos o estés hasta arriba de heroína, anda que no es difícil eso. Cuando uno duerme, no está en coma. Siguiendo unas precauciones básicas, el colecho es totalmente seguro.
- "Es que me han regalado el libro." Pues quémalo en la chimenea, que en invierno hace frío. A todo se le puede encontrar una utilidad, aunque sea indirecta.

Y yo me pregunto... Cuando el autor de este librito (que encima es un plagio de otro) se siente triste... ¿se acurruca junto a su mujer, o se aplica a sí mismo su propio método?