lunes, 8 de febrero de 2016

Salvados y "El machismo mata"

No suelo ver ningún programa de televisión, pero ayer quise hacer una excepción y vi el "Salvados" dedicado a la violencia de género. Resulta increíble que no se hagan más programas así, dicho sea de paso, lo que demuestra cuánto nos queda aún en la lucha. Sé que la duración del espacio es corta, apenas una hora en la que encima cada poco te meten la publicidad de turno, y me agradó enormemente que se equiparara la violencia machista con el terrorismo, porque es así, y que el psicólogo explicara brevemente cómo los maltratadores pertenecen a todo tipo de clases sociales, económicas y culturales, puesto que es la cultura patriarcal la que facilita esos comportamientos. Igualmente, las víctimas sólo comparten una cosa: SER MUJERES. Punto.

PERO eché en falta varias cosas:

1. La referencia a la revictimización de las víctimas. Parece que cuando una mujer decide denunciar ya está todo el camino allanado, y que únicamente no se puede proteger a las mujeres que después deciden no declarar. No es así, muchas siguen en el proceso, pero en éste tienen que demostrar continuamente que no mienten, se las cuestiona totalmente, en las comisarías no reciben atención psicológica, se las obliga a estar largas horas esperando en pasillos, a veces junto a su maltratador. ¿Qué pasa con la revictimización por parte de las instituciones, por qué de eso no hablan? Muchas mujeres retiran las denuncias porque el proceso es tan lamentablemente tedioso y desgarrador que no pueden con él.

2. La referencia a que la violencia de género es estructural. Sí se insinuó algo, como por parte del psicólogo, o de la animadora sociocultural que también fue víctima, pero no lo suficiente. Porque parece que los maltratadores son señores dispersos por ahí, que son machistas "porque sí", porque así se les ha educado "a nivel privado". NO. La violencia de género que se ve, la directa, es sólo la punta del iceberg, porque está asentada sobre una violencia estructural, cultural, ideológica, en la que se basa nuestra sociedad misma. No se puede combatir la violencia de género sin combatir el modo en que se estructura la sociedad, el corazón del patriarcado mismo, por eso la lucha resulta tan compleja. Y esto sólo se consigue mediante la educación. Los sentimientos del psicólogo son muy loables, pero hay muchos estudios que demuestran que los maltratadores rara vez se recuperan. Rara vez. Están perdidos. Y él mismo insinúa que si no reinciden es por miedo al castigo (prisión), no porque realmente sepan que lo que hacen esté mal. No hay más que ver el testimonio del machista de cara tapada que ponen, no hay más que observar el lenguaje que emplea... ¡Y ése es uno "rehabilitado", cómo sería antes!

3. La referencia a que las leyes no abarcan la totalidad de las víctimas. ¡No sólo es un tipo de violencia que se da en la pareja! La violencia de género puede encontrarse en muchos otros ámbitos (el laboral, el médico, el escolar...), amén de que los hijos de las mujeres afectadas también son víctimas aunque no cuenten en las estadísticas (y muchos son asesinados también por "venganza" del maltratador, para hacer sufrir a sus madres). Por ello, las personas afectadas por violencia de género son en realidad muchísimas más, pero es que encima no hay legislaciones específicas que las proteja fuera del ámbito de la pareja.



En fin, que aún queda un larguísimo camino por recorrer, y que éste parte necesariamente de la educación, pero no ya de los adolescentes, es que desde bebés se tiene que educar en la igualdad; si no, muchas veces es demasiado tarde, no hay más que ver cómo cada vez más adolescentes son víctimas de la violencia de género. Si vivimos en una sociedad profundamente machista, si encendemos la televisión y sólo vemos a chicas luciendo palmito -porque ellas siempre tienen que estar perfectas-, con unas medidas imposibles, objetos sexuales descarados en una televisión que reinventa a las "Mamachicho" de maneras más sutiles, pero que aún sigue ahí, sin avanzar ni un ápice, si todo está destinado para disfrute y goce del varón heterosexual (que es lo "por defecto", lo "universal", a pesar de que no son mayoría, sino la mitad, pero al ser la mitad privilegiada, pues eso pesa más)... ¿cómo hacer que los varones bajen de su altar, si saben que el mundo es suyo, si viven el privilegio continuado? Algunos hombres empiezan a ver que el patriarcado no es tan bonito, que también a ellos les exige cumplir con unos estereotipos determinados (tienes que ser fuerte, los hombres no lloran, etc), pero claro, nada que ver con la presión absoluta y la menor calidad de vida de las mujeres en general (menores sueldos, dobles jornadas, cosificación, y un larguísimo etcétera que todos conocemos de sobra).

La educación es la clave. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad (¿qué es eso de "mujer aparece muerta", como si fuera una muerte repentina por combustión espontánea?). La sociedad debe comprender qué es la violencia de género, y cómo resulta un tipo de violencia específica. Las denuncias falsas son un camelo. Y no hay más. Ahora, quítale tú sus privilegios a los machirulos de turno... Imposible. Hay que poner la vista en las generaciones futuras de hombres, porque la educación actual desde luego no es paritaria para nada.

Por si alguien quiere verlo: aquí está.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cuando prohibir lecturas es más fácil que dialogar

En estos días ha habido una polémica en la clase de mi hija mayor porque a ella, ávida lectora, le han prohibido el acceso a determinados libros en la biblioteca del colegio, al contar sólo con siete años. Estos libros constituyen una serie llamada "El diario de Greg", ya bestsellers, y que además, al tratarse de obras divertidas, están enganchando a muchos niños que hasta entonces no se habían acercado demasiado a la lectura. Y la polémica viene en que "supuestamente" no transmite valores demasiado positivos, porque hay un niño al que le dan collejas y cosas por el estilo.

Todo esto me resulta curioso porque, por otro lado, se les está animando a leer en clase una versión adaptada de El Quijote, cosa que me parece estupenda, pero... ¿acaso el Caballero de la Triste Figura no era poco más que un esquizoide megalomaníaco con complejo mesiánico? Porque que yo sepa, Quijote y Sancho se pasan todo el libro recibiendo paliza tras paliza. Pero claro, si es una obra magna de la literatura, entonces la violencia no importa. Ahí ya está permitida. Y pasa lo de siempre: que lo canónico está bien visto, está establecido, está aceptado. Porque eso no puede ni plantearse que sea algo incorrecto.

Cuando mi hija me contó, indignada, cómo le habían prohibido el acceso a esos libros, la solución fue bien sencilla: comprárselos yo. Recuerdo haber escuchado hace tiempo, creo que a José Luis Sampedro cuando vivía, cómo explicó que cuando a él le prohibían leer algo, su padre -médico, intelectual, inquieto- se lo conseguía por otra vía, porque las ansias de leer no deben de ser nunca cohibidas. Y así, yo puedo aconsejar a mis hijas sobre tal o cual lectura (porque hablando de El Quijote, mi hija quiso leerlo, yo le aconsejé que buscara una versión adaptada, porque la original le iba a resultar extremadamente complicada: aconsejo, nunca prohíbo), pero no puedo poner barreras a sus ansias de conocimiento.

Mis hijas no me pertenecen.



Claro que hay libros que transmiten valores pésimos (los cuentos tradicionales, que sí están perfectamente permitidos en las escuelas, ofrecen una imagen nefasta de las mujeres, pero nuevamente, como son algo establecido y aceptado, nadie lo discute), al igual que sucede con ciertos programas de televisión, películas, videojuegos, ¡qué sé yo! Y creo que todo ello resulta maravilloso para fomentar el pensamiento crítico de los niños, entablar debates constructivos con ellos, y usar todo esto para extraer conclusiones, valores sociales y cívicos, ponerse en el lugar de los demás, hacer ejercicios de empatía, etc.

El problema, nuevamente, que hay en la base de todo esto, creo que es más sutil: dejar a los niños aparcados frente a la tele, frente a un libro, sin hablar con ellos de lo que están experimentando. Y claro, así, resulta mucho más cómodo para esos padres dejarles con algo que sepan de seguro "inofensivo" para que, si no entablan ningún debate sobre lo que ven o leen, su retoño esté protegido antes las inmensas maldades de la vida.



Pero las prohibiciones nunca sirven de mucho, y como no se les puede encerrar en una burbuja, lo prohibido siempre reluce con un mayor atractivo, si cabe. Ahora todos los niños de la clase de mi hija están leyendo esos libros. La prohibición ha conseguido exactamente lo contrario. Con la prohibición (¡oh, dioses!) un montón de niños sobreestimulados se está acercando a la lectura. Aunque sea con un bestseller. Aunque no sea la biografía de la madre Teresa.

Y a mí eso me parece maravilloso.