sábado, 21 de diciembre de 2013

Comparativas que se lleva el humo

El otro día leí en este artículo que los niños españoles son más infelices que otros niños en Europa. Y los argumentos del porqué sucede esto son los de siempre: se les da demasiado, se les sobreprotege, son emocionalmente débiles, no saben cuáles son los límites...

Y es que según dicen ahí, los niños en los restantes países europeos (así, en general) saben adaptarse mucho mejor a según qué cosas, afrontar problemas, solucionarlos solos, y actuar de forma autónoma. Nuestros niños sin embargo no tienen autonomía ni autodisciplina.

Cuando leo cosas así, me pregunto por qué se habla de las familias como fuente de los problemas, en vez de ir un paso más atrás, a la auténtica raíz, que es de índole claramente social.



En España se trabajan demasiadas horas. Es un hecho. Tenemos unos horarios absolutamente demenciales, heredados de la época de Franco, y que hoy por hoy no ya tienen ningún sentido. ¿De qué sirve entrar a las 9, salir a las 2, tener dos horas para comer y salir a las 7? Si llegamos a casa a las 8, ¿cuánto tiempo veremos a nuestros hijos, una hora al día? ¿Qué tiene eso que ver con otros países en Europa, donde se puede disfrutar de la tarde en familia?

¿Qué podemos transmitir a nuestros hijos en una hora? ¿Qué podemos hacer en ese absurdo lapso de tiempo, en el que además nos encontraremos ya agotados tras un arduo día de trabajo, y seguramente nuestros niveles de paciencia y capacidad de escucha estén totalmente mermados, amén de que los niños también estarán cansados?

¿Cómo ayudarles a nada, cómo interesarnos por ellos, si no tenemos apenas tiempo de hacer la cena, darles un baño y meterles en la cama?

Nos quedan los fines de semana para disfrutar, ¡y qué rápidos se marchan! Además, seguramente mucha gente compense esa carencia emocional con cosas materiales. Por supuesto que no es lo adecuado. Pero es un mecanismo como cualquier otro para intentar luchar contra la culpabilidad, la inmensa culpa de sentirse presa de un sistema patriarcal que desde luego no es el más apto para criar niños. Y aún se extrañan de las patéticas tasas demográficas españolas. Milagroso me resulta que nazca un solo niño, visto lo visto.

Estoy cansada de tantos estudios comparando. Comparando la educación española con la finlandesa. Comparando cómo se vive aquí con cómo se vive en otros lugares. ¿Cómo se pueden realizar comparaciones tan a la ligera, ignorando el contexto social de los países, que son los que permiten a los padres actuar como tales, en vez de delegar la educación a los colegios saturados de niños, cuando los colegios deberían instruir y no educar?

Cuando se centren en luchar contra el auténtico hándicap de esta problemática en España, que es la falta total de conciliación con la vida familiar, estudios de esta índole tendrán toda mi atención. Hasta entonces, me resultarán simplificaciones absurdas que no tienen en cuenta las causas, con lo cual no buscan soluciones reales, sino sólo lanzar reproches tildados de sensacionalismo que sólo aumentarán el sentimiento de culpa de los padres... sin ayudar a nada, sin construir nada. Sin servir para nada.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El orgullo del florero

Fue noticia en Noruega, hace unos días, la mujer de un futbolista que, cuatro días después de parir, ha subido a internet una foto suya "totalmente recuperada del parto".

¿Qué quiere decir "totalmente recuperada"? ¿Quiere decir que ya se siente bien para retomar sus actividades cotidianas, que no tiene ningún dolor derivado del parto (qué sé yo, hemorroides, por ejemplo)? ¿Quiere decir que se encuentra feliz y pletórica?

No, nada de eso.

Lo que indica es que su barriga está plana. Que en tan sólo cuatro días ha perdido la tripa del embarazo, lo que le hace sentir "orgullosa de sí misma".

No está orgullosa de sí misma por haber tenido un bebé. Por haber parido. Por haber pasado por unos momentos emocional y físicamente agotadores. Por que su mundo se haya revolucionado. Si está orgullosa es por tener la tripa plana, por que su cuerpo haya "vuelto a la normalidad" en tan sólo cuatro días.

Pero vamos a ver, ¿de qué estamos hablando? El proceso natural de involución del útero después del parto, esto es, el tiempo que tarda un útero normal, sano, en volver a su posición y tamaño de antes del embarazo, es de entre cuatro a seis semanas. Sí, semanas, no días. Por otro lado, no se trata sólo del útero, sino que el cuerpo de la mujer, como el de cualquier hembra mamífera, acumula grasas durante el embarazo para poder afrontar la lactancia. Además, a lo largo del embarazo se retienen muchos líquidos que también contribuyen a que el peso sea mayor.

Cuando una mujer da a luz, está varias semanas con la tripa colgando, en mayor o menor medida, según su propia constitución. Pero NO puede tener la tripa plana. Y aunque la tuviera, ¿por qué hay que estar orgullosa de eso? ¿Qué importa, en esos momentos? Y sí, la genética tiene mucho que ver, pero hasta cierto punto. Algunas mujeres se recuperan antes que otras, qué duda cabe. ¿Pero tan importante es exhibirse en plan "mira, qué guapa estoy"? ¿Qué esconde a gritos esa fotografía?


La presión que ejerce la sociedad patriarcal para que la mujer vuelva a ser un florero a la mayor prontitud me resulta abrumadora. Es como si durante el embarazo se permitiera ese breve lapso donde la hembra ya no está "receptiva", donde puede permitirse ganar peso (pero no demasiado, "que luego tengo que perderlo"), pero después de eso hay que volver corriendo a entrar en el redil.

A mí personalmente me da igual que en esta imagen haya Photoshop o no, sea auténtica o no, haya cirugía o no. No me interesa el qué, sino el porqué.

Es lógico que muchas mujeres noruegas se hayan sentido profundamente ofendidas ante la imagen de esta señora posando en lencería cuatro días después de parir.

Porque además, cuando das a luz, y entras en la "cuarentena", te tiras varias semanas expulsando loquios por la vagina, así que tienes que usar compresas (no, no se pueden utilizar tampones o copa después del parto), lo cual no siempre es muy cómodo, la verdad. Al cuarto día, aún estás expulsando sangre y loquios en cantidades ingentes. No creo que esta señora lleve una compresa en esas bragas. Lo que me hace pensar que se ha puesto ese modelito para posar artificialmente en una foto que le suba la autoestima, y que además al ponerla en sus redes sociales, produzca la admiración de todos.

Es terriblemente triste querer sentirse "deseada" para poder sentirse "orgullosa".
Es terriblemente triste estar pendiente, cuatro días después del parto, de tu aspecto físico con tanto ahínco.
Es terriblemente triste aceptar ser un objeto de deseo, sin más, sin tiempo para una introspección necesaria en un contexto que debería ser profundamente reflexivo como es el del puerperio.

Pero lo que me resulta más triste es que admiradoras y detractoras no vean ahí a una mujer herida, víctima de sí misma y de una sociedad machista (sí, en Escandinavia también son muy machistas), víctima del bajón hormonal tras el parto, que no ha encontrado mejor forma de sentirse mejor que mirándose en el espejo y encontrando en él un reflejo de su antiguo yo.
Porque quizás sólo necesitaba un abrazo, un apoyo y un consuelo, y como no lo ha tenido, ha sustituido el sustento emocional por el físico... porque es más sencillo, y desde luego mucho más manejable.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Teleología de la autorrealización

Muchas veces, sobre todo en personajes públicos, se habla de la "realización personal". Fulanita se siente realizada. Menganito se realiza con su trabajo. Y por eso están muy felices y completos y no les falta de nada. La realización lo es todo, y ellos ya han tocado su cúspide.

Y creo que es totalmente imposible ser feliz en un proceso "cerrado". Porque al ser humano no le interesan las respuestas, sino las preguntas. Porque lo que importa en un truco de magia no es el cómo se hace, sino el asombro que implica el truco en sí. Porque los días son diferentes unos de otros, nosotros tampoco somos hoy los mismos que ayer, y nos vamos haciendo día tras día.


La realización es algo muy sutil, pero se me antoja más un proceso indeterminado, en el que sólo importa el proceso en sí, sin llegar nunca a un fin exacto. Y así, yo me voy realizando, y en ese camino aprendo cosas y progreso como persona, también me equivoco mucho y a veces tropiezo siete veces con la misma piedra.

La realización personal no puede nunca cerrarse. Es un ir haciéndose, un proceso circular, abierto, en el que no se vislumbra ningún fin más allá que el propio proceso.

Me realizo y me desrealizo y me construyo y me deconstruyo día tras día. Y en ese ir haciéndome aprendo, aprehendo, desaprendo, comprendo y progreso. Pero jamás, jamás, me realizaré, porque entonces estaría, sencillamente, muerta como persona.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Las vacas también deberían tener un destete natural

Ya son varias, demasiadas, veces, las que escucho que "si a una vaca no se la ordeña, es malo para ella porque entonces tiene mastitis y otras enfermedades". Éste es un ejemplo más de cómo se le da la vuelta a las cosas de un modo totalmente oportunista (como sucede también, por ejemplo, con la "leche de continuación", que es más barata porque es de peor calidad, pero las empresas la venden como "adaptada a las necesidades nutricionales de los bebés de más de seis meses"). Lo malo es que este mito se escucha incluso entre colectivos vegetarianos (por ejemplo, los Hare Krishna). Quizás algunas personas utilicen este argumento para justificar su consumo de lácteos. Pero creo que la mayoría, simplemente, de verdad lo cree. Cuando se repite algo muchas veces, al final, "casi" se convierte en verdad.

Las vacas son mamíferos. Hasta ahí, todos estamos de acuerdo. Las hembras mamíferas dan el pecho del siguiente modo: nace su bebé, producen calostro, luego sube la leche, y la lactancia prosigue mientras haya demanda. La lactancia suele terminar paulatinamente, por lo que la producción de leche irá disminuyendo poco a poco, hasta desaparecer. Esto sucede así en todas las hembras mamíferas, humanas incluidas. ¿Qué pasa si el destete se da abruptamente? Pues que puede haber una obstrucción, y de ahí, una mastitis (que puede derivar en cosas peores, como un abceso). ¿Qué causa el destete en las vacas? Desde luego, no ellas. El destete abrupto, en todo caso, se daría por parte de los humanos, que les arrebatamos a sus hijos.

Pero en la ganadería industrial la cosa va más allá. Porque los ciclos reproductivos de las vacas están totalmente alterados por hormonas (la hormona de crecimiento bovino es inyectada a diario), para aumentar la producción de leche hasta niveles absurdos. Las vacas son inseminadas continuamente (60 días después de parir), porque así se mantienen sus niveles de producción. Los terneros son separados al día de nacer, de ese modo también se vende el preciado calostro de las vacas. La vida de una vaca lechera en una ganadería industrial es de unos cinco años. En condiciones normales, sería de unos veinte. Además, las vacas se ordeñan con máquinas que frecuentemente producen descargas eléctricas de mayor o menor intensidad, que suelen causar heridas en las ubres, lo que favorece igualmente la aparición de mastitis. También implica, por cierto, que la leche extraída tenga restos de pus. Para "solucionar" esto, se les suministran antibióticos continuamente, lo que hace que al beber leche se consuman antibióticos, desarrollando poco a poco tolerancia hacia ellos.



Los terneros, que no olvidemos son bebés recién nacidos, son separados, pues, de sus madres, a las pocas horas de nacer, confinados en espacios minúsculos para que no se muevan y su carne sea más "tierna". Uno de sus cuatro estómagos se usará para realizar cuajo para los quesos.

Cuando la producción de leche baja, cuando la vaca está totalmente agotada, es enviada al matadero.

En condiciones naturales, una vaca sólo desarrollaría mastisis por causas naturales (obstrucción, destete abrupto). Por lo tanto, no ordeñar a las vacas NO causa mastitis. Lo que causa mastitis es explotarlas artificialmente. ¿Cómo puede ser que se le haya dado la vuelta a esto de una manera tan evidente?

Por último, sólo recordar que la leche de las vacas está nutricionalmente adaptada a las necesidades de los terneros. Esto es, no a la de los humanos. Tiene demasiada grasa para los humanos y está fuertemente vinculada a la obesidad (EEUU, por ejemplo, que tiene unas tasas apabullantes de obesidad, está en el top de consumo de lácteos), así como a la osteoporosis (sí, por contradictorio que pueda parecer, mucha gente cree que el calcio de la leche de vaca protege de la osteoporosis, pero ése es otro mito más: el calcio de la leche está ligado a sus proteínas, lo que dificulta enormemente su absorción; la tirocalcina, de hecho, inhibe la absorción del calcio; en países asiáticos donde no se consumen lácteos es precisamente donde las tasas de osteoporosis son las más bajas). Además, muchísima gente tiene intolerancia en menor o mayor grado a la lactosa (porque la leche, no lo olvidemos, es un alimento para bebés y niños, no para adultos, por eso hacia los seis o siete años -la edad natural de destete en el ser humano, cuando se comienzan a caer los "dientes de leche", que por eso se llaman así- se suele desarrollar dicha sensibilidad, el no desarrollarla es una mutación).

En resumidas cuentas, cada uno tiene que decidir si consume leche, o cualquier otra cosa. No se trata de eso. Pero creo que hay que saber siempre cómo se produce lo que se consume, para que la decisión sea con pleno conocimiento. Porque sólo sabiendo lo que se decide, se decide realmente.
Si no, es únicamente un dejarse llevar. Una inercia.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El principio está en el NO

Desde que cuentas con tan sólo unas horas de vida, empiezas a entrar en el redil. Las cosas son así porque siempre lo han sido. Hay normas que debemos cumplir.

Creces y te encuentras con más límites, más normas, más reglas: en casa, en el colegio, en la calle, en todas partes. Sólo percibes negativas, no te dan explicaciones, y cada vez van disminuyendo en ti las ganas de saber. Estás siendo alienado, amoldado, construido.

La vida sigue y sigue, tú ya no eres un niño, pero el sistema y tú os habéis vuelto un uno, no puedes huir porque eres parte de él y él parte de ti, como una ameba pegajosa y trágica.

Y un día, de repente, caes en que no entiendes nada. No comprendes por qué son así las cosas, así y no de otra manera. No te entra en la cabeza cómo hay personas que no van más allá, cuestionándose absolutamente todo. El conformismo es lo más peligroso que existe, porque te anula como individuo e impide a la sociedad avanzar. Ampararse en las tradiciones, en la cultura, en los "esto es así porque siempre ha sido así" es dramático hasta límites insospechados.



Decía Thomas Kuhn que todas las revoluciones empiezan con una simple palabra: NO. Sólo cuando nos atrevemos a decir que no, estaremos demostrando una voluntad de cambio, estaremos iniciando el gesto dificilísimo pero esencial de gritar "hasta aquí, esto no está bien, esto no puede seguir así".

Lo cómodo es vivir dentro de la caverna, todos lo sabemos. Dejarse mecer por las aguas tranquilas, alterándose sólo cuando quitan de la televisión tu serie favorita o pierde tu equipo de fútbol.
Es fácil. Es manejable. Es práctico.

Pero quien no se plantea alguna vez estas cosas...

Lo que come
Lo que compra
Dónde vive
Por qué es así la familia
Por qué es así la sociedad
Por qué existen desigualdades
Cómo se consigue el poder y por qué se ansía
Cómo se jode una infancia
Por qué se tolera la crueldad hacia otros
Por qué se tolera el sufrimiento
Por qué no se cambian las cosas que no funcionan
Cómo se paran los engranajes podridos
Por qué nadie escucha tu voz
Por qué hay tanta competitividad
Cómo funcionan los traumas, y cómo superarlos
...
(etc, etc)


... ¿cómo puede siquiera creerse vivo?

No saber decir NO es la muerte del individuo y la perpetuación del inmovilismo social. Y ahí es donde residen la ignorancia, las desigualdades, la falta de principios.

Porque, al revés de lo que siempre nos trataron de inculcar, el conformismo implica el suicidio, lento pero inexorable, de la moral.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Echándonos tierra encima

El otro día me comentaba una compañera de trabajo que los hombres conducen mejor. Que está comprobado. Es la misma compañera que hace años me dijo, cuando me mostré preocupada por sacar el coche del aparcamiento tras una copiosa nevada (un aparcamiento en cuesta y sin asfaltar, repleto de baches), que se lo pidiera a un compañero (varón) para que lo hiciera él. Como si tener un pene entre las piernas garantizara el ser capaz de luchar contra las inclemencias del tiempo mejor. Como si la nieve se arrodillara ante ese pene diciendo "oh, voy a fundirme, gran señor, y a dejarte paso".

¿Y no será que ella conduce mal (porque sí, porque no todo el mundo tiene la misma habilidad para todo) y ya extrapola todo? ¿Y no será que además está tan imbuida en este sistema patriarcal que ya lo acepta como algo natural, y se pone esa limitación?



Sé que se trata de algo totalmente anecdótico. Pero dice mucho de cómo es la sociedad. Si nosotras mismas nos echamos tierra encima, apaga y vámonos. Si nosotras mismas nos ponemos en un escalón inferior, porque "está comprobado" que tal o cual (¿comprobado por quién, cuándo, cómo? ¿dónde están esos estudios? Yo pensaba que era justo al revés, a tenor de lo que dicen las aseguradoras... aunque evidentemente creo que ni lo uno ni lo otro, la gente conduce bien o mal independientemente de su sexo, qué chorrada es ésa...), ¿qué mensaje le transmitimos a nuestros hijos?

Conduzco bastante, me hago al menos cien kilómetros al día, y personalmente sólo temo a dos tipos de conductores: a los viejecitos (porque ya no están en disposición de según qué cosas), y a los que van por ahí con cochazos pensando que la carretera es suya.

Sé que todos transmitimos valores sexistas. Es inevitable y, muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta. Con algunos comentarios, con algunas actitudes, con algunas poses. El mensaje se perpetúa sin quererlo y penetra en las cabecitas de los más pequeños, queramos o no. Pero algunas actitudes son más que eso. Algunas actitudes son tan sumamente obvias que duelen, sin más.

Si nosotras mismas no nos empezamos a dar cuenta de que podemos hacer las cosas exactamente igual, ¿cómo despertaremos entonces? ¿Qué legado transmitiremos?

martes, 15 de octubre de 2013

La primera traición

En estas últimas semanas todo ha cambiado, mi dinámica familiar se ha puesto patas arriba y estamos aún adaptándonos todos a los reajustes. Es duro terminar una excedencia de dos años... pero sobre todo es duro tener que separarme de mi bebé.

Sé que no soy la única. En estas últimas semanas, multitud de familias han visto empezar el colegio de sus pequeños, o la guardería. Multitud de familias han pasado por el típico proceso de adaptación de los centros, cada una a su manera.

Mi hija está bien en la guardería. Sé que tiene ya 26 meses, que no es lo mismo que una pobre niña desvalida de sólo cinco. Pero también sé que no se está adaptando, sino resignando. Y no es lo mismo. Todas las mañanas, me marcho de casa dejándola hecha un mar de lágrimas. Todos los días conduzco hasta el trabajo con el corazón encogido, preguntándome si ella piensa que la estoy abandonando a diario. Luego en la guardería ya apenas llora, supongo que porque se ha hecho más o menos a la rutina y porque sabe que después de la siesta la voy a recoger. Pero por las tardes, en casa, está todo el rato gimoteando, siguiéndome como un corderito a todas partes, sin dejarme respirar. Llora mucho y está siempre de mal humor.



Así, todos los días.

Soy consciente de que ya no podía alargar más la excedencia. De que soy afortunada porque he podido estar con ella más que la mayoría de mamás. Pero también soy consciente de que algo falla aquí. De que mi hija sufre. De que esto no es sano mentalmente para nadie. De que el sistema tiene un fallo de base, que para más inri no se puede corregir.

Pasarán los días, las semanas y los meses, y la cosa mejorará, supongo. Pero la sensación de traición estará ahí, enquistada, para siempre.

La primera traición es algo que no se olvida.

martes, 24 de septiembre de 2013

El estigma de la lactancia "prolongada"

Mi excedencia ha terminado. He sido afortunada de poder estar tantos meses junto a mi hija pequeña. Pero los ahorros no duran para siempre y tengo que volver al trabajo. Y eso supone que la peque se tiene que quedar en una guardería. Todo el mundo se piensa que por tener ya 25 meses le va a ser más fácil adaptarse, porque además "le va a venir bien", "va a espabilar", y demás tópicos que se repiten y archirrepiten hasta la saciedad. Hasta ahí, lo esperable.
La cuestión es que lleva ya una semana en la guardería, con su consabido período de adaptación progresiva, aumentando cada vez más el tiempo en que debe de estar, hasta llegar a su horario normal (de 9 a 15:30). El primer día la educadora me dijo que ella es partidaria de la lactancia, del colecho, de respetar a los niños y demás, lo que me hizo lanzar un suspiro de alivio interior, porque realmente no sabía qué me iba a encontrar.
La semana pasada, cuando buscaba a mi hija lo primero que hacía era darle teta, y así nos íbamos tranquilas para casa.
Ayer, la educadora me "sugirió" que no dé el pecho en cualquier lado, sino que me meta en una sala que hay en el pasillo "para estar más cómoda". No sé por qué, pero me dio la sensación de que estaba transmitiéndome el mensaje de otra persona. ¿A los niños que toman biberón también se les invita a ir a esa sala?
Hoy, la educadora me espeta que mi hija se pasa el día pidiendo teta, y me ha aconsejado "que le dé menos". ¡Pero si ya le doy menos, desde que va ahí le he reducido las veces que toma teta de golpe y porrazo, y aún quiere esta señora que se las reduzca más, para que a ella le resulte más cómodo!

Siempre se ataca al pecho. Siempre. Porque es un vínculo en el que no se puede intervenir, y eso resulta aterrador, pues quienes no forman esa díada no tienen armas para combatir la tristeza del bebé, su necesidad de afecto que sacia la teta de esa manera tan especial. Pero me resulta curioso que me reprochen que mi hija grita "tetaaaa", cuando he visto a una niña llorosa que llama a su madre todos los días. ¿Qué diferencia hay entre llamar a la madre o nombrar sólo a una parte de ésta?



Que una niña de dos años llame a su madre se ve lógico ("pobre, se tiene que adaptar"). Que una niña de dos años quiera teta se ve fuera de lugar. ¡Incluso en una guardería!

¿De verdad esperan que se adapte marcialmente en sólo una semana? ¿De verdad consideran lógico pedirme que destete a lo bruto a mi hija para que a ellos les venga mejor? ¿Esto es respetar los ritmos del niño?

Mi hija, pobre, sigue disfrutando de su teta en cualquier momento y lugar, pero a mí me están empezando a incomodar ciertas miradas, ciertos comentarios, ciertos reproches. Están consiguiendo hacerme sentir vergüenza. Y no es justo. No tiene ningún sentido.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Traficantes de ilusiones

El otro día me contaban "pues mi amigo Zutanito está ahora en la India recogiendo a sus dos hijos", así que pregunté que si había adoptado. Pero la respuesta fue "no, no, ha sido con una madre de alquiler". ¿Por qué? Porque "lo de la adopción es un rollo y tarda mucho, pero con la madre de alquiler es todo muy rápido y mucho más barato".

Pasado mi estupor inicial, me pregunté hasta dónde llega el deseo de tener un hijo. ¿Hasta pasar por encima de ese propio hijo? ¿Hasta pasar por encima de la ética más básica?

Evidentemente, si una mujer en la India decide alquilar su útero es porque no tiene qué llevarse a la boca. Porque son mujeres que residen en una pobreza espantosa, y tienen que dejar atrás todo miramiento y hacer lo que sea para alimentar a sus otros hijos, a aquellos que sí puede reconocer como tales. Porque son mujeres que no tienen garantizada la asistencia antes o después del parto por ninguna normativa, con lo cual se mueven en un vacío legal. Porque si pierden al bebé se irán con las manos vacías. Y porque forman parte, como siempre, de un amplísimo negocio, cuyos intermediarios se tienen que estar forrando (¡cómo no!), aprovechándose de dos desesperaciones, de dos caras de la misma moneda: la de querer tener hijos y no poder, y la de poder pero no tener con qué alimentarlos.

Este negocio ya mueve más de 350 millones de euros al año. El óvulo, además, suele ser de otra madre, para que la que alquila su útero "no se vincule" emocionalmente. Como si eso lo impidiera. (Y para que el niño no tenga pinta de indio, dicho sea de paso. Se usa el óvulo de una mujer blanca y listo.)


¿Y qué pasa si sale algo mal? ¿Qué pasa con esas familias que han tenido problemas legales, no han podido sacar a "sus" bebés del país, o no han podido darles su nacionalidad y ahora viven en un vacío legal y apátrida? ¿Qué pasa si la madre gestante se arrepiente? ¿Qué pasa si el bebé nace con una malformación y la familia "compradora" lo rechaza? ¿Qué pasa si hay un aborto, si la madre gestante muere en el parto? ¿Qué pasa si es un pederasta el que obtiene el bebé? ¿Qué pasa si...?

Y es que mucha gente no quiere comprar ropa en determinadas tiendas porque están fabricadas bajo condiciones infrahumanas en países como China, India, Nepal o qué sé yo. Pero se tragan sus escrúpulos (¡y cómo!) cuando se trata de ahorrarse un pastizal en obtener el vástago de sus sueños.
Y es que mucha gente quiere tener un hijo, pero si no puede concebir de manera natural, lo de la adopción... puf, qué rollo. Papeles y un montón de cosas y sobre todo mucho dinero... Claro, de esta vulnerabilidad se aprovechan los traficantes de ilusiones.
Y es que mucha, demasiada gente, lo que realmente exige, lo único que aceptará, es un niño recién nacido y sano. Poco importa que haya niños aptos para la adopción que tienen más de ocho años a los que nadie quiere y que jamás conocerán el calor de una familia de verdad. De nuevo, parece que eso conlleva un esfuerzo inmenso, por lo que un niño mayor no se ve con buenos ojos, aunque sea quien más lo necesite.

Puedo comprender la desesperación por no poder ser madre. Los meses se convierten en años, las heridas duelen cada vez más, no parece haber manera de lograr el sueño. ¿Pero qué le contarán a sus hijos los "subrogadores" de la maternidad' ¿El cuento de la cigüeña, versión moderna? ¿En vez de ser encargados a París, fueron encargados a una pobre campesina india que sólo quería pagarles los estudios a sus hijos?

Queremos maternidades cómodas, baratas, y por encima del derecho de los bebés. Bebés que han sido fabricados a la carta, que no van a disfrutan de la lactancia materna, de ese primer vínculo con su madre.

Bebés que han nacido porque sí, en un mundo que sólo se mueve por dinero, por funestos "aquí y ahora".

En un mundo donde todo se puede comprar, todo es posible. Lo bueno... y lo terrible.

Más información:
Abusos escandalosos en la India con los vientres de alquiler
Surrogacy motherhood, ethical or commercial
Comercialización de vientes de alquiler: ¿una forma de esclavitud?

“La ciencia nos ha llevado a un lugar tan mágico que es como decir: Si existe el microondas, ¿por qué no utilizarlo? Si existe el aire acondicionado ¿por qué no encenderlo? Si el día de hoy existe la subrogación gestacional, ¿por qué no considerarla como una opción?” 
Ricky Martin, comparando el alquilar un vientre con usar un microondas 

jueves, 29 de agosto de 2013

Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (II)

Después de mi indignación inicial que conté aquí, y como resulta que siempre he sido una cabezota y me gusta investigar las cosas que no comprendo y/o me parecen injustas, pues eso mismo hice con la historia de los bancos de leche. En primer lugar, aprendí que en los países donde hay más números de veganos, los bancos de leche sí dejan donar a madres que se suplementan. Es lógico, hasta cierto punto. De hecho, en EEUU, por ejemplo, en los requisitos de donación de los bancos se puede leer algo como que quedan excluidas aquellas madres que:

"Are total vegetarians (vegans) and do not supplement their diets with vitamins"

Es decir, que hacen la distinción, que ellos sí comprenden que el matiz en inmenso. Hoy en día, las autoridades a nivel mundial en cuanto a nutrición vegetariana recomiendan que todos los vegetarianos se suplementen, madres lactantes incluidas por supuesto (dicho sea de paso, las autoridades recomiendan que se suplementen también los vegetarianos no estrictos, ¿por qué entonces en los bancos de leche no se pide así?), no hacerlo es una temeridad, y no distinguir entre un tipo de madres y otro, también.


La cosa es que después de investigar fuera de nuestras fronteras, hice lo propio dentro. Escribí a muchos sitios, y esto es lo que he concluido:

* Le comenté el problema a la Vegan Society, por si me podían orientar. Por desgracia no me hicieron mucho caso, sólo me remitieron al apartado de su web sobre madres lactantes, cosa que ya sé mirar yo solita.
* La Unión Vegetariana Española no me contestó al email. Nada. Cero patatero. Pero bueno, es agosto, y este país está catatónico en agosto.
* Escribí a todos los bancos de leche españoles que pude hallar. Algunos no me contestaron (¿agosto, de nuevo?), otros sí, y es cierto que en casi todos quedan excluidas las madres veganas. En casi todos, no en todos. En el Banco de Sangre y Tejidos de Aragón, por ejemplo, me dicen explícitamente que:


"Una de las contraindicaciones para la donación es:
Vegetarianas estrictas que no suplementen su dieta con vitaminas.
Si están correctamente suplementadas, no habría problema."

Vamos, que los protocolos no son iguales en todas partes. ¿Por qué, qué es lo que marca esa diferencia, qué es lo que está pasando? Mantuve una serie de correos con el responsable de otro banco de leche (no diré la provincia para respetar su anonimato), y él admitió finalmente estas joyas:

En éste, como en otros temas que afectan a quien se sale de lo que la sociedad entiende como normal, las realidades y los prejuicios se entremezclan con excesiva frecuencia y muchas veces además, con una indudable tendencia a que la balanza se incline hacia las ideas preconcebidas, en no pocas ocasiones originadas en situaciones anecdóticas que son tomadas como generales y que, de alguna forma, pueden llegar a estigmatizar a todo un colectivo.

No conozco yo tampoco, ningún estudio experimental que compare los efectos a nivel nutricional y metabólico de una dieta, digamos, tradicional (omnívora), con una dieta vegana. 

En pocas disciplinas funciona tanto el copiar y pegar como en los protocolos médicos. Y en eso, no somos nosotros, nuestro Banco, una excepción. En parte por comodidad, ciertamente, pero en parte también, porque reconocemos una mayor autoridad científica en aquellos a los que tomamos como ejemplo (o a los que copiamos, ¿por qué no decirlo?), sea por su mayor prestigio, por su mayor experiencia o por cualquier otra razón. Y es por ello que se van perpetuando determinados criterios que no haríamos mal en cuestionar, y éste sobre el que ahora discutimos, podría ser uno de ellos.

Me parece escandaloso. Sencillamente. Este señor (que es muy amable, por cierto), está admitiendo en sus correos que el rechazo hacia madres veganas es un prejuicio. Que no existen estudios que lo corroboren. Y que los protocolos son pura inercia, se copian unos de otros sin revisar ni actualizar sus contenidos. Vamos, que "in dubio pro reo", siendo el reo la sociedad ignorante.



Por otro lado, recibí una nueva contestación de la responsable del banco de leche del 12 de Octubre, quien finalmente admitió que es cierto que no existen dichos estudios. Y, lo mejor de todo, está interesada en realizarlos ella misma:

"Estoy dándole vueltas al  diseño de un estudio para medir la concentración en sangre y leche de la vitamina B12 de mujeres sanas no vegetarianas y vegetarianas para que podamos realmente basarnos en criterios científicos para descartar o no a un mujer como donante de leche si es vegetariana, estricta o no."

Esto último me pone muy contenta. Ése es el espíritu científico de verdad: si no hay estudios, ¿por qué no hacerlos? Si no, nos estamos basando sólo en elucubraciones... en humo.

No sé en qué quedará todo esto. Quizás en nada. Quizás se empiece un estudio algún día. Quizás no. Pero lo que está claro es que este debate saldrá, antes o después. Porque cada vez hay más veganos. Porque cada vez hay más mujeres que dan el pecho. Y porque, lógicamente, la combinación de ambos elementos hará que cada vez más mamás veganas quieran donar, solidariamente, su leche. Así que es cuestión de tiempo, pero este tema volverá a salir, antes o después. Y espero, supongo, quiero creer, que tendrán que revisar esos protocolos basados en prejuicios, antes o después. Y espero, supongo, quiero creer, que las madres veganas dejaremos de ser discriminadas, tratadas como enfermas, y podremos donar nuestra leche, que es igual de buena que la de cualquier otra madre sana.

Es sólo cuestión de tiempo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Por qué dejé las redes sociales

He sido muy activa en distintas redes sociales durante muchos años. Escribía, publicaba fotos, comentaba cosas ajenas, me unía a grupos, cotilleaba aquí y allá. Y un día me di cuenta de que me pasaba el día en un mundo virtual que no es auténtico. Un día me di cuenta de que fuera hacía sol, y un día maravilloso, y yo estaba perdiendo el tiempo poniendo un "me gusta" a una foto de un día maravilloso y con sol. Perdiendo el tiempo entre chismorreos. Perdiendo el tiempo entre peleas, discusiones, garambainas o halagos al gurú de turno (que, ése sí, puede decir lo que le plazca, porque todos, como si fuera un Sócrates de lo banal -y que me perdone Sócrates-, le seguirán la corriente: "oh, sí, Sócrates; qué razón tienes, Sócrates; beso el suelo por donde pisas, Sócrates").

Con esto no pretendo juzgar ni mucho menos a quienes usen las redes sociales, sólo contar mi experiencia propia, única y personal.

Porque me di cuenta de que a quién le importa si subo la foto de una tarta, o si escribo "estoy muy contenta". Es fácil darle a "me gusta" o comentar cosas sin ton ni son. Pero sé que la mayoría de esas personas NO son amigas mías de verdad, NO me conocen, NO me reconocerían por la calle, NO saben quién soy, y NO están en absoluto interesadas en mi tarta o en mi felicidad, por poner dos ejemplos tontos.

Lo que quiero decir es que lo virtual es un simple escaparate. Yo expongo mi vida como un museo, seleccionando con mimo y cuidado qué partes de mí quiero que los demás vean: uy no, esta foto no, que me hace papada; esto no lo voy a escribir porque qué van a pensar de mí; esto tampoco que va a ofender a Fulanita; esto menos que apoya a Menganita que está enfadada con Zutanita.

Me he cansado.

Me he cansado de exponerme así como un pobre animal en un zoo. De ofrecer una imagen distorsionada de mi persona, tanto en lo que de mí muestro como en lo que comento de los demás. Porque qué amables somos todos en Facebook, cuántas manos amigas aparecen a sabiendas de que no serán nunca solicitadas en la realidad. Es muy fácil decir un "me tienes aquí para lo que quieras" cuando vives a 500 km de la persona que tiene un problema y sabes que no tendrás que ayudarla en nada. Quedas como una persona generosa, así te ves a ti misma en una imagen que te gusta, y así la ofreces a los demás.


Porque las redes sociales son un museo donde expones tu mejor cara. Y así, supongo, refuerzas tu autoestima, o más bien, creas un personaje nuevo de ti misma, siendo quien siempre secretamente quisiste ser, quizás.

Pues yo no soy sólo eso. Tengo buenos días, malos días, a veces las tartas me salen estupendas y otras fatal.

Y en muchas, muchas de mis fotos, se me ve la papada.

viernes, 2 de agosto de 2013

Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche

Estamos, un año más, en la semana mundial de la lactancia materna. Así que este post me viene como anillo al dedo.

Y es que parece ser que en el hospital 12 de Octubre necesitan con urgencia madres que donen leche. Así que me informé. Buscan madres que sean sanas, no beban ni fumen, no tengan enfermedades contagiosas, y... ¡oh, sorpresa! NO SEAN VEGANAS. Sí, así como suena. Como si el veganismo fuera una enfermedad que supusiera un gran hándicap.

La cosa es que me empezó a mosquear porque si continuamente se dice que no hay leches de mayor calidad que otras, ¿a santo de qué viene esto? Pedí que me aclararan el tema, indicando que si lo que preocupa es la suplementación, yo me suplemento de B12, tengo análisis estupendos, y mi salud es excelente. Cito textualmente lo que me contestaron:

Los estudios científicos no lo demuestran así en la leche materna aunque tengas niveles normales en sangre.  Ningún banco de leche del mundo acepta a las vegetarianas estrictas y somos muy conscientes de lo preciada de la leche materna y que es un recurso escaso.


Así que me puse a investigar. ¿Y qué encontré? Que los bancos de leche de otros países, como EEUU, UK, Francia o Canadá, efectivamente no aceptan a veganas... ¡pero sólo si no se suplementan! Vamos, que lo que esta señora me dice no es correcto. Lo que aquí están insinuando es que mi leche es PEOR que la de una persona que come carne. Lo que aquí están insinuando es que entonces no he alimentado correctamente a mis hijas, porque puedo tener un déficit de B12 sin saberlo. Por cierto, le solicité esos supuestos estudios y no me ha contestado.

En fin. Por partes. La vitamina B12 se obtiene a través de bacterias que la sintetizan, y se queda en la tierra, así que la vaquita de turno al pastar se la come, y cuando el humano se mete un filete entre pecho y espalda, le llegaría dicha vitamina. Ésa es la teoría. Porque hoy en día, a los animales procedentes del ganado se les alimenta sobre todo a base de pienso. Este pienso está enriquecido con B12, que es el que luego pasa a la carne del animal y por último al consumidor de dicha carne. Es decir, que al final los omnívoros están suplementándose igualmente de B12, sólo que de un modo indirecto (yo tomo pastillas a base de la vitamina sintetizada por las bacterias directamente, los omnívoros comen carne de un animal que ha tomado esas mismas pastillas, por así decirlo). No obtienen la B12 del aire por gracia divina. Y los animales que consumen, aparte de estar repletos de hormonas y antibióticos, tampoco. 

Pero una madre que come animales con hormonas y antibióticos es más apta que yo, al parecer.

Luego, y porque los omnívoros toman la B12 de este modo de suplementación indirecta, pueden tener déficit también, además que cuanto menos sano se coma, más se inhibe la absorción de dicha vitamina (los alimentos procesados, algunas medicinas, el tabaco...). 

En 1981 se realizó un estudio comparando la cantidad de residuos presentes en la leche de madres vegetarianas y madres omnívoras, y se vio que la leche materna de las vegetarianas contenía sólo del 1 al 2% de los niveles medios de ciertos pesticidas y sustancias químicas industriales que se encuentran en la leche materna de las americanas (Hergenrather J, Hlady G, Wallace B, et al. Pollutants in breast milk of vegetarians. N Engl J Med. 1981; 304: 792).



Pero una madre con pesticidas en la leche es más apta que yo, al parecer.

Según la ADA, "It is the position of the American Dietetic Association that appropriately planned vegetarian diets, including total vegetarian or vegan diets, are healthful, nutritionally adequate, and may provide health benefits in the prevention and treatment of certain diseases. Well-planned vegetarian diets are appropriate for individuals during all stages of the life cycle, including pregnancy, lactation, infancy, childhood, and adolescence, and for athletes." (Texto completo: http://www.eatright.org/About/Content.aspx?id=8357).

Pero los de la ADA no tienen ni idea, al parecer.

Y es que la clave de todo está en la suplementación. Evidentemente si yo no me suplementara, no podría asegurar que mis niveles de B12 fueran los adecuados. Pero al suplementarme, ¿dónde está el problema, exactamente?

En este estudio podemos leer que "Infants breast-fed by vegan mothers who supplement their diets with B12, or infants who receive B12 through fortified foods or supplements, develop normally".

Pero nada, los suplementos no me están sirviendo de nada y mis hijas van a morir en medio de la locura.



En fin, ¿de qué me extraño? Realmente vivimos en un país con tasas de lactancia escandalosamente bajas (aunque poco a poco van subiendo), en un país donde es tremendamente complejo encontrar a un profesional que te apoye en tu decisión de dar teta, en un país donde pocos médicos saben identificar un frenillo y menos aún operarlo, y en un país donde como hay poco veganismo, no se sabe demasiado sobre el tema a nivel oficial. Quiero decir con esto que los profesionales son ante todo personas y como tales se dejan llevar muchas veces, demasiadas, por sus propios y arraigados prejuicios personales. Porque en Inglaterra o EEUU, donde hay mucho más vegetarianismo, sí dejan donar a madres veganas que se suplementen correctamente (por mucho que me hayan dicho lo contrario), sencilla y llanamente porque se sabe más del tema.

Así que me quedo sin poder ayudar. Porque se considera que mi leche es tan pésima como la de una madre con hepatitis. Porque se me pone al mismo nivel de "escasa salud" que una fumadora empedernida, o una alcohólica. Porque se contradice a todo lo que dicen la ADA, la Vegan Society, la Unión Vegetariana Española, la AEPED y todas las asociaciones dietéticas que han demostrado por medio de estudios fácilmente disponibles por Internet que si las madres veganas se suplementan, no existe ningún peligro en dar el pecho.

Y sé que, si no hubiera dicho nada, si hubiera mentido sobre mi veganismo, podría donar sin ningún problema y mi leche estaría perfecta para ello. Porque mi leche, como la de cualquier otra madre saludable, es perfecta. Y no pienso dejar que nadie me diga lo contrario.

Feliz Semana Mundial de la Lactancia Materna 2013.

jueves, 25 de julio de 2013

De paradojas y puritanismos

El otro día fue célebre la noticia de una pareja joven que cenaba tranquilamente en un restaurante chic de Nueva York y que fue humillada y tratada como un comando terrorista, con un despliegue policial digno de un telefilm casposo de Antena 3. ¿Su crimen? Amamantar a su bebé, ¡oh dioses!, en medio de ese templo esnob de glamour y canapés. Independientemente de la noticia en sí, que no me extraña a estas alturas (un país donde rige tamaño puritanismo es lo que tiene, que se dan estas nefastas paradojas, que las armas son guays y la desnudez es tabú, porque la sociedad patriarcal despunta, y con ello la competitividad, y a mayor competitividad menor afectividad, y a menor afectividad más se separa a los niños desde que nacen, con sus nefastas consecuencias y su perpetuación del círculo vicioso infinito... pero bueno, ésa es otra historia, que me voy).

Lo que me sorprende, lo que me indigna, son los comentarios del artículo en cuestión.

Y es que no aprendo. Hace tiempo que me prometí a mí misma no leer esos comentarios ignorantes y repletos de prejuicios que surgen como setas en cualquier rincón de internet, tipo Menéame (reducto de quinceañeros pajilleros que se atreven a opinar de todo lo que se mueve, ¡ea, no hay miseria!), forocoches, y demás indicadores del profundo saber popular de nuestro país.

Pero vuelvo a caer una y otra vez. Y acabo leyendo los comentarios de los artículos y abriendo perpleja la boca con asombro infinito ante cómo las personas sólo se atreven a expresar lo que realmente piensan bajo el anonimato virtual. Y esas opiniones son muchas, demasiadas, veces aterradoras.


Desde quien dice que "sólo las gitanas y personas con poca educación" dan el pecho en público (curioso que en Escandinavia, países donde las tasas de lactancia son las más altas, sea también donde la educación es la mejor del mundo), hasta quien opina que dar teta en público es sólo propio de "progres" y "exhibicionistas", o quien equipara el alimentar a tu vástago con hacer tus necesidades en público ("yo no cago en público, a ver por qué tienen que dar el pecho delante de todo el mundo"), pasando por quien compara EEUU con países como Afganistán ("seguro que si estuviera en Afganistán no se habría atrevido a amamantar en público"... ¿pero EEUU no era la tierra de la libertad?).

Cuando das teta a tu bebé (porque fíjate tú, los bebés no entienden de horarios, convenciones sociales, ni demás superficialidades que no pintan nada en la mera supervivencia), la cabeza tapa el pecho (sí, aún no he visto ningún niño transparente), con lo cual sólo "se ve algo" si "te esfuerzas" en verlo. Vamos, que no es tan obvio. Tienes que estar observando atentamente para pillar el segundo exacto en el que el pequeño suelta el pezón y la mamá se lo tapa. Y desde luego, si hay alguien esperando ese instante, me parece cuando menos enfermizo. Desde luego, si la queja de los escandalizados comensales iban encaminadas a evitar el micro instante fatídico de la visualización del trozo de pezón... apaga y vámonos.
El burka tetil para un restaurante viene fenomenal, así además te ahorras ponerte la servilleta...

¡Que esas exhibicionistas descaradas, maleducadas y progres se vayan a amamantar al baño, entre dulces olores la mar de acogedores! ¡O que se pongan un burka de ésos de dar teta! Quizás quienes damos el pecho tendremos que quedarnos encerradas en casa haciendo calceta, no sea que nos sorprenda un pezón furtivo el hipócrita de turno que luego tiene escondido bajo el colchón un arsenal de revistas porno... Aaah, pero es que ahí los pechos cumplen su función de objeto sexual y cuando amamantan no. ¿No irán por ahí los tiros? ¡Qué miedo, una mujer dueña de sus tetas, que la detengan, que se me descoloca todo y eso hace pupa!

Y lo peor de todo, como siempre, son los comentarios de mujeres. Terribles. Dolorosos. Tristísimos. Y una muestra como cualquier otra de lo poco madura que aún está nuestra sociedad. Tenemos tanto, tantísimo, que aprender. Tenemos tanto, tantísimo, que reaprender. Tenemos tanto, tantísimo, que desaprender...


viernes, 21 de junio de 2013

Las niñas-repollo

Tengo dos hijas. No les puse pendientes (la mayor se los puso luego, pero porque ella quiso). Siempre les di juguetes de todo tipo (menos bélicos) para que pudieran jugar con lo que a ellas más les gustase. Siempre he intentado escucharlas, respetar sus gustos, hacerlas entender que ellas son especiales por ser quienes son. Por supuesto, por no ponerles pendientes tuve que escuchar un montón de críticas, sobre todo con la mayor que fue quien allanó el camino. La típica señora que te dice por la calle "uy, ¿es una niña? como no lleva pendientes...", a lo que siempre contestaba "sí, señora, ya tendrá tiempo a que la discriminen por ser mujer más adelante, que disfrute ahora de estos años de inocencia pura". La señora de turno no comprendía nada, claro.

Mi hija pequeña tiene casi dos años y no se preocupa por su aspecto. Ella sólo quiere jugar tranquilamente y disfrutar. Le gustan mucho los coches (los vehículos, en general) y subirse a todas partes como una cabra loca. Pero entonces siempre tiene que venir otra típica señora a criticar que por qué no le pongo vestidos. ¿Y a usted qué le importa? ¿Por qué no se pone usted sombreros de copa, que me gustan a mí?


Estas pequeñas actitudes sexistas van haciendo mella, quiera o no, en ellas. Es imposible aislarlas de esto. Y yo luego no sé cómo explicarles que las mujeres no somos objetos, que no somos muñecas tontas a las que sólo les importan los vestidos, el maquillaje y los tacones. Mi hija mayor está cada vez más atrapada en este inevitable paradigma, ¡y no tiene aún cinco años! Me habla de que quiere más vestidos, de que quiere maquillaje, de que le tengo que pintar las uñas...

Es muy complicado, y muy frustrante muchas veces, ir contra corriente. Huir de los papeles esencialistas distribuidos desde el mismo momento del nacimiento, en el que si la criatura tiene vulva ya se la condiciona a ser de determinada manera. Que con minutos de vida ya tengas que entrar en el redil es cruel y sobre todo muy triste. Que tengas que aguantar toda tu infancia ir vestida de repollo y jugar en el parque con un vestidito que no te puedes manchar en vez de con un chándal cómodo no tiene ningún sentido. Y es que si no detectamos y frenamos estas actitudes desde el principio, las cosas nunca cambiarán, y nuestras hijas seguirán preocupándose por superficialidades... que esconden cosas mucho más profundas y peligrosas.

domingo, 9 de junio de 2013

Lo que nadie te cuenta

Es curioso cómo cuando aún no has sido madre tienes unas ideas de lo que es un bebé y cómo luego cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y es que, si te pones a analizar la imagen de la maternidad y sobre todo del puerperio que transmiten los medios de comunicación y demás, resulta casi espeluznante. No tienes más que girar las páginas de las típicas revistas de puericultura donde casi todo es publicidad, y verás a madres exultantes que empujan un carrito con un recién nacido llevando un tacón de quince centímetros, ropa monísima de marca, la manicura hecha y las mechas recién dadas. O encender la televisión, donde los recién nacidos pueden apagarse y encenderse a voluntad, porque todo sigue igual y el bebé no ha cambiado nada, y en un capítulo de repente sale la madre tan pancha sin el niño (¿dónde lo tiene, escondido?).

También influyen las personas que, con intenciones a veces poco claras, vienen a comparar a tu vástago con el suyo, diciendo que su Manolito duerme diez horas del tirón, come muy bien, está hecho un pepón y es muy tranquilito.


Y ahí estás tú, recién parida, sangrando sin parar, sudando y sintiéndote sucia, con un bebé colgado de la teta día y noche, y sin tiempo ni para asearte debidamente porque no puedes soltar al pequeño sin que berré como si le estuvieras sacrificando, con lo que te lo acabas llevando hasta para sentarte en la taza.

Muchas madres se tiran esos primeros meses deseando que llegue el marido para al menos poder darse una ducha rápida, porque llevan todo el día en casa tumbadas en el sofá dando teta, han comido dando teta cualquier bocadillo cutre, no se han podido ni peinar y no han mantenido una conversación con un adulto en todo el día.

El puerperio es una etapa muy delicada. Y eso nadie te lo cuenta. La maternidad es dura, y exige una dedicación real, una entrega como quizás no hayas conocido hasta entonces. Y eso nadie te lo cuenta. La lactancia, hasta que se instaura debidamente, es a demanda, pero a demanda quiere decir muchas veces estar TODO EL DÍA Y TODA LA NOCHE con el bebé en la teta. No, no es una exageración, repito: TODO EL DÍA Y TODA LA NOCHE. Y eso nadie te lo cuenta.

La crianza en este mundo occidental y frenético ha perdido la referencia de la tribu, las familias son nucleares y muchas veces la mamá recién parida está horas y horas sola en casa con un bebé al que aún no comprende (el vínculo no siempre es instantáneo, aunque eso nadie te lo cuente). Y a veces aparecen las tristezas, las inseguridades, los miedos e incluso el enfado. Porque el cambio es abismal, las prioridades cambian totalmente, de repente te conviertes en el centro de la vida de una personita que depende total y absolutamente de ti, y tú sientes que no existes por ti misma, sino a través del bebé, pero eso nadie te lo cuenta.


Los recién nacidos humanos son vulnerables, altriciales, nacen aún fetos como precio a pagar por la bipedestación, y el estar pegados día y noche a su cuidador principal (generalmente la madre) es lo que garantiza su supervivencia. Hay muchas cosas que se pueden hacer para mejorar estos primeros meses. En primer lugar, portear. Personalmente no sabría criar sin portabebés, me resultaría totalmente imposible. Facilitan la vida enormemente y te permiten cocinar o darte un paseo o dar teta con las manos libres o peinarte un poco, qué sé yo. Después, el colecho: no sé cómo se puede mantener una lactancia sin colecho, realmente. Pero sobre todo y ante todo, hay que saber pedir ayuda. Porque no somos heroínas, y qué bien sienta que a veces venga una amiga a pasar contigo un par de horas y te sujete al bebé mientras te das una ducha. O quedar con otras mamás para compartir inquietudes. O que tu suegra te traiga tuppers repletos de comida para toda la semana. Y sobre todo, que alguien te pregunte "¿qué necesitas?". Esos pequeños gestos lo cambian todo.

¿Qué expectativas tenemos antes, cómo resulta la cosa después? Ser una mujer puérpera es encontrarse con momentos muy delicados, con tu propia sombra, es conocerte a ti misma como nunca imaginaste. Y eso puede resultar tremendamente duro y catártico. Pero eso nadie te lo cuenta.

martes, 4 de junio de 2013

Menos humos y más lucha

Leo apabullada opiniones reacias al feminismo de la diferencia acusándolo de patriarcado encubierto. Explico por encima para quien no sepa de qué hablo: dos de las "corrientes" más mayoritarias dentro del feminismo son el de la igualdad (las mujeres son iguales a los hombres, porque el lugar en el que nos colocamos tiene que ver con los roles aprendidos, con el género que se nos impone desde pequeños) y el de la diferencia (ser mujer es algo bueno y digno de ser reivindicado, y habría que rehuir del patriarcado construyendo algo nuevo, bueno, femenino y diferente). Vale, grosso modo; es mucho más complejo, pero para que nos entendamos. La cuestión es que en muchas webs y blogs sobre el tema, se acusa al feminismo de la diferencia de intentar volver a colocar a las mujeres en sus roles de género (cocina, casa cuidando a los niños, etc), por ejemplo, aquí.

Vamos a ver, para empezar, no existen dos corrientes fácil y claramente delimitadas, sino que existen pensadoras. Y cada pensadora tiene sus ideas. Y dudo mucho que nadie se defina como seguidor al cien por cien de ninguna ideología o corriente filosófica o política (personalmente, por eso encuentro muy difícil el aceptar una religión o partido político, porque siempre le encuentro peros a todo). Así que meter en el mismo saco a todas las "seguidoras" de una corriente (por seguidoras quiero decir a las que más o menos se podría calificar de pertenecientes a dicha ideología, con sus matices, a las simpatizantes por así decirlo) es simplista al máximo.


Voy a intentar exponer mi humilde punto de vista al respecto. Según Françoise Héritier, el patriarcado surgió en épocas prehistóricas como un intento por parte de los hombres de controlar el cuerpo femenino, ya que éste tenía un poder: el de crear nueva vida.  Porque el patriarcado, dice Cristine Northrup, es la separación entre mente y cuerpo. Así, aunque el patriarcado está estrechamente vinculado al capitalismo, las raíces son muchísimo más antiguas. Las mujeres llevamos alienadas toda nuestra existencia.


Ahora entonces vendrán y me dirán que qué es eso de identificar sexo con género. Que existe la intersexualidad. Que no todo es blanco o negro (vaya, justo lo que yo digo respecto a las corrientes feminismo de la igualdad-feminismo de la diferencia). Que no hay mujeres ni hombres, sino personas con genitales de cierta índole, genes y hormonas, y que genéticamente no todo está tan claro siempre. ¡Y sí, de acuerdo, pero no se trata "sólo" de eso!

Si el patriarcado quiere dominar el cuerpo femenino, ¿no es de lógica volver a recuperar dicho control, proclamándonos dueñas de nuestros cuerpos, poderosas, autónomas? No se trata de ir de ecoguay loca que se come su menstruación a cucharadas y venera la sabiduría femenina en un akelarre todos los jueves a las ocho y cuarto. No me refiero a eso. Es que creo que hay que empezar por distinguir entre dos ámbitos: el personal y el social. El problema surge cuando se mezclan ambos sin ton ni son.


Yo no he estado particularmente orgullosa de mis embarazos, ni de mis partos. No me considero ninguna diosa por haber hecho lo que mi cuerpo sabe hacer. Es absurdo. Me encontré feliz y repleta de hormonas, pero eso es todo. No pensé por ello que las mujeres somos superiores por nuestros atributos femeninos. No escondo ninguna androfobia. Estoy muy orgullosa de mis hijas, sí, pero no de mis funciones fisiológicas. Puedo parir y puedo comer y puedo orinar y puedo dormir.

Pero tampoco soy una machista encubierta por haber decidido dar el pecho a mis hijas, por haber optado por una crianza con apego, por haber solicitado una excedencia. Porque lo siento mucho, físicamente yo soy la única dentro de mi pareja que es capaz de dar el pecho. Es que es así, porque mi pareja es un hombre. Si resulta que de repente mi pareja empezara a excretar prolactina por los costados y leche como aquel caso tan célebre, la cosa sería diferente. Pero físicamente, hoy por hoy, soy la que puede hacerlo. No soy mejor por ello. No soy menos tampoco. Es lo que hay. Y por respeto a mis hijas, que cuando nacen no entienden nada de luchas sociales, de feminismos o machismos, acepto esa diferencia y su gran utilidad, y hago uso de ella porque para eso está, porque para mí la lactancia es sólo la prolongación del embarazo, pues viene en el mismo lote. Y no voy a dar biberones para que sea "equitativo". En esos momentos, acepto ser una hembra mamífera, y como tal actúo.


El problema viene cuando identificamos esta diferencia física (que, repito, no quiere decir que un género sea mejor que otro, o que haya géneros puros, dentro de los cuales las mujeres son chupi guays y deban reivindicar un matriarcado falofóbico; hablo de poder tener hijos, me da igual que quien pueda tenerlos tenga genes de tal o cual sexo) con diferencias sociales. El problema viene cuando por el simple hecho de que una mujer pueda tener hijos cobre menos, tenga peores trabajos, y sea peor considerada en el ámbito laboral, aunque resulte igual de buena que los trabajadores masculinos (este experimento lo demuestra ampliamente). A las mujeres siempre se nos valora menos.

Las mujeres somos iguales a nivel laboral. Podemos hacer las mismas cosas. Podemos tener los mismos trabajos. Podemos tener los mismos sueldos. Somos iguales a nivel de inteligencia. Somos iguales en muchísimas cosas a los hombres, pero...

Las mujeres somos físicamente diferentes. Y aquí me da igual que nos identifiquemos con la palabra mujer o no. Yo me refiero a quienes pueden gestar, parir y amamantar. Punto.

Y si la vida personal se mezcla con la vida laboral, si las mujeres presentan un mayor absentismo a causa de los hijos, y si ése es siempre el argumento para degradarnos y no permitirnos ascender o cobrar más... las culpables no somos nosotras. Es el patriarcado, es el capitalismo, es la falta total y absoluta de conciliación. Eso NO quiere decir que las mujeres quieran volver a quedarse en casa con la pata quebrada. Es simplemente que a veces no les queda más remedio porque son despedidas al quedarse embarazadas. Porque su sueldo suele ser más bajo, así que si uno de los dos miembros de la pareja pide una excedencia, suele ser el sueldo de ella el que se sacrifica. Y de todas formas, si dentro de una pareja uno de los dos miembros decide no trabajar, si es un acuerdo entre ellos, ¿dónde está el problema? Eso entra dentro de la intimidad, y no creo que tenga absolutamente nada que ver con machismo.


Si le buscamos tres pies al gato y nos entretenemos con debates de nombres, con rizar el rizo, rizar el rizo rizado y alisar el rizo, al final, ¿qué nos queda? Humo. Nos queda humo, mucha  palabrería... pero poca lucha.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Los nuncas y los porqués

En nuestra sociedad no nos educan para la muerte. La muerte es algo que no existe, que se aparta, un inmenso tabú del que nadie quiere hablar. Y no sólo es la muerte lo que nos asusta, sino el dolor inherente a la muerte de un ser querido. Si lloras por haber perdido a alguien a quien querías, encontrarás miradas incómodas de personas que no saben muy bien qué decir o dónde meterse. Y si el tiempo pasa, esas miradas serán cada vez más incómodas y desubicadas, porque una cosa es un duelo y otra un duelo prolongado más allá de lo socialmente aceptable.

Cuando, además, esas muertes son de personas jóvenes, la cosa es aún más complicada. Porque que un abuelo fallezca es esperable, los apartamos en residencias y ea, problema resuelto, ahí quietecitos hasta que les llegue el momento, luego vamos al entierro y a descuartizar la herencia. Pero si quien muere tenía toda la vida por delante... ¿cómo reaccionan los demás, cómo reaccionamos nosotros mismos?

Recuerdo cuando, hace poco más de tres años, fui a una revisión rutinaria de mi embarazo y la ginecóloga me dijo que el corazón de mi bebé había dejado de latir. Fue el 10 de mayo de 2010, jamás lo podré olvidar. En ese momento el mundo entero se paró, y al mismo tiempo la habitación dio vueltas a mi alrededor, por contradictorio que parezca. Nunca le tendría entre mis brazos. Nunca le vería. Nunca, nunca, nunca.

¿Y qué pasó? Que me convertí en alguien molesto. Había personas que se sentían claramente incómodas en mi presencia, y que evitaban el tema a toda costa, porque si me preguntaban se sentirían aún más incómodas, así que qué mejor que fingir que no ha pasado nada, qué mejor que fingir que la muerte no existe, que vivimos en el mundo de las piruletas, que si algo no se dice no sucede y punto. Otras optaron por no llamarme más. Una supuesta amiga estaba embarazada y decidió que mi tristeza no iba a empañar su alegría, así que lo que hizo fue no volver a dirigirme la palabra, no sea que mi dolor se le contagiara y le empañara su "buenrollismo".

En situaciones así de duras es cuando conoces a los demás, pero sobre todo cuando te conoces a ti misma.


Estos últimos días estoy pensando mucho en la muerte, por diversos motivos. En cómo nos (mal)enfrentamos a ella. En cómo la escondemos debajo de la alfombra. En cómo nos intentamos alejar de ella de todas las maneras posibles, con películas y libros y ocio y entretenimientos varios, destinados a acallar los pensamientos más trascendentales, los porqués. En cómo los acontecimientos naturales no tienen cabida en este mundo de plástico, donde los nacimientos son medicalizados y las muertes escondidas. Y me he dado cuenta de que, realmente, no tengo armas para luchar contra el temor a la muerte. Porque en realidad no se trata de temor a la muerte, sino de temor al temor a la muerte. Y no sé cómo escapar de eso.

No sé enfrentarme a los nuncas y a los porqués.

viernes, 10 de mayo de 2013

Darle la vuelta a la tortilla

Todos arrastramos heridas, más o menos profundas. Todos hemos pasado por infancias más o menos felices, y es inevitable que en algún punto los padres fallen. El problema es cuando los padres fallan en muchos puntos. En demasiados puntos. Cuando hay maltrato, sutil o descarado. Cuando hay apego inseguro (ahora te digo te quiero, ahora te trato como a una basura). Cuando los padres están ausentes, hagas lo que hagas para impresionarles. Cuando ves que tu padre colma de besos al perro, pero a ti no es capaz ni de dirigirte una mirada afectuosa. Cuando ves que a tu madre le importa un pimiento lo que te sucede, pero no deja de cotillear en tus cosas para ver de qué puede enterarse.

Entonces, cuando te independizas, muchas veces buscas con desesperación ese amor que jamás tuviste. En tu pareja, en las adicciones, en vete tú a saber qué. Buscas y buscas y no acabas de encontrarlo... porque ese momento ha pasado. Tu infancia jamás volverá. Y en ti ha quedado una espina clavada, que aprieta y hiere y a veces no te deja ni respirar. Es muy difícil sanar una herida si ésta es abierta una y otra vez.

Y luego, un día, tú misma te conviertes en madre. Tú mismo te conviertes en padre. Y es ése un momento mágico, crucial, quizás el más importante. Porque en ese instante tienes dos opciones, y no hay más. O sigues con la cadena familiar de maltrato, o apego inseguro, o lo que sea... o tomas la decisión más valiente del mundo. Le das la vuelta a la tortilla. Terminas con esa maldición familiar, decidiendo podar las ramas podridas, y sembrar nuevas semillas de amor, cariño, respeto y seguridad.


Estos días he leído en las redes sociales una frase de Jodorowsky que se me ha quedado clavada. Dice "el amor que no te dieron en la infancia nadie te lo dará, cesa de pedirlo y ofrécelo". Y creo que de eso se trata exactamente. Tener un hijo para obtener de él el amor que tendrían que haberte dado tus padres es un error tremendo. Porque el amor es desinteresado, y no espera nada a cambio. Y yo no tengo un hijo para que él me ame, sino para amarlo yo.

Si conseguimos romper esa cadena que nos ata a una infancia triste, y convertir el amor ansiado en amor que nosotros ofrecemos a los demás, si conseguimos amar a nuestros hijos como nosotros quisimos ser amados... entonces habrá merecido la pena. Porque sólo entonces, por fin, seremos libres.

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Por qué decidimos tener hijos?

¿Por qué decidimos tener hijos? Todos conocemos la típica pareja que no se entiende pero que, aun así, decide tener un hijo. Llenar una relación vacía con una nueva vida. Llenar los silencios, el aburrimiento y la rutina juntos, con imponerse la obligación de cuidar de un nuevo ser, para no tener que analizar lo que está pasando, para no tener que hablar de la relación, para pasar el tiempo entre pañales y nuevas experiencias, y de ese modo tapar la realidad subyacente...

En este tipo de parejas, además, la crianza con apego resulta un estupendo escudo para esconder aún más toda la problemática. El colecho evita los silencios incómodos en la oscuridad de la noche. Porque entonces los silencios pasan a estar justificados, para que el bebé no se despierte (por ejemplo). 

Pero quiero ir más allá. Ya no sólo hay parejas "muertas" que deciden tener un hijo. También hay personas que por cualquier motivo se sienten vacías a nivel personal, porque no se encuentran, porque no saben quiénes son... y deciden llenar ese vacío con un embarazo. Como si un vacío psíquico se llenara físicamente. Gran error.

Y a veces repiten. Tripiten. Se llenan de hijos y no saben por qué.

¿Por qué decidimos tener hijos? Cada una es libre de tomar sus propias decisiones. Cada una tiene su trayectoria personal, su historia única y especial.
Pero tener un bebé para tapar sus propias angustias, para tapar su vacío existencial, es un arma de doble filo. Porque acabará estallando, antes o después. Porque tu bebé no era un niño deseado como tal, sino un mero parche a un problema.


Y no deja de recordarme a mi siempre querido libro "San Manuel Bueno, Mártir", de Unamuno. En él, se decía que rehuir del ocio era la mejor alternativa para evitar pensar. Porque la mente ociosa es el patio donde juega el diablo. Porque cuando estamos ociosos pensamos, le damos vueltas a todo... Sin embargo, cuando trabajamos, cuando nos mantenemos ocupados en otros menesteres, evitamos enfrentarnos a nuestras dudas (en el caso de Unamuno, hablaba de las dudas de fe, pero podemos extrapolarlo a las dudas sobre uno mismo, sobre en qué lugar estamos o qué es lo que queremos). De ese modo, tener un hijo, o varios, y ocuparse de ellos sin resuello, evitando tener un momento a solas con nosotras mismas, a solas con nuestra pareja... es un síntoma inequívoco de que "algo pasa".

Tener un hijo ha de ser algo meditado, y sobre todo, deseado como tal, como un fin en sí mismo, jamás como un medio.

¿Por qué decidimos tener hijos?

jueves, 18 de abril de 2013

El dolor infantil no es de segunda categoría

El otro día me topé con esta página y me pareció increíble la falta absoluta de respeto que supone. Falta de respeto porque evidentemente el padre no le ha pedido a su hijo permiso para publicar fotos de sus momentos más vulnerables. Falta de respeto porque aunque las intenciones fueran hacer algo simpático y gracioso, a mí se me antoja una mofa como un piano. Y, sobre todo y ante todo, falta de respeto porque en realidad no muestra sino lo que la sociedad piensa del llanto de los niños: que éste es siempre por tonterías. Que los niños son seres de segunda categoría, y que su dolor es por lo tanto menor. Que llorar por perder tu juguete preferido tiene mucho menos valor que llorar por discutir con tu amiga, por ejemplo.

Y si clasificamos el llanto en categorías, ¿quién se cree con derecho o autoridad moral suficiente como para erigirse en juez? El dolor es dolor, con dos años o con cuarenta. Y a un niño le duele muchísimo perder su juguete preferido, igual que a ti te pueda doler que te despidan del trabajo. Tu dolor no es más válido que el suyo, porque el dolor es algo absolutamente subjetivo, personal, casi solipsista.


Pero mientras sigamos considerando a los niños como a seres sintientes "pero poco", como sintientes "de segunda", como a "teatreros", "manipuladores", "dictadores" y todo el abanico de calificativos que podemos escuchar fácilmente en cualquier lugar... entonces será normal que aparezcan páginas como éstas, que la gente las vea como algo cómico, y que en vez de atender a ese niño que llora se le hagan fotos como recuerdo de ese "momentazo drama".

martes, 9 de abril de 2013

Cuentos, mitos y habladurías de abuelas

El otro día me comentaba una amiga que su madre se sorprendía de que aún tuviera leche, ya que "no bebe vino". Sí, palabras textuales. Una vez recuperada de mi estupor inicial, y tras conseguir cerrar la boca sin partirme la mandíbula, me dijo que en su familia es una creencia habitual lo de que sólo bebiendo (mucho) vino se produce leche.

Y entonces me puse a pensar en tooodos los mitos que hay acerca de la lactancia, de la crianza, de todo en general. Algunos son hasta divertidos. Otros, peligrosos. La mayoría, simplemente absurdos.

Y no, bebiendo vino no se "produce más" leche. Ni bebiendo leche de otro animal se produce leche. No hay leches mejores que otras, ni madres que tendrán más leche sólo por el tamaño de sus tetas. Tampoco es cierto que los niños tengan que aprender a caminar con zapatos porque sólo así no se les deformarán los pies. Ni que sea peligroso dormir con bebés porque el riesgo de aplastamiento es altísimo. Es mentira que el método Estivill no deje secuelas. Y no coger a tu bebé en brazos es triste para ti, pero terrible para él.

Hoy en día, tenemos a nuestro alcance una enorme cantidad de información. Las madres de hoy no somos unas mujercitas bobaliconas que asentimos a todo lo que nos diga el pediatra de turno sin preguntarnos el porqué. Somos cada vez más cultas, más leídas, y poseemos más seguridad en nosotras mismas, en nuestras capacidades para comprender, meditar, escoger. Porque no dejamos que decidan por nosotras, y somos capaces de sopesar, de cribar entre un montón de información supuestamente contradictoria y saber dónde está la verdad: en la ciencia. Siempre.


Así que todos esos cuentos de abuela no deben enfurecernos. Son sólo el reflejo de algo anterior, donde por desgracia no había tanto acceso a una información veraz, científica y contrastada. Lo importante es siempre saber dónde estamos, qué pensamos, qué creemos... quiénes somos.