Es mucho más difícil mirar hacia otro lado cuando estás en medio de una charla con proyecciones y te están filmando.
Aunque luego, en unos días, olvides voluntariamente todas las verdades incómodas, una vez regreses a tu rutina de no saber, y los estantes del supermercado te ofrezcan una carne plastificada que poco o nada recuerdan a su origen cruel. Y entonces seguirás con tu vida, porque... ¿qué más da? ¡Si es lo que hace todo el mundo!
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