domingo, 9 de junio de 2013

Lo que nadie te cuenta

Es curioso cómo cuando aún no has sido madre tienes unas ideas de lo que es un bebé y cómo luego cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y es que, si te pones a analizar la imagen de la maternidad y sobre todo del puerperio que transmiten los medios de comunicación y demás, resulta casi espeluznante. No tienes más que girar las páginas de las típicas revistas de puericultura donde casi todo es publicidad, y verás a madres exultantes que empujan un carrito con un recién nacido llevando un tacón de quince centímetros, ropa monísima de marca, la manicura hecha y las mechas recién dadas. O encender la televisión, donde los recién nacidos pueden apagarse y encenderse a voluntad, porque todo sigue igual y el bebé no ha cambiado nada, y en un capítulo de repente sale la madre tan pancha sin el niño (¿dónde lo tiene, escondido?).

También influyen las personas que, con intenciones a veces poco claras, vienen a comparar a tu vástago con el suyo, diciendo que su Manolito duerme diez horas del tirón, come muy bien, está hecho un pepón y es muy tranquilito.


Y ahí estás tú, recién parida, sangrando sin parar, sudando y sintiéndote sucia, con un bebé colgado de la teta día y noche, y sin tiempo ni para asearte debidamente porque no puedes soltar al pequeño sin que berré como si le estuvieras sacrificando, con lo que te lo acabas llevando hasta para sentarte en la taza.

Muchas madres se tiran esos primeros meses deseando que llegue el marido para al menos poder darse una ducha rápida, porque llevan todo el día en casa tumbadas en el sofá dando teta, han comido dando teta cualquier bocadillo cutre, no se han podido ni peinar y no han mantenido una conversación con un adulto en todo el día.

El puerperio es una etapa muy delicada. Y eso nadie te lo cuenta. La maternidad es dura, y exige una dedicación real, una entrega como quizás no hayas conocido hasta entonces. Y eso nadie te lo cuenta. La lactancia, hasta que se instaura debidamente, es a demanda, pero a demanda quiere decir muchas veces estar TODO EL DÍA Y TODA LA NOCHE con el bebé en la teta. No, no es una exageración, repito: TODO EL DÍA Y TODA LA NOCHE. Y eso nadie te lo cuenta.

La crianza en este mundo occidental y frenético ha perdido la referencia de la tribu, las familias son nucleares y muchas veces la mamá recién parida está horas y horas sola en casa con un bebé al que aún no comprende (el vínculo no siempre es instantáneo, aunque eso nadie te lo cuente). Y a veces aparecen las tristezas, las inseguridades, los miedos e incluso el enfado. Porque el cambio es abismal, las prioridades cambian totalmente, de repente te conviertes en el centro de la vida de una personita que depende total y absolutamente de ti, y tú sientes que no existes por ti misma, sino a través del bebé, pero eso nadie te lo cuenta.


Los recién nacidos humanos son vulnerables, altriciales, nacen aún fetos como precio a pagar por la bipedestación, y el estar pegados día y noche a su cuidador principal (generalmente la madre) es lo que garantiza su supervivencia. Hay muchas cosas que se pueden hacer para mejorar estos primeros meses. En primer lugar, portear. Personalmente no sabría criar sin portabebés, me resultaría totalmente imposible. Facilitan la vida enormemente y te permiten cocinar o darte un paseo o dar teta con las manos libres o peinarte un poco, qué sé yo. Después, el colecho: no sé cómo se puede mantener una lactancia sin colecho, realmente. Pero sobre todo y ante todo, hay que saber pedir ayuda. Porque no somos heroínas, y qué bien sienta que a veces venga una amiga a pasar contigo un par de horas y te sujete al bebé mientras te das una ducha. O quedar con otras mamás para compartir inquietudes. O que tu suegra te traiga tuppers repletos de comida para toda la semana. Y sobre todo, que alguien te pregunte "¿qué necesitas?". Esos pequeños gestos lo cambian todo.

¿Qué expectativas tenemos antes, cómo resulta la cosa después? Ser una mujer puérpera es encontrarse con momentos muy delicados, con tu propia sombra, es conocerte a ti misma como nunca imaginaste. Y eso puede resultar tremendamente duro y catártico. Pero eso nadie te lo cuenta.

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