martes, 18 de noviembre de 2014

Mujeres y ciudadanía de mercado

¿Cómo entender la ciudadanía,hoy por hoy, sin el concepto de “ciudadanía de mercado”? Cuando las mujeres empezaron a integrarse en el mundo laboral, como una artimaña más del capitalismo, sobre todo a raíz de la primera guerra mundial donde había “escasez de mano de obra masculina”, entonces se “permitió” a las mujeres formar parte de ese aspecto público que hasta entonces les había estado prohibido.

Según T.H. Marshall, la ciudadanía es el máximo estatus de una persona dentro de una comunidad política, y la divide en tres dimensiones:
- dimensión civil (derechos de la persona y sus propiedades)
- dimensión política (posibilidad de elegir representantes políticos y de ser elegido a su vez)
- dimensión social (derecho a la salud, a la vivienda, al empleo, a la educación, etc).

Así, la mayoría de las mujeres no goza de estas tres dimensiones, sino sólo de una, dos, o en los peores casos, de ninguna. Es decir, que las mujeres, en la mayor parte del mundo, no son ciudadanas plenas. (Otra cosa que cabría dialogar, de un modo paralelo, es si este concepto de ciudadanía es válido para las mujeres, puesto que se trata, tal vez, de un concepto propio de una sociedad androcéntrica... por lo que habría que repensar nuevamente qué significa la ciudadanía y si ese concepto nos sigue valiendo hoy en día.)

¿Cómo pueden las mujeres estar consideradas plenamente integradas en el mercado laboral (que es, indudablemente, un paso importantísimo), si en la mayor parte del mundo no se remunera su trabajo, o si se hace, siempre es por mucho menos que sus homólogos masculinos? Además, el principal desafío es la conciliación de la vida laboral con la personal; de sobra es conocido para todos que muchas mujeres tienen que hacer un doble trabajo: no hay más que ver las estadísticas de la distribución del trabajo doméstico, sigue siendo la mujer quien más hace aunque trabaje las mismas horas que su pareja masculina.

En la “Encuesta de empleo del tiempo 2009-2010” del INE, podemos ver cómo en España las diferencias son absolutamente significativas:
- Trabajo remunerado: 38,7% en hombres, 28,2% en mujeres.
- Labores del hogar: 74,7% en hombres, 91,9% en mujeres. En su conjunto las mujeres dedican cada día dos horas y cuarto más que los hombres a las tareas del hogar.
- Ocio: los hombres participan en más actividades de tiempo libre y durante más tiempo, dedican de media 11 minutos más en vida social, y 17 minutos en comunicación.
Puede verse aquí un resumen de los datos de dicha encuesta.

¿Qué está pasando?



Lo que pasa es que se considera que el trabajo “importante”, dentro de una estructura familiar “tradicional” es el realizado por el marido; el de la mujer sería sólo un “sobresueldo” o dinero de apoyo. En este sentido, poco se ha avanzado. De hecho, se realizó un estudio entre distintos países desarrollados (Gornik, Meyers, Ross) demostrando que hay un claro correlato entre las políticas públicas que apoyan a la maternidad y los patrones de empleo femenino: en los países donde más se apoya las tareas reproductivas, más mujeres hay en el mercado laboral. PERO igualmente, cuantas más “facilidades” se dan para compaginar el cuidado de los niños con el trabajo, éstas suelen recaer siempre en las madres, que siguen apareciendo como principales cuidadoras, así que de nuevo son apartadas del mercado laboral, puesto que sus trabajos suelen ser considerados “de segunda”, como un “extra”.

La igualdad de género se dará cuando se desnaturalicen los roles actuales, cuando las mujeres puedan integrarse plenamente en la ciudadanía de mercado, y cuando los hombres puedan involucrarse plenamente en la economía del cuidado, es decir, cuando hombres y mujeres puedan desarrollarse en lo público y en lo privado. Para ello será absolutamente necesario que el Estado, o los poderes públicos, se encarguen de implementar políticas que fomenten esta igualdad. Me gusta cómo lo dice la CEPAL, que aunque va destinado a América Latina, puede extrapolarse:

Para promover la ciudadanía en un sentido más republicano, los Estados y sistemas políticos deben ser capaces de absorber y reflejar las nuevas prácticas de los movimientos sociales y combinar las políticas públicas con el capital social que la propia sociedad, a través de sus organizaciones, va forjando.

Y a eso hay que llegar...


jueves, 9 de octubre de 2014

Sólo un perro

Ayer mataron a un perro. Un perro que jamás entendió qué estaba pasando, un perro que de la noche a la mañana se quedó solo en casa con un saco gigante de comida y la bañera llena de agua, y que vio desde su terraza cómo una multitud se congregaba en la calle, sin comprender qué estaba pasando. Y no hace falta ser "animalista" para ir ahí a defender a ese perro. Hace falta sólo tener sentido común. Un gobierno que pasa por encima de toda la población sin despeinarse lo más mínimo, que hace todo de la manera más auténticamente chapucera, que repatrió a dos moribundos sin tener las instalaciones habilitadas para tal efecto, ni los conocimientos, ni los trajes, no es sino un pedrusco inmenso en medio del supuesto paradigma de la democracia. Ahora, sólo tienen que usar a la auxiliar clínica infectada como chivo expiatorio, y el cóctel ya está servido: sin responsabilidades políticas, se puede seguir haciendo lo que a uno le venga en gana.

Me resulta curioso, cuando menos, que muchas personas que no simpatizan con la causa animalista arremetan contra la defensa de ese perro. Ese perro es un símbolo, ni más ni menos. Es la dignidad de la gente pisoteada. Es el derecho a hacer las cosas de otra manera, que no se ha respetado. Es lo privado, que sale a la palestra sin ningún rubor por parte de  nadie. Porque el pánico es el arma más poderosa que existe. Y bien manipulado, la población se dejará hacer de todo, si hay pánico de por medio.

El argumento clásico de "es que os importan más los animales que las personas" también cansa, cansa muchísimo. Imagino que quienes así discurren serán voluntarios de una ONG, y se pasarán el día alegrando a los niños con cáncer en los hospitales, o trabajando los veranos reconstruyendo edificios derrumbados por terremotos. No sé, digo yo. Porque si no es así, ¿por qué juzgan los actos de buena fe ajenos? ¿Ellos qué saben de la gente? ¿No puede ser que esa misma gente que defiende al perro también esté involucarada en otras causas más "aceptables" en su estrecha escala de valores? Es que me resulta curioso que venga alguien que conduce un Mercedes y lleva ropa cosida por niños esclavos, por ejemplo, diciendo que las personas son más importantes. ¿Y tú, qué haces por las personas? ¿Por qué tengo yo que ayudar más a las personas que tú? La dicotomía personas-animales es una falacia como un pino. Demagogia pura, vamos.


En este mundo, cada uno se involucra en las causas que más le tocan, por un motivo u otro. Y quizás a mí me toquen más la defensa de los animales, o de los niños diabéticos, o de los enfermos de colon irritable, ¡qué sé yo! Son ejemplos al azar. ¿Tendría por ello que involucrarme en absolutamente todas las causas que necesiten apoyo? Pues me encantaría, pero lo veo imposible. Porque la gente que le da un euro a un mendigo no va a buscar a todos los mendigos del país para darles un euro también, y así ser equitativos. Porque la gente que más critica suele ser, curiosamente, la que menos hace. Y porque es muy sencillo juzgar a los demás sin conocerles.

Ya lo dice el gran filósofo Jesús Mosterín; si España es el país donde peor se trata a los animales de toda Europa es porque aquí jamás llegaron los ideales de la Ilustración. Y sin Ilustración no hay cultura. O, más bien, queda una cultura "bronca, hosca y violenta". Spain is different, that's a fact.

¿"Sólo un perro"? Pues sí. Y yo soy sólo una humana, mira tú. Y ahí, más allá, hay una que sólo es una vaca. Pero hasta donde yo sé, todos los animales (los humanos también somos animales, ¡pero cómo nos gusta olvidarnos de eso!) con sistema nervioso sufrimos, somos capaces de sentir dolor. ¿No te gustan los animales? No los tengas. ¿No simpatizas con la defensa animal? Estás en tu derecho. Pero juzgar a los demás por luchar por lo que consideran justo, no sólo es una muestra de la rigidez mental más absoluta, sino que oculta -mal, por cierto- una agresividad desproporcionada y sin ningún sentido.

Porque entonces, cuando venga alguien a desahuciarte de tu casa, no esperes que nadie te ayude. Total, si sólo es una casa.

jueves, 11 de septiembre de 2014

De tradiciones, culturas, y torturas mueve-adrenalinas

Jovenzuelos gañanes echando la tarde.

En estos días en que se aproxima inevitablemente otra espantosa matanza de un pobre toro desgraciado en la localidad de Tordesillas, los defensores de tan tremebundo acto se llenan la boca con una única palabra: tradición. Sí, ése es el único argumento que, sin ninguna duda, esgrimen los perpetuadores de actos gañanes como éste, porque realmente... ¿qué otra justificación hay si no? (dejando aparte la innoble cantidad de dinero que moverán con unas fiestas de esta calaña para atraer a la gente que tenga un vórtice negro en el corazón y que sólo mediante emociones como la tortura logre sentir "algo"... por desgracia son muchas las personas así, en este mundo cruel). De hecho, eso fue lo que repitieron machaconamente en el pregón, que si era una tradición antiquísima y por ello debe de ser salvada, que si quienes defienden a los animales son una vergüenza para la democracia y se acercan al terrorismo (ahora está de moda esto, si piensas diferente, eres terrorista y ya está), y demás perlitas que surgieron como agua de mayo de la boquita viperina del simpático pregonero. Curiosa vuelta de tortilla en la que quienes defienden a la víctima son ahora los verdugos.

Y es curioso también el rollo éste de las tradiciones, que con demasiada frecuencia se suelen equiparar con "cultura". Y no, una tradición es sólo una parte muy pequeña de la cultura de un pueblo. Porque un pueblo se compone de su estructura social, sus religiones, su organización política, económica, legal, su música, su arte, sus habitantes, su ropa, ¡qué sé yo! Y si las sociedades mutan, porque lo hacen, porque es inevitable, porque forma parte de la naturaleza humana, ¿a santo de qué viene aferrarse a tradiciones como signo de identidad? ¿Y por qué no conservamos entonces la Inquisición, que también era muy típica de este país? ¿Y por qué no seguimos retándonos en duelos? ¿Y por qué abrazamos la tecnología y otros cambios, si ponen en peligro el ser como éramos antes?

¿Y por qué ya no nos vestimos así? ¿Qué pasa con la identidad?

Lo que quiero decir es que, en un mundo globalizado como éste, es cierto que las identidades parecen diluirse: todos vemos las mismas series, usamos la misma ropa, los mismos teléfonos, compramos en las mismas tiendas... ¿qué queda en medio de todo eso que identifique a los pueblos? ¿Sólo las tradiciones? Evidentemente, no.

La riqueza cultural de un pueblo ni empieza ni termina en sus tradiciones. Porque entonces...

... como en China ya se ha prohibido el vendaje de pies, los chinos ya no serían chinos
... como en España se han prohibido las peleas de gallos (claro, aquí no mueven mucho dinero), ahora mismo ya no seríamos quienes somos
... como en Inglaterra ya no se juega al fútbol usando la cabeza de un enemigo, como en la Edad Media, los ingleses ahora deberían ser otros
... como los monjes budistas ya no se automomifican, el budismo debería llamarse de otro modo
 etc, etc, etc...

Los seres humanos progresan, somos cada vez más civilizados, pero seguimos teniendo un lado oscuro, y precisamente esa dicomotía es un caldo de cultivo para que afloren los instintos más básicos, innobles, crueles y desprovistos de toda empatía. El discurso de la tradición es ridículo, porque entonces, como digo, no sólo no tendríamos que haber abolido un montón de tradiciones que hoy a cualquiera le parecen una barbaridad, sino que además no deberíamos haber cambiado muchísimos aspectos de la cultura, que es algo mucho más amplio y sobre lo que descansa la identidad de un pueblo. Sin embargo eso sí lo hacemos, sin despeinarnos. Pero lo que tenemos que comprender es que la cultura es algo flexible, cambiante, de una gran plasticidad, y desde luego y sin ninguna duda, hoy no tenemos nada que ver con los que vivían en la península hace quinientos años. Lo siento, pero no. Somos muy diferentes, y nos separan muchas más cosas de las que nos unen. Entonces, ¿para qué aferrarse a un lastre cruento y absurdo que no tiene nada que ver con la identidad de un pueblo actual? ¿Por qué permitimos que la sociedad avance pero nos agarramos como a un clavo ardiendo a pequeñas tradiciones anecdóticas dentro de la cultura en general? ¿Qué aporta, realmente, eso, al conjunto de la sociedad? No aporta NADA. De ahí no se puede extraer nada positivo.

Otra simpática tradición... ¿por qué no la conservamos?

En resumidas cuentas, a quienes por la necesidad de vivir emociones fuertes ofrezcan ridículas excusas sobre tradiciones y demás (mientras sigan usando teléfonos móviles y vistiendo vaqueros, que esos cambios sí los aceptan, mira tú), cuando en realidad sólo se trata de una subida de adrenalina en gente que no sabe qué hacer para sentir algo...
A quienes justifican lo injustificable en un mundo donde este tipo de comportamientos cada vez tiene menos cabida...
A quienes insultan y arremeten contra los que sí tienen un mínimo de sensibilidad con descalificaciones fáciles (porque argumentos, ninguno, claro)...

A todos ellos, basta ya.

Esto es ridículo.

Quien quiera sentir emociones fuertes, que se vaya a un parque de atracciones, o haga puenting, o intente vivir con 500 euros al mes y tres hijos, o se vaya a pasear en minifalda por las calles de El Cairo, ¡qué sé yo, hay muchas maneras de sentir el subidón de adrenalina!

Así, desde luego, no.

domingo, 17 de agosto de 2014

Mirar hacia otro lado

Creo que lo mejor de este vídeo no es ya sólo la serie de verdades incómodas que se explican en él. Lo mejor es la cara del público. Esa cara de "tierra, trágame". Esa cara de "no quiero oír esto". Esa cara de "necesito seguir comiendo bacon, no me expliques cosas de las que no quiero saber nada".



Es mucho más difícil mirar hacia otro lado cuando estás en medio de una charla con proyecciones y te están filmando.

Aunque luego, en unos días, olvides voluntariamente todas las verdades incómodas, una vez regreses a tu rutina de no saber, y los estantes del supermercado te ofrezcan una carne plastificada que poco o nada recuerdan a su origen cruel. Y entonces seguirás con tu vida, porque... ¿qué más da? ¡Si es lo que hace todo el mundo!

lunes, 4 de agosto de 2014

Gracias, Hubertine

Hoy se cumplen cien años del fallecimiento de Hubertine Auclert. Y me llama la atención, cien años después de que haya muerto, cómo se está poniendo peligrosamente de moda la reivindicación de "mujeres que no necesitan el feminismo" en la red. Mujeres que se hacen fotos diciendo motivos, comenzando por "no necesito el feminismo, porque..."


Estas fotos están en las redes sociales, y son cada vez más numerosas.

Lo que no saben estas mujeres, es que si pueden usar las redes sociales es precisamente gracias al feminismo.
Gracias al feminismo pueden salir de casa sin compañía masculina.
Gracias al feminismo pueden llevar pantalones.
Gracias al feminismo pueden votar. Sacar dinero de un banco. Conducir. Vivir.
Gracias al feminismo pueden quedar con amigas, estudiar, trabajar.
Gracias al feminismo pueden tomar sus propias decisiones.
Gracias al feminismo pueden ser quienes quieran ser.

Gracias al feminismo pueden despreciar al feminismo. Pueden permitirse ese desprecio absurdo a una lucha que se ha llevado vidas, que aún se las lleva, que ha conseguido tantísimo, y que aún tiene tantísimo por lograr.


Gracias al feminismo, somos quienes somos. Despreciar el feminismo es despreciar a las mujeres.
Y a su lucha.

Es una falta de respeto tristísima. Y que la mayoría de las veces, creo, se basa en un profundo desconocimiento de qué es el feminismo, sencillamente. Que a estas alturas aún se vea el feminismo como "lo contrario al machismo" es una vergüenza, y demuestra cómo la ignorancia y la falta de libros campa a sus anchas demasiado a menudo.

Gracias, Hubertine. Y gracias a tantas como ellas.

¡Gracias al feminismo!

Estupenda parodia de Rebecca Cohen, http://vitaminw.co/rebecca-cohen

lunes, 7 de julio de 2014

El deporte es cosa de hombres

Lo confieso: no me gustan los deportes de competición. Es decir, sí me agradan los valores de autosuperación, autodisciplina, intentar cada día conseguir una meta un poco más alta. Yo misma me inicié en el running y me pico conmigo misma, imponiéndome desafíos que voy consiguiendo solventar.

Pero a lo que me refiero es a esos típicos deportes de alta competición que podemos ver por la televisión. El fútbol, claro, principalmente. Pero no se quedan atrás muchos otros.

Y es que a mí eso de que sólo por ser hombre vayas a tener más oportunidades deportivas ya me chirría de tal modo que me impide disfrutar con el visionado de ningún deporte. Sólo hay que ver en el documental "Cuestión de pelotas" cómo las oportunidades siempre van a ser infinitamente menores sólo por ser equipos FEMENINOS. De hecho, a sus integrantes no se las considera como jugadoras profesionales, ya que existe un estúpido Real Decreto que dice que "La denominación de las ligas profesionales deberá incluir la indicación de la modalidad deportiva de que se trate. No podrá existir más que una liga profesional por cada modalidad deportiva y sexo en el ámbito estatal": es decir, que si existe una liga masculina, no puede haber una femenina. Ni más, ni menos.

Pincha aquí para ver el documental "Cuestión de pelotas".

Porque a las mujeres no se las toma en serio como deportistas. Se las ve siempre de un modo profundamente paternalista, como niñas pequeñas que "juegan" a imitar a sus homólogos masculinos.
Y quisiera saber quién sigue los deportes femeninos (exceptuando unos cuantos de los que hablaré ahora) más allá de los conocidos de las propias deportistas. Y más allá de algún periodista aburrido que efectuará una breve reseña al final del Marca. Y más allá de algún baboso. Y ahí se quedará todo.

Uniforme de volley femenino versus uniforme masculino

Las mujeres están "autorizadas" desde los Juegos Olímpicos de 1904 a competir. Antes, era un ámbito exclusivamente masculino. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Porque el que puedas hacer una cosa no quiere decir que a alguien le vaya a interesar dicha cosa. Y más cuando se invierte tantísimo dinero en promocionar el deporte masculino, y apenas nada en el femenino, excepto...

... Excepto en los deportes donde sí que parece ser que las mujeres tienen cabida: la natación, el tenis (¡con falditas cada vez más cortas!), el volley (tienen que ir casi desnudas obligatoriamente) o la gimnasia, el patinaje, etc... Deportes donde el cuerpo tiene un gran papel, donde hay demasiados factores estéticos de por medio. Deportes vistos como "graciosos", "elegantes"... es decir, vistos como típicamente "femeninos" y por ende "aptos para mujeres".



Pero todo lo que escape a esa dualidad de género (deportes masculinos: todos los deportes "activos", de competición feroz, que supongan una gran superación / deportes femeninos: los deportes "estéticos", gráciles, elegantes, graciosos)... parece ser que es algo donde las mujeres no tienen cabida seria. Y no hay que irse únicamente a los deportes "físicos". No hay más que ver lo mal que lo han pasado las hermanas Polgar, campeonas de ajedrez, para abrirse paso casi a codazos en un mundo profundamente masculino. De hecho, cuando se decidió subir el Elo 100 puntos a todas las jugadoras de ajedrez, a las Polgar se las dejó fuera, porque "destacaban demasiado". Cuando Judit Polgar vencía a grandes jugadores masculinos de ajedrez (como al gran maestro Karpov), éstos se sentían HUMILLADOS por haber sido vencidos por la jovencísima jugadora. Hoy Judit tiene un Elo de 2700, está entre los 10 mejores del mundo. No puedo ni imaginarme lo que han tenido que pasar las hermanas Polgar para conseguir avanzar entre tanta zancadilla.



Cuando yo era niña, me gustaba jugar al ajedrez. Recuerdo que en un campamento de verano hicimos un "campeonato", y lo gané. Mi último rival fue un chico al que vencí fácilmente, y que fue diciendo por ahí que "me había dejado ganar". Porque yo era una chica, y se sentía humillado. Porque ya con doce años los estereotipos de género son tan sumamente poderosos que es casi imposible huir de ellos.

Ahí fue cuando decidí dejar de jugar al ajedrez.

Y me resulta ridículo que muchas mujeres que se dicen feministas sigan con devoción deportes como el fútbol sin percatarse de que lo que están apoyando de ese modo es que siga siendo un mundo puramente masculino. Porque si incluso las mujeres consideran las competiciones femeninas como "de segunda"... entonces la cosa está muy mal.

En 1967 intentaron impedir a Kathrine Switzer que corriera la maratón de Boston sólo por ser mujer.

Y es que, por desgracia, al igual que en el mundo laboral lo tenemos mucho más difícil... aquí pasa lo mismo. Y hasta que el deporte femenino no sea visto como algo serio, a la misma altura que el masculino... lo siento mucho, pero yo no pienso dedicarle ni un minuto de atención a este último.

Porque a las Polgar nadie las deja ganar. Al revés: a ellas se las lleva mucho más al límite, y cuando con un competidor masculino ya se habrían pedido tablas, se las exige mucho más, sólo por ser mujeres. Y no hay más que ver las espantosas declaraciones del neandertal Checo Pérez para darse cuenta de esta realidad.Y es que los deportes no son sino un reflejo más de la sociedad.

Y eso se ve, para bien o para mal, en todos los ámbitos.

viernes, 27 de junio de 2014

La indiferencia es la peor forma de violencia

Una de las cosas que más me cuesta desde siempre es callarme. Muchas veces, me tengo que morder la lengua hasta el infinito y más allá cuando escucho la típica perorata salpicada de ignorancia, prejuicios, u opiniones sin fundamentar en general.
En relación a la maternidad, sé que no hay que juzgar, así que intento callarme con todas mis fuerzas. Pero muchas veces se me llevan los demonios. Me resulta muy difícil.

Y creo que, con diferencia, en el tema del embarazo/parto/lactancia y demás, lo que más me fastidia es la actitud del "me da igual". Porque una cosa es ser una persona sin la posibilidad de informarte, y otra cosa muy diferente es tener toda la información del mundo al alcance de la mano... y aun así, despreciarla.

Creo que, principalmente, se juntan tres factores:

- La autoridad. Seguimos pensando que los profesionales de la salud tienen la última palabra, como si no fuéramos mujeres maduras con la suficiente capacidad para responsabilizarnos de nuestra propia salud. Por ello, dejamos que el embarazo y el parto caigan en el saco de lo patológico, y sean tratados como una enfermedad. Así que, si son una enfermedad, qué menos que dejarse manipular por los médicos, "que son los que saben".

- La normalidad. Nos da miedo "ser diferentes", ser "pioneras", y es que "si siempre se ha hecho así, por algo será". Así, y casi como corolario del primer punto, el de la autoridad, nos quedamos calladitas, no damos guerra, no vamos a ser más que la vecina, no queremos dar la nota, no queremos destacar. Y nos dejamos hacer, nuevamente, para no molestar, para no ser "raras".

- El miedo. Y éste es, quizás, el más importante. Y el que muchas veces deja que los dos primeros puntos se produzcan, casi con alivio. Estamos tan desconectadas de nuestros cuerpos, de la vida en general, que tenemos miedo. Miedo a parir. Miedo a amamantar. Miedo a sujetar un bebé. Miedo a ser lo que somos: mamíferas. ¡Tenemos, sencillamente, miedo a ser! Esta desconexión es terrible, porque no sólo supone desconectarse de nuestra sabiduría instintiva que subyace dentro de todos nosotros, sino sobre todo desconectarse totalmente de nuestra propia esencia. Así que nos dejamos llevar, porque tenemos miedo a encontrarnos con nosotras mismas. A descubrirnos, ahí, debajo de todas esas capas de modernidad, internet, maquillajes, piercings y sofisticaciones. Tenemos terror al dolor, terror a vernos como criaturas que gimen, gritan, sangran, y entran en un trance sinigual, animal, como nunca antes habíamos experimentado. Así que mejor ponernos anestesias y todo tipo de parches para no abandonarnos en esa locura, tan poco racional, tan extraña... tan incontrolable y, por ende, temible. La pasividad como método de controlar el terror.



Y así nos va. A años luz de otros países en cuanto a la atención en el embarazo y parto. Con toda la información a nuestro alcance... pero nos da igual.
Y se suceden los episodios de violencia obstétrica sin que nadie diga ni mu: inducciones cuando el cuerpo no está preparado, maniobras de Kristeller, separación de membranas, tactos "porque sí", posiciones impuestas, enemas, rasurados, fórceps, ventosas, cesáreas innecesarias. Pero no nos quejamos, no nos informamos, no buscamos. Y hablo con la gente y mi experiencia en los partos no tiene nada que ver con lo que otras personas me cuentan. Y la diferencia está en algo muy sencillo: la información de la madre. El criterio. La capacidad de informarse, leer, decidir, y sobre todo, desarrollar una actitud crítica. (Actitud que, por cierto, sería deseable tener en todos los aspectos de la vida para progresar como persona... aunque ésa es otra cuestión.)

Pero luego, cuando pasan esos partos, esas mujeres no se sienten mal, no encuentran a faltar nada, no se sienten violentadas. Es decir, a veces sí; algunas veces, un tiempo después, repasan lo sucedido y comprenden cómo fue lo que realmente pasó. Pero por desgracia, la inmensa mayoría sale de estos procesos totalmente indiferentes, porque se han visto en el hospital cuando sentían que estaban en un proceso patológico, y como tal se han dejado hacer, se han dejado "curar". Porque así fue también en el caso de su vecina. Porque así se hace siempre. Porque no quieren ser diferentes. Porque los médicos son los que saben. Y porque... ¡qué miedo, eso de sentir dolor en tu cuerpo!

Y si no se dan cuenta, la violencia obstétrica puede seguir adelante, como si nada, como otra arma más de control del patriarcado sobre los cuerpos de las mujeres.

Porque la indiferencia es, quizás, la forma más terrible de violencia.

martes, 24 de junio de 2014

Una pequeña gran victoria

A veces, los pequeños gestos sirven de algo. A veces, ponerse pesada y ofrecer argumentos REALES, también.

Se puso en contacto conmigo Miriam (http://www.mipediatravegetariano.com/, página altamente recomendable para quienes tengáis niños vegetarianos), interesándose por lo que había pasado con los bancos de leche. Le conté toda la historia, que se puede leer aquí:

Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche
Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (II)
Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (III)
Las madres desnutridas no producen peor leche... las madres veganas, TAMPOCO

Y cuál no sería mi sorpresa cuando, tras hablar ella con el banco de leche del Hospital 12 de Octubre, le contestan diciendo que han revisado los protocolos, y que las madres veganas correctamente suplementadas ya pueden donar.



Estoy muy feliz de haber aportado un granito de arena para llegar a esto, que además ha costado.

Muchas gracias, Miriam, por este comienzo de día tan estupendo :)

lunes, 19 de mayo de 2014

Prejuicios, lactancia materna, veganismo y bancos de leche (III)

Hoy es el día mundial de la donación de leche materna, un gesto que me parece maravilloso y absolutamente loable, qué duda cabe. Pero me sigue escociendo el que no se permita donar a las madres veganas. Me gusta escuchar la radio mientras me desplazo, y llevan todo el día hablando sobre el tema (que por otro lado, qué bien que cada vez se sensibilice a la gente más sobre este tipo de cuestiones), y nuevamente me encuentro con que por todas partes se habla de los requisitos para donar, y entre éstos sólo se menciona que la madre ha de tener hábitos de vida saludables. NUNCA se menciona nada sobre vegetarianismo, siempre se dice "por lo bajo" a las madres interesadas que preguntan, pero en los medios de comunicación, no. Esto me molesta, y mucho.

Si el requisito para ser donante de leche materna es tener hábitos de vida saludables, y las madres veganas no pueden donar, quiere decir que se considera que las madres veganas no tienen hábitos de vida saludables. Tan sencillo como eso. Ese prejuicio infundado y que puede desmontarse con un sencillo análisis de sangre parece un escollo muy grande para determinados centros médicos. La responsable del banco de leche del 12 de Octubre, con quien mantuve una ávida correspondencia sobre este tema, ha explicado en Radio Nacional cómo se hace para manipular la leche donada: análisis de nutrientes, pasteurización y todo tipo de avances. ¿De verdad, ante tamaña expresión futurista de medios más propios de la NASA que de un hospital español, no son capaces de saber cuándo una madre está correctamente provista de B12? Es que sólo hay que analizar la homocisteína, ¡no es tan complicado!


En fin. Me alegro enormemente de que existan los bancos de leche. Me alegro inmensamente de que cada vez más personas se ofrezcan voluntariamente y con todo el amor de su corazón a donar para los niños prematuros que tanto lo necesitan. Y me alegro infinitamente de que cada vez se hable más de estos temas en los medios de comunicación.

Pero el progreso ha de ir de la mano de la revisión de protocolos cuando éstos están obsoletos, cosa que en el caso de los bancos de leche, NO se hace, según ellos mismos me confesaron.

Una auténtica pena, porque cada vez hay más mamás veganas, y se les cierran las puertas absurdamente a este tipo de colaboraciones, sin ningún motivo real, científico y demostrable. Porque aún estoy esperando a que me lo demuestren... pero no fueron capaces.

Feliz día a las que os dejan donar.

Más sobre el tema:

sábado, 26 de abril de 2014

Ropa chapucera, pero limpia

Muchas personas me han preguntado por qué coso ropa, si se pueden encontrar cosas muy monas en cualquier tienda por cuatro euros.

En efecto, me cuesta mucho más la tela y el tiempo que invierto que esos cuatro euros o precios archi rebajados.

Además, no coso bien. He sido absolutamente autodidacta, con lo que realmente carezco de algunas bases, todo lo he aprendido mirando tutoriales por internet. Y soy chapucera. Muchas veces hago las cosas de cualquier manera, y por precipitarme al final tengo que acabar descosiendo todo y volviendo a empezar. Realmente creo que la costura no es lo mío. Hay gente muy mañosa, hábil con este tipo de actividades manuales... no es mi caso. Pero mi cabezonería es superior a mi gran torpeza, y al final, aunque tarde mucho más que otras personas, lo acabo terminando todo.

Tampoco tengo mucho tiempo. Entre el trabajo y las nenas, coso cuando puedo, a veces ni siquiera disfruto porque estoy más preocupada por acabar en la escasa hora de la que dispongo que por disfrutar y aprender en el proceso.

¿Por qué coso entonces, si se me da mal, no tengo tiempo, me sale caro, y encima me cabreo conmigo misma muchas veces?

Coso por ética. Ni más ni menos. Efectivamente, la ropa es muy barata hoy en día. ¿A qué precio? El precio de las tiendas no es real.

Lo que se compra es trabajo esclavo. Infantil, muchas veces.
Lo que se compra son condiciones infrahumanas.
Lo que se compra son salarios irrisorios.
Lo que se compra son jornadas de trabajo vergonzosas.
Lo que se compra son accidentes terribles, como el de Bangladesh... pero aquí no pasa nada.
Lo que se compra son productos hechos todos en países lejanos, cuyas desgracias "no nos afectan", y así seguimos con nuestras vidas como si nada.
Lo que se compra es "externalización", eufemismo absurdo para decir que ellos producen por diez céntimos y se hacen millonarios a costa de la explotación más absoluta.



Quizás hoy en día sólo llego a realizar una prenda de cada cinco, pero ya es algo. El resto de prendas, siempre pienso mucho si comprarlas o no, si hacen falta o no (a mí misma no me compro casi nunca nada... ¿para qué, si ya tengo mucha ropa y me sigue valiendo?), si son imprescindibles o no. Y si algún día consigo mejorar en mi patético nivel de costura, y/o dispongo de más tiempo, quiero aumentar esa ratio y conseguir por lo menos realizar la mitad de la ropa.

Porque me sale más caro, porque tardo más tiempo, porque es ropa "casera" y no cosida con máquinas industriales... pero está realizada de un modo mucho más ético, y desde luego con mucho cariño.

Para más información: Guía para vestir sin trabajo esclavo.

martes, 8 de abril de 2014

"Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos"


¿Y por qué si lo vemos sí nos afecta? ¿Si nos saltamos el proceso de en medio es menos terrible? ¿Ojos que no ven, corazón que no siente?

El mirar a otro lado nos hace cómplices, siempre.

Me gusta mucho esta broma, porque hace reflexionar sobre algo que no tiene ni pizca de gracia.

domingo, 30 de marzo de 2014

Fumar en el embarazo

No lo entiendo, lo siento. Es decir, sé perfectamente que la adicción al tabaco puede ser muy peliaguda, que cuesta mucho dejarlo... pero desde luego, hay que hacerlo ANTES de quedarse embarazada. Yo misma fumaba hace años, y jamás se me hubiera ocurrido tener un hijo entonces. Porque hay cosas que son básicas. Y porque no es lo mismo perjudicarte a ti misma, motu proprio, que perjudicar a un pequeño que no puede ni defenderse ni opinar sobre el asunto.

La cuestión es que antes era muy común que los propios ginecólogos te dijeran que "era peor la ansiedad por no fumar que el fumar en sí". Falso. Falsísimo.

Fumar en el embarazo aumenta el riesgo de aborto, embarazo ectópico, placenta previa, desprendimiento de placenta, sangrado, parto prematuro (uno de cada siete niños de madres fumadoras es prematuro) y todo tipo de complicaciones en el embarazo. Los bebés de madres fumadoras suelen tener un tamaño más pequeño, porque cada cigarrillo disminuye la cantidad de sangre que le llega a la placenta, produciendo que el corazón del bebé lata más deprisa. El monóxido de carbono, por su parte, hace que le llegue un 40% menos de oxígeno. Por eso son bebés más pequeños: porque su desarrollo no es como debiera de haber sido de no someterse a estos tóxicos.

Y además, según un estudio publicado por el CDC de EEUU en el año 2011, tienen entre un 20 y un 70% más de probabilidades de nacer con defectos cardíacos congénitos.


Pero no acaba ahí la cosa. Después, son niños más propensos al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante, y nacen con síndrome de abstinencia a la nicotina (según un estudio realizado en la Brown Medical School de Nueva York, los bebés de madres que durante el embarazo fumaron seis cigarrillos al día mostraron en las 48 horas siguientes al parto síntomas adictivos), por lo que llorarán más y estarán más irritables. El consumo de tabaco también está asociado a menores tasas de lactancia materna. En su niñez, tendrán una mayor propensión a desarrollar asma, alergias, obesidad, trastornos del aprendizaje o hiperactividad. Y más adelante, tendrán mucha más tendencia a convertirse, a su vez, en fumadores.

La ansiedad producida por dejar el tabaco no es más que una reacción natural del cuerpo, que tiene que adaptarse a la nueva situación de liberación del tóxico. No existe ningún estudio concluyente que demuestre que el "estrés de dejar de fumar" tenga ningún efecto sobre el feto. Sin embargo, sí existen infinidad de estudios que demuestran los efectos tremendamente negativos del consumo de tabaco durante la gestación. Ampararse en esa supuesta "ansiedad malísima para el niño" no es más que, la mayoría de las veces, una absoluta excusa para no dejar el hábito. Ni más, ni menos.

Y tú, ¿fumas en el embarazo?

jueves, 13 de marzo de 2014

Las madres desnutridas no producen peor leche... las madres veganas, TAMPOCO

Estos días ha sido noticia en los medios una tontería como un piano pronunciada por un grupo de enfermeras a las que convenientemente habrá untado la leche de bote de turno para decir que si las madres a causa de la crisis están malnutridas, los bebés lo estarán también si son alimentados por medio de lactancia materna (por supuesto, no hablan de ningún estudio al respecto, así que sólo se apoyan en su supuesta "autoridad" como profesionales de la salud). Esto sólo deja constancia, una vez más, de la escasa cultura de la lactancia que tenemos en este país, así como de la absoluta falta de contraste de la información por parte de los periodistas, cada vez más amarillistas, que se dedican a publicar cualquier cosa con "enganche" y morbo sin importar si es cierta o no. Pues ha salido en periódicos, en la tele, y en todos los medios de comunicación, propagándose como un virus tonto.

Muchos blogs y webs dedicados a la maternidad y a la lactancia se han hecho eco del asunto, publicando comunicados como éste. También la AEP  ha emitido este comunicado. Me parece estupendo, por supuesto, que se desmientan todos estos mitos de abuela sin ninguna solidez científica de ningún tipo, y que sólo perjudican a los más vulnerables: los bebés.

Pero por otro lado, me ha dado como un resquemor que no conseguía identificar, hasta que por fin he sabido qué era. Es que he recordado cuando quise donar leche en el 12 de octubre, y me rechazaron por ser vegana. Vamos, que personas que se suponía sabían muchísimo sobre lactancia me dijeron que EXISTEN LECHES DE MEJOR CALIDAD QUE OTRAS.

El resultado de mis pesquisas sobre este asunto puede verse en estos dos posts:

No voy a repetirme porque en dichos posts se puede consultar cómo fue la cosa. Pero me escuece, Y MUCHO, que a nadie le importara este asunto, porque claro, madres veganas hay pocas. Pero claro, si sale una noticia de esta índole, como parece que afecta a más gente, entonces sí interesa.

Ahora sólo faltaría un comunicado del 12 de octubre negando que existan "leches malas", y entonces ya el resoplido que voy a soltar se va a oír de aquí a Japón... 

lunes, 10 de marzo de 2014

Cuando la "superfertilidad" es el problema

Muchas parejas están meses y meses, años y años, intentando concebir sin éxito. Lo intentan todo, desde cambiar la alimentación, la postura, recurrir a métodos de detección de la ovulación, tomar café y omega3 porque así los espermatozoides se supone que van más deprisa, y usar calzoncillos anchos, y tomarse la temperatura basal y observar el moco cervical... Y los días pasan y pasan y la regla baja y baja y lo que al principio empezó como un cúmulo de pequeñas desilusiones mensuales se acaba convirtiendo en una auténtica desazón que escuece en el alma, en un "¿por qué yo no?". Y por la calle parece que todas las mujeres estén embarazadas. Hay embarazadas por todas partes. Y muchas de estas mujeres digamos "poco fértiles" acaban recurriendo a métodos de inseminación artificial. Y aun así, muchas siguen sin conseguirlo. La desesperación y la depresión aumentan según va pasando el tiempo.

Este escenario nos resultará familiar. Todos conocemos a alguien que se encuentra en esta situación: quiere tener un bebé, pero no lo consigue. No hay manera. No se queda embarazada. Se hace mil pruebas, todo está bien, pero... no hay manera.

Lo que quizás no sea tan conocido es el caso contrario, la otra cara de la moneda, igualmente frustrante, igualmente dolorosa: cuando se es "demasiado" fértil. ¿Se puede ser "demasiado" fértil? Sí, se puede. Quedarte embarazada prácticamente con que tu pareja te mire de soslayo. Hacer diana aunque no se quiera. Y, sobre todo y ante todo, no discriminar.

¿Qué quiere decir esto? Pues que hay úteros "poco selectivos". Cuando un embrión no es viable, el cuerpo debería encargarse de desecharlo, generalmente al principio, así que la mujer ni se entera de que estaba embarazada, porque este descarte se correspondería con la regla. Un micro-aborto para un micro-embarazo de pocos días. Pero no todos los cuerpos son así. Algunos úteros "aceptan a cualquiera", sin discriminar si es un embrión viable o no. Las células uterinas, que deberían encargarse de realizar esta discriminación, no la hacen, aceptando embriones viables e inviables. Como un portero de discoteca que no pide el DNI y deja pasar a niños de doce años.


Médicos del hospital Princess Anne de la ciudad de Southampton y del Centro Médico Universitario de Utrecht realizaron un estudio tomando muestras de los úteros de seis mujeres que habían tenido embarazos normales y de otras seis que habían sufrido abortos espontáneos recurrentes. Colocaron embriones de distinta calidad en el canal formado por dos líneas de células uterinas. Las células provenientes de las mujeres con fertilidad normal comenzaron a crecer hasta alcanzar a los embriones de alta calidad, ignorando al resto. En cambio, las células “superfértiles” comenzaron a crecer hacia todos los embriones.

Por lo tanto, ser "superfértil" es un gran problema. En palabras del profesor Nick Macklon, responsable de este estudio: "Muchas mujeres afectadas por estos casos creen que simplemente están rechazando su embarazo y se sienten culpables. Pero hemos descubierto que la causa puede ser que son superfértiles y acogen embriones que normalmente no sobrevivirían hasta implantarse".

Las consecuencias de este exceso de fertilidad son los abortos recurrentes... y de toda índole: tempranos, más tardíos, huevos hueros, malformaciones...

Y al igual que no es plato de buen gusto el intentar tener un bebé que no llega, no es tampoco nada agradable ir al cuarto de baño y expulsar una pequeña placenta de seis centímetros. Dicen que los extremos son malos, y desde luego en este caso se cumple. Malos, frustrantes, y terriblemente dolorosos.

viernes, 7 de marzo de 2014

Fadjen también tiene derecho a vivir

Hoy, pensando en quienes defienden la tauromaquia y todo lo que conlleva, y para ello sueltan el típico argumento de que los toros de lidia son animales salvajes, que sólo sirven para esa lucha (lucha desigual, por cierto), que son agresivos y crueles, que no sienten dolor, y demás argumentos afines, recordé este maravilloso vídeo.
Fadjen es un toro de lidia cuyo destino era el de tantos otros desgraciados animales: morir para deleite de un puñado de psicópatas amargados que no tienen otra manera de canalizar su frustración.
Por fortuna, fue rescatado, y hoy vive feliz con su amigo humano, Christophe, demostrando que es un animal capaz de jugar, de amar... de vivir.

jueves, 6 de febrero de 2014

La equidad marcial

Ayer me comentaba un conocido que acaba de ser papá por segunda vez que no le están dando el pecho al bebé, así como tampoco lo hicieron con la primera, por ser equitativos en el reparto de tareas y dividir "de un modo justo" la crianza.
Me chocan estas actitudes y realmente no las comprendo, incluso se me antojan una excusa revestida de una supuesta igualdad.
Porque vamos a ver, si yo quiero ser "equitativa", por ejemplo, en el reparto de tareas en el hogar, ¿limpiaré yo medio wc y mi pareja la otra mitad? ¿Sacaré una bandeja del lavavajillas y él la otra? ¿Pasaré el plumero sobre media mesa, y él sobre la otra mitad? ¿Fregaré medio plato y él el otro medio? ¿No es más lógico dividir las tareas de un modo menos estricto, y limpiar yo una habitación y él otra (por ejemplo)?

Con la crianza sucede lo mismo. Hoy por hoy, sólo la persona que acaba de parir es la que tiene leche, y por ende, la capacidad de alimentar al bebé con el alimento más perfecto que existe para él. Evidentemente no creo que a estas alturas haga falta poner los trillones de estudios existentes sobre este tema. Es obvio que la leche materna es el mejor alimento para el bebé, es obvio que está hecha a su medida, es obvio que protege como ninguna otra cosa, y además tiene beneficios para la mamá también.
¿Eso quiere decir que la madre se va a comer todo el trabajo? ¡Pues claro que no!
¿No sería más fácil que la madre se dedique a dar el pecho y el padre haga "el resto"? Y por el resto me refiero a la comida, la limpieza, etc.



Porque éste es un reparto de tareas perfectamente válido, y perfectamente equitativo.
Al igual que lo es que yo limpie la cocina y él limpie el salón.
Me resulta inverosímil preferir sacrificar la calidad de la alimentación y el vínculo de un bebé en aras de buscar una igualdad en proporciones imposibles. Porque así sólo se benefician los egos, pero el bebé se convierte en víctima, ya que no está recibiendo lo que le corresponde. ¿Cronometrarán también el tiempo que cada uno tiene al bebé en brazos, para que sea idéntico? ¿Los besos que cada uno le dé, los contarán? ¿Las veces que cada uno cambia el pañal? ¿Le peinará uno media cabeza, y el otro la otra mitad?

Cada una es libre de decidir dar el pecho o no, por supuesto. Pero por favor, no busquemos excusas disfrazadas de justicia, porque no tienen  sentido. O si no, la supuesta equidad nos hará vivir en poco menos que un cuartel. Y yo, personalmente, dudo que eso sea una familia.

lunes, 6 de enero de 2014

¿Que el veganismo es radical?

Radical es separar a un bebé de su madre a las pocas horas de nacer, para comerse el bebé a los pocos días, y explotar a la mamá como a una máquina de fabricación de leche, piel y carne, y obligarla a preñarse una y otra vez y ver cómo todos sus hijos le son arrebatados sin poder hacer nada.

Radical es arañar el fondo marino para arrasar con todo lo que ahí se encuentra, porque para que tú te comas una bandeja de sushi han tenido que perecer once kilos de todo tipo de animales.

Radical es asistir a espectáculos, recintos, lugares destinados a niños, donde los animales están entrenados a base de golpes. Donde para conseguir traer a según qué seres exóticos, han muerto miles de ellos por el camino. Donde no viven en su hábitat natural. Donde se vuelven locos en jaulas.

Radical es criar en condiciones espantosas a todo tipo de dulces criaturas para arrebatarles su piel y confeccionar abrigos para señoras gordas que se creen hermosas llevando sobre sí la muerte y el sufrimiento.



Radical es desmembrar a víctimas inocentes estando aún vivas, porque el aturdimiento no funciona casi nunca (¡que hay que ahorrar!).

Radical es comprar animales como quien se compra un muñeco, y cuando te cansas, lo dejas por ahí tirado como cualquier otro objeto de obsolescencia exprés. Radical es saber que estos animales provienen de madres en condiciones espantosas, que son violadas una y otra vez, y viven en jaulas sin poder moverse, sólo teniendo más y más hijos.

Radical es asesinar a un pobre ser mientras chilla desconsolado, desangrándolo totalmente porque así sabe mejor o no sé qué. Y encima convertirlo en un acto de regocijo y celebración.

Radical es cargarte con una escopeta y pegarle un tiro a todo lo que se mueva, porque sí. Porque cuando matar se convierte en deporte, la atrocidad se diluye y parece que no es tal. Cazar es un acto cobarde y vil y desde luego de deporte no tiene absolutamente nada.

Radical es matar a palos a un animal para quitarle su piel y que ésta esté más suave.



Radical es usar un anzuelo para que una bella criatura marina agonice fuera del agua sin poder respirar y encima con ese espantoso artilugio de metal clavado, desgarrándole la carne.

Radical es que se apiñen gallinas en espacios mínimos, robándoles sus huevos, cambiándoles los ciclos con luces artificiales, aplastando los pollitos machos nada más nacer para convertirlos en caldo, cortándoles los picos a todas (¡y sin anestesia, claro!) para que en un acto de locura que siempre sucede no se lesionen o lesionen a las demás, buscando el aire y el espacio y la libertad que jamás tendrán.

Radical es torturar como un espectáculo, llamándolo arte, blindándolo con leyes y decretos para que sea un algo intocable, porque mueve dinero a espuertas, mientras gente sin empatía observa cómo muere un ser indefenso, en una agonía larga, en un miedo terrible. Radical es ignorar ese terrible sufrimiento, porque quienes no tienen empatía reciben un nombre bien claro: psicópatas.

Radical es criar animales en las peores condiciones para así ahorrar en costes, sin permitirles jamás ver la luz del día ni disfrutar de la felicidad, sólo comiendo piensos repletos de medicinas porque están enfermos en el hacinamiento, enfermos entre sus heces, enfermos en el alma.

Radical es inyectar jabones y tabaco y sustancias en ojos y orejas, en cuerpos indefensos que no entienden qué han hecho para merecer esto, por qué para tener un lavavajillas que limpie muy bien han tenido que morir a centenares un montón de pequeños que jamás conocieron una vida sin dolor.

Radical es saber todo esto y no hacer nada.
Radical es ser cómplice.
Radical es seguir adelante como si nada.

¿Y tú me llamas a mí radical?