La maternidad no tiene nada que ver con la solidaridad. Quienes deseen ser solidarios, sólo tienen que apuntarse a una ONG, hay muchas maneras de colaborar con los más necesitados. La maternidad sólo tiene que ver con el amor, y el amor es darse, sin más, sin esperar nada a cambio. No se busca ningún agradecimiento, ninguna respuesta. El amor es un sentimiento puro que, simplemente, brota, y ya no hay quien lo pueda parar. La solidaridad es un acto puntual, no puede mantenerse una relación de por vida basada en dicho sentimiento.
Por otro lado, no me ha gustado nada del libro la manera de criar que tiene la autora. Resulta sorprendente que una doctora en filosofía tenga tan poco pensamiento crítico. Se queja continuamente de dolor en los brazos al llevar a su hija (¿por qué no usó un portabebés?) y habla de malcriar, de niños tiranos, de que "los expertos recomiendan dejar al niño en la cama y marcharse antes de que se duerma". ¿Pero qué expertos son ésos? ¿Cómo puede ser que una persona que asumo que investigó durante años sobre crianza -puesto que, por desgracia, son siempre años hasta que se consigue tener al bebé entre tus brazos- sólo se quede con lo fácil? De hecho, los niños adoptados arrastran consigo una terrible mochila, una historia de abandono, soledad y traumas. ¿Cómo se puede hablar de "malcriar" a un niño que apenas ha recibido ninguna muestra de cariño en toda su vida? Eso me ha chocado hasta la absoluta perplejidad.
Y me hace pensar en cómo serán los psicólogos que evalúan a los futuros padres para la obtención del certificado de idoneidad: ¿será por pura suerte, según sea la manera personal de pensar y los prejuicios e ideas de cada profesional, o seguirán unos criterios establecidos y anticuados de "educación jerárquica"?
Es un mundo que no conozco nada, y hablo desde la más absoluta ignorancia. Pero me gustaría comprender cómo es ese proceso, por qué se juzga que una persona sí vale para ser madre y otra no.
Todo esto me ha hecho recordar que, este verano, estaba en el banco haciendo cola para realizar una gestión, y entró una mujer con dos niños, uno biológico y una niña china adoptada. Bueno, pues la señora se dedicó a chillar a los niños todo el rato que estuvimos ahí, a darles azotes sin parar... porque los pobres habían cometido el terrible pecado de ser niños, de querer correr y jugar en vez de estarse sentaditos en una aburrida silla (¡lógicamente!). Y en ese momento me lo pregunté: ¿cómo pudo esta señora obtener el certificado de idoneidad?
Me gustaría comprenderlo.