martes, 8 de enero de 2013

"Mamá, quiero ir al circo"

... O "Mamá, quiero ir al zoo". Ambas son frases que espero jamás salgan de la boca de mis hijas.

Si te paras a pensar, la cosificación de los animales está en todas partes. En todas. Muchas personas se escandalizan con las corridas de toros, o con las "tradiciones" espantosas de algunos pueblos donde se torturan animales, y es estupendo que la gente reaccione ante eso. Pero es que la cosa no acaba ahí.

No voy a hablar en esta ocasión del consumo de productos animales (masificación, modificaciones genéticas, condiciones higiénicas espantosas, trato y muertes con muchísimo sufrimiento, etc). Tampoco voy a hablar del testeo con animales de los cosméticos y productos afines (para estar tú toda mona con un penetrante eye-liner le han quemado los ojos a decenas de conejos, por ejemplo). Ni de la peletería, industria del cuero, etc...

Lo que quiero recalcar hoy son las formas de entretenimiento destinadas a los niños en las que los animales juegan un papel fundamental. El zoo y el circo son dos ejemplos clásicos, aunque hay otros. Los acuarios. Las ferias con los "caballitos-pony" (ya lo decía la canción... "no hay nada más triste que los caballitos-pony"). Incluso las cabalgatas de los reyes magos, o los belenes vivientes, donde se usan todo tipo de animales muertos de miedo.



Tú llevas a tu hijo, que se divierte observando a los delfines haciendo estúpidas acrobacias, a los elefantes andando a dos patas, o a los monitos pegando saltos. Y pagando esa entrada, estás colaborando en algo terrible: la privación de la libertad de seres sintientes que, como tú, sólo desean vivir felices junto a su familia. Mucha gente no se para a pensar en qué hay detrás de todo eso. En qué hay detrás de los animales del circo (¿acaso se piensan que aprenden a hacer esas gracias a fuerza de caricias?... El estereotipo de domador con el látigo sigue de rabiosa actualidad). De los del zoo y el acuarium (muchos animales llegan de contrabando, y para que por ejemplo lleguen 10 chimpancés han tenido que morir 1000 por el camino, por no hablar de las pésimas condiciones de vida que tendrán que sobrellevar en su cautiverio, sobre todo por la noche, cuando "nadie mira").

Estamos viviendo una auténtica revolución en cuanto a la crianza. Cada vez más padres y madres deciden criar y educar desde el respeto, para que el día de mañana sus hijos sean adultos empáticos y respetuosos hacia los demás. Pero muchas veces, demasiadas, nos olvidamos de extender ese respeto hacia los demás seres vivos. Cada vez que llevas a tu hijo a un entretenimiento con animales, lo que le enseñas no es respeto sino todo lo contrario. No hay ninguna sensibilidad en observar a un tigre que da vueltas en una jaula, loco perdido. Un auténtico amante de los animales quiere a ese tigre libre, aunque eso suponga no poder verlo jamás más que en la televisión.

Cuando mis hijas me pidan ir a ver animales, las llevaré a un santuario como El Hogar de Luci. Un santuario de animales tiene un espíritu, una filosofía, totalmente diferentes. Porque creo que, para ser coherente con mi manera de criar (en el apego y el respeto), debo enseñarles a respetar a todo ser viviente. Y eso jamás será posible en un circo. Y eso jamás será posible en un zoo.

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