Jovenzuelos gañanes echando la tarde.
Y es curioso también el rollo éste de las tradiciones, que con demasiada frecuencia se suelen equiparar con "cultura". Y no, una tradición es sólo una parte muy pequeña de la cultura de un pueblo. Porque un pueblo se compone de su estructura social, sus religiones, su organización política, económica, legal, su música, su arte, sus habitantes, su ropa, ¡qué sé yo! Y si las sociedades mutan, porque lo hacen, porque es inevitable, porque forma parte de la naturaleza humana, ¿a santo de qué viene aferrarse a tradiciones como signo de identidad? ¿Y por qué no conservamos entonces la Inquisición, que también era muy típica de este país? ¿Y por qué no seguimos retándonos en duelos? ¿Y por qué abrazamos la tecnología y otros cambios, si ponen en peligro el ser como éramos antes?
¿Y por qué ya no nos vestimos así? ¿Qué pasa con la identidad?
La riqueza cultural de un pueblo ni empieza ni termina en sus tradiciones. Porque entonces...
... como en China ya se ha prohibido el vendaje de pies, los chinos ya no serían chinos
... como en España se han prohibido las peleas de gallos (claro, aquí no mueven mucho dinero), ahora mismo ya no seríamos quienes somos
... como en Inglaterra ya no se juega al fútbol usando la cabeza de un enemigo, como en la Edad Media, los ingleses ahora deberían ser otros
... como los monjes budistas ya no se automomifican, el budismo debería llamarse de otro modo
etc, etc, etc...
Los seres humanos progresan, somos cada vez más civilizados, pero seguimos teniendo un lado oscuro, y precisamente esa dicomotía es un caldo de cultivo para que afloren los instintos más básicos, innobles, crueles y desprovistos de toda empatía. El discurso de la tradición es ridículo, porque entonces, como digo, no sólo no tendríamos que haber abolido un montón de tradiciones que hoy a cualquiera le parecen una barbaridad, sino que además no deberíamos haber cambiado muchísimos aspectos de la cultura, que es algo mucho más amplio y sobre lo que descansa la identidad de un pueblo. Sin embargo eso sí lo hacemos, sin despeinarnos. Pero lo que tenemos que comprender es que la cultura es algo flexible, cambiante, de una gran plasticidad, y desde luego y sin ninguna duda, hoy no tenemos nada que ver con los que vivían en la península hace quinientos años. Lo siento, pero no. Somos muy diferentes, y nos separan muchas más cosas de las que nos unen. Entonces, ¿para qué aferrarse a un lastre cruento y absurdo que no tiene nada que ver con la identidad de un pueblo actual? ¿Por qué permitimos que la sociedad avance pero nos agarramos como a un clavo ardiendo a pequeñas tradiciones anecdóticas dentro de la cultura en general? ¿Qué aporta, realmente, eso, al conjunto de la sociedad? No aporta NADA. De ahí no se puede extraer nada positivo.
A quienes justifican lo injustificable en un mundo donde este tipo de comportamientos cada vez tiene menos cabida...
A quienes insultan y arremeten contra los que sí tienen un mínimo de sensibilidad con descalificaciones fáciles (porque argumentos, ninguno, claro)...
A todos ellos, basta ya.
Esto es ridículo.
Quien quiera sentir emociones fuertes, que se vaya a un parque de atracciones, o haga puenting, o intente vivir con 500 euros al mes y tres hijos, o se vaya a pasear en minifalda por las calles de El Cairo, ¡qué sé yo, hay muchas maneras de sentir el subidón de adrenalina!
Así, desde luego, no.