De todas las participantes en la encuesta, 340 han querido compartir un poco más en profundidad sus experiencias, que pueden encontrarse aquí. No obstante, ofrecemos a continuación un pequeño resumen con extractos de las mismas, totalmente sobrecogedores. Porque podemos encontrar muchas cosas en común en las narraciones de estas 340 mujeres. Definen la experiencia como «traumática y demoledora» (#276) o «brutalmente inolvidable» (#331), describiéndola como una «obligación a la sumisión para la supervivencia» (#287), sintiéndose «al servicio de la comodidad médica» (#309).
Muchas coinciden en tener que soportar burlas e insultos: «me quejaba mucho y las enfermeras me apodaron “la llorona"» (#86), «la ginecóloga se ríe abiertamente en mi cara» (#111), «el celador que me llevó al paritorio en un ascensor con otras personas se burló de mí ante ellas en tono jocoso» (#115), «se rieron entre ellas pensando que no me daba cuenta porque me olía mal el aliento» (#129), «el ginecólogo que me atendió me llamó la llantos» (#166), «el ginecólogo me hizo mover las piernas arriba y abajo; después se rió» (#180), «la comadrona se burló del tamaño de mis genitales y me ignoraba cuando yo le preguntaba cosas sobre mi proceso de parto, incluso me dio la vuelta al monitor para que no pudiera verlo» (#232). Igualmente, no se permite gritar a las parturientas, sin embargo ellos las gritan y maltratan: «me gritaban todo el tiempo» (#35), «el comadrón me dijo que tenía que callar y seguir órdenes» (#116), «tras sentir un inmenso dolor y como acto reflejo de mi cuerpo, empujé con mi pie en el hombro de la matrona y me chilló que le había empujado y se enfadó; su trato fue a peor aun habiéndole pedido mil disculpas» (#199), «me decían que me callara, que no gritara» (#201); «me decían que dejara ya de quejarme, que ya me estaba pasando con las quejas» (#216), «me decían que dejara de gritar, que si acaso me creía que esto era una película o una telenovela; me acusaron de estar fingiendo el dolor» (#319), «hicieron que me tapara la cara y no dejaban que yo gritara» (#324), «un auxiliar que abría la puerta del paritorio me gritaba que me diera prisa, que había más gente esperando fuera» (#292). Resaltan la instrumentalización, el trato vejatorio y la infantilización, cómo se las amenazaba, y se las trataba como a tontas e ignorantes: «un parto medicalizado e instrumentalizado en el que se me infantilizó hasta el punto de engañarme y ponerme oxitocina en contra de mi voluntad» (#131), «me dijo la matrona que yo no servía para parir» (#135), «la anestesista me amenazó diciéndome que me "rajarían igualmente y que me iba a doler"»(#148), «el ginecólogo me dijo "si hubieras sido mi mujer hace rato te hubiera hecho una cesárea; deja ya los rollos hippies, estás poniendo en peligro a tu hijo"» (#217), «esa sensación de infantilizarme y de
indefensión fue horrible» (#237), «el ginecólogo decía "esta niña no sabe empujar"» (#240), «me trataba de manera infantil y me abría las piernas a golpes, como si le molestara tener que mirar ahí» (#257), «en cada momento me decían "es que no sabes parir"» (#269), «la anestesista me llamó retrasada por plantearme un parto sin epidural» (#298).
Igualmente, subrayan la sensación de cosificación, indefensión y vulnerabilidad: «me hacían esperar a que llegase el médico tumbada en la camilla sin bragas; no sé para qué me tenía que quitar las bragas para una ecografía abdominal» (#13), «en el hospital me levantaron patas abiertas y mostraban mi vagina a todas las enfermeras escandalizadas por una fuerte candidiasis; fue horrible y vergonzoso» (#151), «pasas de mujer a útero que contiene un bebé y de ahí a madre inútil» (#221), «me sentí objeto; yo no contaba para nada en mi parto» (#242), «me quedé aterrorizada por el dolor y por la indefensión de estar totalmente expuesta» (#306), «nunca he tenido una experiencia tan horrible ni he sentido tanta impotencia; el trato que se le da a las mujeres embarazadas es convertirlas en contenedores» (#311), «fue mucho lo desvalida y engañada que me sentí» (#142), «humillación y falta de respeto en un momento en que eres muy vulnerable» (#257), «me parece que estamos totalmente indefensas» (#330). También hablan de la sensación de apropiación de sus cuerpos, de pérdida de control sobre éstos, de ser espectadoras de sus propio partos: «sólo puedo recordar desconexión conmigo misma, con mi cuerpo y con mi bebé; sentí perder el control de todo lo que pasaba en mi cuerpo, sólo quería que todo acabara» (#7), «me sentí ninguneada, me hicieron sentirme incapaz de parir, totalmente a merced de ellos» (#22), «sentí que no estaba pariendo; siento que me han robado el parto» (#57), «era como un cuerpo sólo, sin tenerme en cuenta como persona» (#68), «entras en un círculo de intervenciones que una lleva a otra y tú lo ves como espectadora» (#95), «me sentí como si fuera un cuerpo inerte» (#118), «me siento que me han robado el parto» (#127), «me
sentí como utilizada, no como protagonista de mi parto» (#208), «hoy, no tengo la sensación de haber parido; me operaron de mi bebé» (#226).
Para muchas, el parto con violencia obstétrica es como una violación: «siento que mi parto fue una violación» (#59), «me sentí violada» (#91), «en mi primer parto me sentí violada literalmente; usaron mi cuerpo a su voluntad» (#94), «horrible, traumático, vejatorio, me sentí como violada» (#155), «fue el peor dolor que he experimentado en mi vida, una mano moviéndose violentamente dentro de mí» (#189), «nadie me volverá a violar» (#202), «cuando tenía 16 años fui víctima de una violación, que por miedo y vergüenza ni denuncié ni he contado a más de dos personas; cuando estuve de parto fue una experiencia parecida» (#318).
También abundan las sensaciones de culpa y de miedo: «han pasado 8 años y sigo sin haber superado el sentimiento de culpa de haberle fallado a mi bebé y a mí misma, porque llevaba la lección aprendida sobre lo que no debe ser un parto hospitalizado, pero una vez allí pierdes el control de todo» (#24), «me costó mucho superar la culpabilidad que sentía tras mi primer parto» (#63), «me ataron con los brazos en cruz causándome una sensación de miedo y desprotección muy grandes» (#160), «me anularon completamente con miedos» (#206), «pasé un miedo tan horrible que me llegué a desvanecer» (#335). Hay, además, una gran falta de intimidad: «recuerdo muchos momentos violentos, demasiadas personas mirando mis genitales» (#42), «desde la cama de partos podía ver a la gente correteando por el pasillo general, y la gente a mí pujando» (#117), «en mi cesárea, sin consulta previa, había unas 10 personas de prácticas» (#180), «más de 30 personas entrando y saliendo» (#200), «cuando me llevaron al paritorio había mucha gente, no se presentaron, no me hablaron; me sentía como un trozo de carne» (#116), «en el momento del expulsivo había unas 10 personas en el paritorio, un ginecosaurio que ni se me había presentado se subió encima» (#169), «incluso la empleada de la limpieza que pasaba por allí se permitió decirme: "uyyy, esta chica cómo se queja, ¡nena, que no es para tantooo!"» (#209), «horrible, parto múltiple, mil personas en mi paritorio hasta el punto de mandar yo a callar y reírse de mí» (#219), «me amarraron las manos desnuda y en un quirófano lleno de desconocidos con máscaras; tras el parto, durante la noche, varias personas me miraban mis partes sin pedir permiso» (#222), «había como 30 personas mirando mi parto como si fuera un partido de fútbol, pero a mi marido no lo dejaban pasar» (#240). Muchas veces esto es debido a la presencia de estudiantes sin pedir permiso: «fui objeto de hasta cinco tactos, uno tras otro sin que se me pidiera permiso y mucho menos sin presentarse ante mí los que eran claramente aprendices» (#111), «el día que nació mi hijo TODOS los partos fueron realizados con fórceps (¿era día de práctica?)» (#194).
También denuncian una gran falta de información: «en ningún momento me explicaron nada ni pude participar en ninguna decisión» (#25), «me mete la mano en mi vagina, pregunto qué pasa... y me responde nada nada... tratándome como a una chiquilla preguntona» (#179), «no me dejaron decidir nada ni pidieron mi opinión en ningún momento; cuando pedí explicaciones me contestaron como si molestase, cuando me eché a llorar por la impotencia se burlaron» (#185). Es común además el trato descuidado: «la matrona encargada de mí se fue a ver la tele» (#48), «la matrona entraba a atenderme comiendo maíces con el olor que desprenden» (#99), «muchas de las enfermeras wassapeaban durante el alumbramiento» (#117), «una ginecóloga intentó sondarme mientras hablaba por su teléfono móvil, ni se dio cuenta que no llevaba epidural» (#230), «durante el seguimiento del embarazo me llegaron a decir que tenía VIH siendo mentira» (#263).
Algunas describen cómo no se aceptan los planes de parto, e incluso cómo se toman represalias contra las que se atreven a presentarlos: «el matrón me rompió el plan de parto en la cara» (#77), «se saltaron casi todos los puntos de mi plan de parto» (#96), «mi plan de parto desapareció, me devolvieron mi cartilla y no había ni rastro» (#99), «tuve que insistir 3 veces para que el matrón leyera mi plan de parto y después me dijo que no lo iba a respetar» (#159), «me obligaron a firmar que renunciaba a mi plan de parto antes de darme opciones para aliviar el dolor» (#216). Igualmente, son comunes las represalias contra quienes intentan un parto en casa pero no lo consiguen y acuden a un hospital: «ya en expulsivo y decir que veníamos de un parto en casa el equipo médico hacía comentarios despectivos, como si yo no estuviese, de las comadronas que atienden partos en casa» (#59), «nos trataron de irresponsables, maltrato por parte del personal del hospital en el post-parto, por ser "la que quería un parto en casa y al final mira cómo acaban”» (#274), «el anestesista cuando entró al quirófano diciendo "¿ésta es la del parto natural?" con un absoluto desprecio hacia mí» (#278), «se medio mofaron diciendo “está llorando porque ella quería un parto natural” en tono
mofoso» (#281).
Es común también la separación sin motivos del bebé, y el darle biberones cuando se prohíbe expresamente por querer ofrecer lactancia materna (el biberón interfiere con ésta): «no pude volver a verle ni tocarle hasta 1 día y medio después» (#129), «me trataban con desprecio por querer estar con mi hijo» (#239), «no toqué a mi bebé hasta 12 horas después» (#316), «durante ese tiempo, a mi hijo le dieron al menos dos biberones, cuando expresamente había pedido que no lo hicieran» (#339).
Las consecuencias psicológicas (estrés postraumático, depresión y ansiedad al recordar lo vivido) son muy frecuentes: «el primer parto me dejó en estado de shock por todo lo vivido; me separaron de mi bebé y ni siquiera me importó» (#50), «las secuelas psicológicas y físicas me han impedido tener más hijos» (#113), «siento odio hacia las personas que me asistieron» (#73), «me he quedado con la sensación de no haberlo hecho bien, lo que me costó una pequeña depresión post parto; hasta el día de hoy (2 años han pasado) sigo FURIOSA» (#208), «en su momento no denuncié la negligencia porque estaba agotada tras un posparto que casi me mata; me arrepiento de no haberlo hecho» (#252), «me da ansiedad revivirlo» (#303), «aún se me ponen los pelos de punta; han pasado casi 8 años» (#337).
Igualmente, hay consecuencias físicas: «después de 15 meses lo paso fatal para hacer caca; no he vuelto a tener relaciones sexuales satisfactorias» (#54), «no pude volver a tener relaciones pasados el año y medio y después de sesiones de fisio» (#101), «me hicieron una gran episiotomía que hasta hoy, 9 años después, siento» (#135), «9 meses después sigo con dolores vaginales» (#260), «después de mi mala experiencia en el parto tuve que hacer rehabilitación vaginal durante varios meses» (#265), «a día de hoy, mi hijo tiene 14 meses, sigo sin disfrutar satisfactoriamente del sexo» (#279).
Pero cuando solicitan los informes, para comprender qué ha pasado o poner una reclamación, se encuentran con que éstos están incompletos o repletos de mentiras: en ningún informe se pone que se realiza la maniobra de Kristeller, por ejemplo, pero es tremendamente común (casi en el 30% de los casos aquí recogidos). Igualmente, se miente sobre los motivos que llevan a practicar algún procedimiento: «en los papeles del alta mintieron indicando "necesidad urgente de cesárea por más de 24 horas con bolsa rota"; la bolsa la rompieron ellos 2 horas antes de la cesárea» (#11), «en el informe de la cesárea pone distocia de dilatación y yo dilaté hasta 6 cm» (#181), «hice una queja formal a mi hospital 8 meses después y me contestaron con que esa maniobra [Kristeller] no constaba en el informe» (#219), «solicité los informes y hay tachones y no hay nada explicado, como si todo hubiese ido genial» (#227).
También se resalta la falta de sensibilidad ante las pérdidas de embarazos: «en urgencias me comunicaron fríamente que estaba abortando, fuimos al ecógrafo y el gine sin dirigirse a mí, avisa a una doctora y le dice que es "negativo"; así me entero que no hay latido, sin una palabra amable» (#192), «me pasé día y medio ingresada en una planta llena de bebés que lloraban mientras mi bebé estaba muerto dentro de mí; fue una auténtica tortura» (#272).
No es de extrañar que algunas víctimas de violencia obstétrica decidan tener el siguiente parto en casa, para evitar el volver a pasar por algo así: «un infierno del que aprendí mucho; el próximo parto en CASA» (#14), «no volvería a parir a un hospital» (#69), «el dinero mejor invertido en mi vida fue pagar a las matronas que me atendieron antes, durante y después de mi maravilloso parto en casa» (#100), «si tuviera un tercero, creo que lo haría en casa» (#109). Y es que «es una vergüenza que sigamos en la situación en la que estamos en la mayoría de los hospitales y que lo que esté generalizado en las mujeres y la sociedad sean violencia, protocolos intervencionistas y prejuicios y poca confianza en los cuerpos de las mujeres y en el proceso fisiológico de parir» (#172).
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