sábado, 21 de diciembre de 2013

Comparativas que se lleva el humo

El otro día leí en este artículo que los niños españoles son más infelices que otros niños en Europa. Y los argumentos del porqué sucede esto son los de siempre: se les da demasiado, se les sobreprotege, son emocionalmente débiles, no saben cuáles son los límites...

Y es que según dicen ahí, los niños en los restantes países europeos (así, en general) saben adaptarse mucho mejor a según qué cosas, afrontar problemas, solucionarlos solos, y actuar de forma autónoma. Nuestros niños sin embargo no tienen autonomía ni autodisciplina.

Cuando leo cosas así, me pregunto por qué se habla de las familias como fuente de los problemas, en vez de ir un paso más atrás, a la auténtica raíz, que es de índole claramente social.



En España se trabajan demasiadas horas. Es un hecho. Tenemos unos horarios absolutamente demenciales, heredados de la época de Franco, y que hoy por hoy no ya tienen ningún sentido. ¿De qué sirve entrar a las 9, salir a las 2, tener dos horas para comer y salir a las 7? Si llegamos a casa a las 8, ¿cuánto tiempo veremos a nuestros hijos, una hora al día? ¿Qué tiene eso que ver con otros países en Europa, donde se puede disfrutar de la tarde en familia?

¿Qué podemos transmitir a nuestros hijos en una hora? ¿Qué podemos hacer en ese absurdo lapso de tiempo, en el que además nos encontraremos ya agotados tras un arduo día de trabajo, y seguramente nuestros niveles de paciencia y capacidad de escucha estén totalmente mermados, amén de que los niños también estarán cansados?

¿Cómo ayudarles a nada, cómo interesarnos por ellos, si no tenemos apenas tiempo de hacer la cena, darles un baño y meterles en la cama?

Nos quedan los fines de semana para disfrutar, ¡y qué rápidos se marchan! Además, seguramente mucha gente compense esa carencia emocional con cosas materiales. Por supuesto que no es lo adecuado. Pero es un mecanismo como cualquier otro para intentar luchar contra la culpabilidad, la inmensa culpa de sentirse presa de un sistema patriarcal que desde luego no es el más apto para criar niños. Y aún se extrañan de las patéticas tasas demográficas españolas. Milagroso me resulta que nazca un solo niño, visto lo visto.

Estoy cansada de tantos estudios comparando. Comparando la educación española con la finlandesa. Comparando cómo se vive aquí con cómo se vive en otros lugares. ¿Cómo se pueden realizar comparaciones tan a la ligera, ignorando el contexto social de los países, que son los que permiten a los padres actuar como tales, en vez de delegar la educación a los colegios saturados de niños, cuando los colegios deberían instruir y no educar?

Cuando se centren en luchar contra el auténtico hándicap de esta problemática en España, que es la falta total de conciliación con la vida familiar, estudios de esta índole tendrán toda mi atención. Hasta entonces, me resultarán simplificaciones absurdas que no tienen en cuenta las causas, con lo cual no buscan soluciones reales, sino sólo lanzar reproches tildados de sensacionalismo que sólo aumentarán el sentimiento de culpa de los padres... sin ayudar a nada, sin construir nada. Sin servir para nada.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El orgullo del florero

Fue noticia en Noruega, hace unos días, la mujer de un futbolista que, cuatro días después de parir, ha subido a internet una foto suya "totalmente recuperada del parto".

¿Qué quiere decir "totalmente recuperada"? ¿Quiere decir que ya se siente bien para retomar sus actividades cotidianas, que no tiene ningún dolor derivado del parto (qué sé yo, hemorroides, por ejemplo)? ¿Quiere decir que se encuentra feliz y pletórica?

No, nada de eso.

Lo que indica es que su barriga está plana. Que en tan sólo cuatro días ha perdido la tripa del embarazo, lo que le hace sentir "orgullosa de sí misma".

No está orgullosa de sí misma por haber tenido un bebé. Por haber parido. Por haber pasado por unos momentos emocional y físicamente agotadores. Por que su mundo se haya revolucionado. Si está orgullosa es por tener la tripa plana, por que su cuerpo haya "vuelto a la normalidad" en tan sólo cuatro días.

Pero vamos a ver, ¿de qué estamos hablando? El proceso natural de involución del útero después del parto, esto es, el tiempo que tarda un útero normal, sano, en volver a su posición y tamaño de antes del embarazo, es de entre cuatro a seis semanas. Sí, semanas, no días. Por otro lado, no se trata sólo del útero, sino que el cuerpo de la mujer, como el de cualquier hembra mamífera, acumula grasas durante el embarazo para poder afrontar la lactancia. Además, a lo largo del embarazo se retienen muchos líquidos que también contribuyen a que el peso sea mayor.

Cuando una mujer da a luz, está varias semanas con la tripa colgando, en mayor o menor medida, según su propia constitución. Pero NO puede tener la tripa plana. Y aunque la tuviera, ¿por qué hay que estar orgullosa de eso? ¿Qué importa, en esos momentos? Y sí, la genética tiene mucho que ver, pero hasta cierto punto. Algunas mujeres se recuperan antes que otras, qué duda cabe. ¿Pero tan importante es exhibirse en plan "mira, qué guapa estoy"? ¿Qué esconde a gritos esa fotografía?


La presión que ejerce la sociedad patriarcal para que la mujer vuelva a ser un florero a la mayor prontitud me resulta abrumadora. Es como si durante el embarazo se permitiera ese breve lapso donde la hembra ya no está "receptiva", donde puede permitirse ganar peso (pero no demasiado, "que luego tengo que perderlo"), pero después de eso hay que volver corriendo a entrar en el redil.

A mí personalmente me da igual que en esta imagen haya Photoshop o no, sea auténtica o no, haya cirugía o no. No me interesa el qué, sino el porqué.

Es lógico que muchas mujeres noruegas se hayan sentido profundamente ofendidas ante la imagen de esta señora posando en lencería cuatro días después de parir.

Porque además, cuando das a luz, y entras en la "cuarentena", te tiras varias semanas expulsando loquios por la vagina, así que tienes que usar compresas (no, no se pueden utilizar tampones o copa después del parto), lo cual no siempre es muy cómodo, la verdad. Al cuarto día, aún estás expulsando sangre y loquios en cantidades ingentes. No creo que esta señora lleve una compresa en esas bragas. Lo que me hace pensar que se ha puesto ese modelito para posar artificialmente en una foto que le suba la autoestima, y que además al ponerla en sus redes sociales, produzca la admiración de todos.

Es terriblemente triste querer sentirse "deseada" para poder sentirse "orgullosa".
Es terriblemente triste estar pendiente, cuatro días después del parto, de tu aspecto físico con tanto ahínco.
Es terriblemente triste aceptar ser un objeto de deseo, sin más, sin tiempo para una introspección necesaria en un contexto que debería ser profundamente reflexivo como es el del puerperio.

Pero lo que me resulta más triste es que admiradoras y detractoras no vean ahí a una mujer herida, víctima de sí misma y de una sociedad machista (sí, en Escandinavia también son muy machistas), víctima del bajón hormonal tras el parto, que no ha encontrado mejor forma de sentirse mejor que mirándose en el espejo y encontrando en él un reflejo de su antiguo yo.
Porque quizás sólo necesitaba un abrazo, un apoyo y un consuelo, y como no lo ha tenido, ha sustituido el sustento emocional por el físico... porque es más sencillo, y desde luego mucho más manejable.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Teleología de la autorrealización

Muchas veces, sobre todo en personajes públicos, se habla de la "realización personal". Fulanita se siente realizada. Menganito se realiza con su trabajo. Y por eso están muy felices y completos y no les falta de nada. La realización lo es todo, y ellos ya han tocado su cúspide.

Y creo que es totalmente imposible ser feliz en un proceso "cerrado". Porque al ser humano no le interesan las respuestas, sino las preguntas. Porque lo que importa en un truco de magia no es el cómo se hace, sino el asombro que implica el truco en sí. Porque los días son diferentes unos de otros, nosotros tampoco somos hoy los mismos que ayer, y nos vamos haciendo día tras día.


La realización es algo muy sutil, pero se me antoja más un proceso indeterminado, en el que sólo importa el proceso en sí, sin llegar nunca a un fin exacto. Y así, yo me voy realizando, y en ese camino aprendo cosas y progreso como persona, también me equivoco mucho y a veces tropiezo siete veces con la misma piedra.

La realización personal no puede nunca cerrarse. Es un ir haciéndose, un proceso circular, abierto, en el que no se vislumbra ningún fin más allá que el propio proceso.

Me realizo y me desrealizo y me construyo y me deconstruyo día tras día. Y en ese ir haciéndome aprendo, aprehendo, desaprendo, comprendo y progreso. Pero jamás, jamás, me realizaré, porque entonces estaría, sencillamente, muerta como persona.